Todo lo que nos queda de mundo

Capítulo 15

Héctor

Permanecía despierto por un motivo completamente distinto al incesante estruendo de la persiana metálica, el crujido de la madera de las puertas y los gruñidos hambrientos del grupo de infectados que intentaban derribar la entrada para hincarles el diente. No lograba conciliar el sueño por el miedo que le oprimía el pecho. La adrenalina había hecho que no se derrumbara, pero el latigazo de terror que había sentido ante la inminente rendición de Aleakai a la muerte caminante le había puesto los pelos de punta. Se estaba forzando a no llorar.

No sabía de dónde había sacado las fuerzas para arrastrar al chico consigo, pero agradecía aquel impulso divino con toda su alma. Aquel día había sentido que perdía a Aleakai de una forma muy distinta a la física. Había sentido que su alma se había rendido, que había perdido las ganas de seguir. Había vuelto a sentir ese miedo, que se le estaba escapando de las manos, que se alejaba de él y no podía hacer nada para evitarlo. No quería pensar en lo que hubiese pasado si no hubiese tirado de él, porque si lo hacía, dudaba que pudiese parar de llorar.

El sufrimiento, físico y mental, del moreno le estaba atormentando. Estaban en aquella situación por su culpa. Si no hubiese insistido en ir a su casa…

Clavó la vista en el techo. Tenía que centrarse en algo para alejar aquellos remordimientos. Respiró. Aguantó. Soltó. La sensación no desaparecía. Apretó los dientes hasta que le chirriaron. Cerró los ojos. Volvió a respirar. Le quemaba el pecho. Se tapó la cara con las manos. Seguía quemándose por dentro. Suspiró. Le temblaban las manos. Las apartó de su cara. Se mordió el labio con fuerza. Contó hasta diez. Empezó a notar algo de claridad detrás de sus funestos pensamientos.

Pasase lo que pasase. Pensara Aleakai lo que pensara. Iba a mantenerle con vida. Iba a hacer cualquier cosa que estuviese en su mano para que se aferrara a la existencia como fuese. Así tuviese que matar con sus propias manos a cualquier infectado, o persona viva, que se interpusiera en su camino.

Con el paso de las horas, la luz dentro del establecimiento fue menguando. Ojalá hubiese podido decir lo mismo de los golpes y gruñidos.

Cuando la oscuridad casi se había tragado la estancia por completo, los músculos de su cuerpo comenzaron a protestar por estar sentado en el frío suelo. Necesitaba moverse, estirar las piernas. Sujetó a Aleakai teniendo cuidado de no despertarle, aunque no lo consiguió. El chico se revolvió de forma violenta y estuvo a punto de darle un puñetazo.

—Tranquilo, soy yo. –Levantó las manos en señal de paz, esperando que de aquella forma el moreno pudiese calmar su respiración.– No quería despertarte. Lo siento.

Aleakai parecía confundido, como si no recordara dónde se encontraba. Miró alrededor con los ojos entrecerrados y acabó por asentir, pasándose las manos por la cara para deshacerse del sueño, o del miedo.

—No pasa nada. Siento haberme despertado tan alterado. ¿Te he pegado?

—No, estoy bien. Aunque tienes un derechazo digno de un boxeador.

Ver la sonrisa sutil de Aleakai le dolió como si le hubiesen arrancado el alma del cuerpo, porque sabía que, de haber estado el chico plenamente tranquilo, se hubiese reído a carcajadas. Dejó que el moreno se sentara a su lado mientras contemplaba el techo. Sabía que no era el momento de hablar de ello, pero si permanecía en silencio un solo segundo más, acabaría perdiendo la cabeza.

—Dime que no te estás rindiendo. –Sus palabras consiguieron captar la atención de Aleakai, que centró su mirada en él.– Dime que no te estoy perdiendo.

—Estoy bien.

—No lo estás. Y no te atrevas a mentirme, de nuevo. Dime que ese numerito de querer quedarte atrás para que te coman vivo ha sido producto de una enajenación mental y que no va a volver a ocurrir. –Tenía la respiración acelerada y las palabras susurradas salían de su boca de forma apresurada.– Porque si me dices que no quieres seguir conmigo, abro esa puerta ahora mismo y que nos jodan a los dos.

Lo último le salió casi en un sollozo. Le escocían los ojos por querer retener las lágrimas. El llanto le oprimía el pecho y quería gritar por la impotencia que sentía. Vio que Aleakai quería pasarle el brazo por los hombros, pero se negó. No quería distraerse con el cariño que el chico le daba. Quería la verdad.

—Por un momento… –Se maldijo al escuchar a Aleakai hablar. No sabía si quería, o estaba preparado, para escuchar lo que tenía que decir.– Me sentí tan cansado y dolorido que quise que todo terminara. Me dio miedo ponerte en peligro, por eso te dije que te fueses sin mí.

—¿Y qué hay de mí? ¿Crees que me iría sin ti? ¿Crees que seguiría adelante sabiendo que te han comido vivo? ¿Me tomas por gilipollas o realmente piensas que podría vivir sin ti?

Aleakai hizo una pausa más larga de lo normal, por la poca luz que había en la estancia intuyó que le brillaban los ojos por las lágrimas contenidas.

—No sé en lo que estaba pensando. Solo… estaba muy cansado.

—No me lo vuelvas a hacer… porque te juro que te resucito para matarte yo mismo.

Aleakai solía ser el que mostraba más cariño de los dos. El hecho de echarse a los brazos del chico para abrazarle con fuerza, sin importarle otra cosa que no fuese el calor ajeno, lo achacó al miedo. No iba a confesar que siempre estaba deseoso de tocar a Aleakai. El contrario correspondió a su abrazo con fuerza y le acarició el cabello. Odiaba lo tan dulce que podía ser y, a la vez, lo tan distante que le sentía, a veces. El nudo en su pecho solo logró destensarse cuando sintió la vibración de la risa de Aleakai a través de su pecho.



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En el texto hay: misterio, zombies, romance gay

Editado: 12.12.2025

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