Todo lo que seremos

Capitulo 29

La noche había caído cuando llegamos a la casa de mi tío. El silencio del trayecto con Izan solo había dejado espacio para que mi mente se llenara de posibles escenarios. ¿Qué diría Massimo? ¿Qué consecuencias tendría todo esto? A medida que el coche se detenía frente al edificio, no podía evitar sentir un nudo en el estómago.

—No te preocupes demasiado —dijo Izan mientras apagaba el motor—. Al final del día, Carlo y Caleb siempre encuentran la manera de mantener todo bajo control.

—Eso espero. —Suspiré, abriendo la puerta del coche—. Gracias por traerme.

—Siempre. —Izan me lanzó una sonrisa confiada—. Cuida de ti misma, Jane. Esto no será fácil.

Asentí antes de cerrar la puerta y verlo alejarse. Al entrar en el edificio, mi teléfono vibró en mi bolsillo. Lo saqué, y al ver el remitente, sentí que el aire se me escapaba.

**Massimo: "Espero que sepas lo que estás haciendo. Mañana hablaremos."**

Suspiré pesadamente. Estaba claro que el tema no iba a quedarse enterrado. Guardé el teléfono y me dirigí al apartamento. Mi tío, sentado en la sala con una taza de café, levantó la vista en cuanto crucé la puerta.

—¿Todo bien? —preguntó con una mezcla de curiosidad y preocupación.

—Más o menos —respondí, dejando mis cosas en el sofá—. Massimo está enfadado, Carlo intenta mediar, y Caleb cree que todo se resolverá por sí solo.

Mi tío dejó la taza sobre la mesa y cruzó los brazos. Su mirada era severa, pero no agresiva.

—Jane, sabes que no puedes mantener a todos fuera de esto. No cuando esa familia ya está involucrada.

—Lo sé, pero... no quiero que nadie salga lastimado por mi culpa.

—Demasiado tarde para eso, sobrina. —Se levantó, colocando una mano firme en mi hombro—. Ahora dime, ¿estás lista para lo que viene? Porque una vez que entremos más profundo, no hay marcha atrás.

Lo miré a los ojos, sintiendo el peso de sus palabras. No había nada que pudiera decirle para calmar mis propios temores.

—Estoy lista. —Mi voz apenas era un susurro, pero sabía que él lo entendía.

Al día siguiente, me encontré frente al bufete a las ocho en punto, con Massimo esperándome en la entrada. Su postura era rígida, y la mirada que me lanzó fue suficiente para saber que la conversación sería cualquier cosa menos agradable.

—Llegas justo a tiempo —dijo con frialdad.

—Massimo, por favor, escúchame antes de...

—No, Jane. Esta vez no me voy a quedar callado. —Su tono era firme—. No entiendo por qué insistes en manejar esto sola. Somos una familia. Si estás en peligro, lo mínimo que podemos hacer es ayudarte.

—¿Y ponerlos en peligro también? —replicé, con la voz temblorosa—. ¡No quiero eso, Massimo! No puedo soportar la idea de que algo les pase por mi culpa.

—Esa decisión no es solo tuya. —Carlo apareció detrás de él, su voz más calmada pero igual de firme—. Si realmente confías en nosotros, deja de esconder cosas.

Massimo asintió, como si las palabras de su hermano respaldaran sus propias emociones.

—¿Y qué pasa si esto empeora? —pregunté, sintiendo cómo mi control se desmoronaba—. ¿Qué pasa si alguien se lastima? No podría vivir con eso.

Massimo dio un paso adelante, dejando claro que no iba a ceder.

—No estamos pidiendo permiso, Jane. Estamos diciendo que estamos contigo, te guste o no.

La sala quedó en un tenso silencio hasta que Caleb entró, interrumpiendo la discusión.

—Bien, ya basta. Tenemos cosas más importantes de las que hablar. —Nos miró a los tres antes de dirigir su atención a mí—. Jane, necesitamos que confíes en nosotros. Lo que sea que estés enfrentando, lo enfrentaremos juntos.

Tomé una respiración profunda, dándome cuenta de que la batalla no era solo contra mis propios miedos, sino contra la realidad de que no podía cargar con todo sola.

—Está bien. —Finalmente cedí, sintiendo un peso levantarse de mis hombros—. Les contaré todo.

Massimo, Carlo y Caleb intercambiaron miradas, sabiendo que el camino que habíamos comenzado a recorrer no sería fácil. Pero, al menos, ahora estaba claro que no lo haría sola.

(...)

El aire fresco de la mañana acariciaba mi rostro mientras caminaba hacia la facultad, con mi mochila colgando del hombro. Mi mente estaba en otra parte, repasando las últimas semanas. El libro que había llegado manchado de sangre y la desaparición de la niña seguían siendo enigmas que no podía ignorar. Por si fuera poco, mi padre había salido de prisión hacía poco, y aunque intentaba mantenerme fuerte, la posibilidad de que estuviera involucrado en algo tan oscuro me aterraba.

—¡Jane! —La voz de Enzo me sacó de mis pensamientos. Lo vi acercarse con esa sonrisa despreocupada que siempre lograba calmarme un poco—. ¿Ya lista para la clase de hoy?

—Tanto como se puede estar para enfrentar a tu profesor maniático de diseño. —Intenté bromear, pero mi tono delató el agotamiento que sentía.

—Sabes, deberías relajarte un poco. —Enzo me miró con una mezcla de preocupación y ternura—. Pareces estar cargando el peso del mundo.

—Es solo que... —Empecé a hablar, pero me detuve al recordar la promesa que les había hecho a Massimo, Carlo y Caleb de no decir nada hasta que tuviéramos algo sólido. Enzo no sabía nada, y aunque odiaba mantenerlo al margen, no quería meterlo en algo que podría ser peligroso.

—¿Es por tu padre? —preguntó, deteniéndose junto a una banca frente al edificio principal.

No pude evitar tensarme. Enzo era perceptivo, y aunque no sabía todos los detalles, estaba claro que sospechaba que algo andaba mal.

Aún así me sorprendió que lo supiera. Al ver la sorpresa en mi cara, suspiró.

-Se lo acabé sacando a Massimo, no me creí el paripé del otro día.- fruncí el ceño- No por que lo de venir, eso me lo creí- aclaró- Pero que nada mas llegaremos que te fueras...-

—No es solo eso. —Suspiré, sentándome a su lado—. Hay demasiadas cosas pasando al mismo tiempo.

—Bueno, sea lo que sea, estoy aquí para ayudarte. —Colocó una mano sobre la mía, su mirada cálida y sincera—. No tienes que enfrentarlo sola.



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En el texto hay: hermanos, saga, poliamor

Editado: 04.05.2025

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