Héctor
Despertó sintiendo su cuerpo tenso, parecía que no se había relajado en toda la noche. Se incorporó con un quejido, giró sus hombros y su cintura. No pudo evitar suspirar al sentir cómo le crujía todo el cuerpo. Le dolía un poco la cabeza, quizás por haber estado llorando gran parte de la noche.
Giró su cuello para poder mirar por la ventana. El sol estaba bastante fuerte, debía de ser entrada la mañana. Se puso en pie para poder acercarse al cristal, posó la mano sobre él y cerró los ojos ante la calidez que desprendía. Si sus suposiciones eran ciertas, habían perdido bastantes horas de luz por haberse quedado dormido.
El recuerdo de Aleakai diciéndole que iba a despertarle le cruzó la mente. Estaba claro que no lo había hecho y no sabía por qué. El miedo comenzó a crecer en su pecho. ¿Y si le había dejado allí encerrado? ¿Y si se había ido sin él? ¿Y si estaba planeando matarle? Decenas de situaciones terroríficas cruzaron la mente de Héctor hasta que se sintió paralizado por lo que podía haber al otro lado de la puerta. Sintió que la respiración se le atascaba en la garganta. Contó hasta tres para no entrar en pánico y caminó hacia la puerta. No podía quedarse allí sin hacer nada.
Sujetó con fuerza el pomo. Le tembló la mano ante la posibilidad de haber sido traicionado. Tomó aire, lo mantuvo durante unos segundos y lo soltó poco a poco, coordinando su expiración con el movimiento de su mano para abrir la puerta.
—…cuatro. Dos de eso… Una de esta… ¿Dónde está la otra…?
Héctor miró por la rendija de la puerta abierta para comprobar qué eran aquellos susurros. Pudo distinguir la figura de Aleakai sentado en el suelo del salón, rodeado de botellas de agua y otras cosas que no lograba ver del todo bien. Terminó de abrir la puerta, lo que provocó que chirriara y llamase la atención del moreno. Aleakai pareció asustado al principio, como si hubiese olvidado que estaba allí, pero al reconocerle sonrió de aquella que le hacía los ojos aún más rasgados.
—Buenos días. –Héctor abrió la boca para preguntar por qué no le había despertado, pero parecía que no era necesario.– Llamé a la puerta varias veces, pero estabas durmiendo. No te quise despertar, supuse que necesitabas descanso.
Cerró la boca y salió al pasillo finalmente. Se acercó hasta Aleakai, que tenía todo tipo de provisiones y suministros repartidos por el suelo. Sujetaba una libreta en la mano donde había apuntado todo lo que tenía a su alrededor.
Está haciendo inventario.
—Podrías haber entrado a despertarme. –Héctor tomó asiento en el sofá, frente a un Aleakai que parecía completamente confuso por sus palabras.– Parece que me dormí demasiado profundamente.
—¿Entrar a despertarte? –Negó con la cabeza, haciendo que sus rizos despeinados danzaran a su alrededor.– ¿Cómo iba a entrar en tu habitación sin permiso? Además, si estabas durmiendo profundamente y te hubiese despertado, te habrías llevado un susto de muerte. –No le faltaba razón en aquello.– Y si entrase en tu espacio sin avisar, ¿cuánto tardarías en dejar de dormir por la posibilidad de que entre? No quiero eso.
Héctor guardó silencio antes el punto de vista del contrario. Tenía toda la razón. Si no hubiese sido por el cansancio, le hubiese costado dormir. Se encontraba en una casa que no conocía con un desconocido, que estaba armado con una pala. Sí, sin duda, no hubiese apreciado aquel gesto.
—Gracias…
Aleakai hizo un gesto con la mano para quitarle importancia, como si fuese algo que todo el mundo haría, cuando no era así. Antes de que pudiese decir algo más, le tendió una botella de agua y un paquete de galletas que había mantenido apartado de todo lo que tenía organizado frente a él.
—Come un poco y bebe agua. Aunque, si no tienes mucha hambre o sed, toma solo un poco. Estamos algo escasos de comida y agua. –Aleakai se pasó una mano por la boca, pensativo.– Deberíamos de ir al supermercado del centro, quizás a pie… Podemos dejar el coche en la entrada del pueblo… También hay una tienda de ropa, necesitamos cambiarnos… Puede que los coches tengan gasolina… –Había dejado de hablar con él y se había perdido en sí mismo.– Hay que conseguir un mapa… Quizás en la gasolinera, pero aquí no hay… ¿Volvemos…? No, es gastar gasolina… –Héctor abrió el paquete de galletas, cuyo sonido hizo regresar al contrario.– Ah, perdona. Me he distraído.
—¿Lo haces mucho? –Héctor se llevó una galleta a la boca y mordió la mitad.– Lo de hablar solo. Antes también lo estabas haciendo.
Aleakai se mostró avergonzado por su comentario. No lo había dicho a malas, pero sí le daba curiosidad la forma en la que el muchacho se perdía en sí mismo. Había sido un poco tétrico escucharle en su propio mundo desde la habitación, pero parecía que aquello era costumbre. Al moreno le costó unos segundos responder. Se pasó una mano por el pelo y suspiró.
—Creo que… empecé a hacerlo cuando empezó todo esto. Me daba miedo el silencio y… supongo que no quería encerrar la voz en mi cabeza.
Asintió ante la explicación del chico. No podía decir que él había hecho lo mismo. Se encerró en ese vestuario, se encerró en sí mismo. Héctor ni siquiera encontraba la fuerza para hablar con Aleakai, como si le quemasen las palabras. Aun así, escucharle hablar era algo que le recordaba que no estaba solo.
—¿Tienes algún plan? Eres tú el que conoce este sitio.