Llegué a una residencia de clase media. La casa era blanca, aunque su pintura se mostraba un poco desgastada. Subí las escaleras que conducían a la puerta y di tres toques. Entonces la puerta fue abierta por un hombre joven muy parecido a mí. Sus ojos grises del mismo tono que los míos me evaluaban, yo también hice lo mismo. Y tras una sonrisa preguntó:
—¿Ethan Donovan?
Fruncí el ceño, se suponía que cualquiera que fueran las personas que vivían aquí, no deberían conocerme y, sin embargo...
—Sí —respondí sin demostrarle mi desconcierto.
El chico se recargó en el marco de la puerta, sonrió y luego me miró de arriba abajo sin ninguna vergüenza. A leguas se le notaba que era un cínico.
—Si estás aquí —cruzó sus brazos—, es porque ya sabes la verdad, ¿o me equivoco? ¿He hablado de más?
También lo miré de arriba abajo, me molestó saber que el único ciego e ignorante sobre mi procedencia era yo.
—No. ¿Quién eres tú? —le pregunté entrecerrando los ojos.
Él soltó una carcajada, su cabello casi del mismo tono que el mío, me erizó la piel. Por primera vez en mi vida notaba el parecido que los familiares tienen unos con otros, esa especie de sello de herencia familiar que nunca tuve con los Donovan y que jamás tomé en cuenta. Era, abrumador…
—Soy tu hermano —dijo sonriendo, aunque luego frunció el ceño y se corrigió—, medio hermano en realidad. Pero todavía nos parecemos mucho. Los genes Carter, por parte del padre de mamá son… fuertes. Pasa, la volverás loca. —Se hizo a un lado para dejarme entrar. Inmediatamente, pensé que lo hablador lo debió de haber sacado por parte de su padre. Doy un paso hacia él, no obstante, antes de poder cruzar el umbral, colocó su mano en mi pecho deteniéndome—. Solo te advierto que, si has venido a juzgarla y a portarte como un idiota, ni te molestes en entrar. A menos que quieras que te eche a patadas. —Sonreí al mismo tiempo que negué con la cabeza de un lado a otro, tenía agallas el niñito.
No, no venía a nada de eso. El día que creí que moriría por una bala en la frente, fui rescatado por un grupo de policías que iban tras la detención de mis secuestradores. Casualmente, ellos iban por el cargamento de droga que mantenían almacenada en los sótanos del edificio. Los habían estado vigilando desde hace más de cuatro meses esperando la oportunidad apropiada para detenerlos. Si sabían o no de que estaba secuestrado nunca lo sabré, ellos no lo mencionaron.
Cuando mi captor iba a detonar su arma sobre mí, un policía que, entró a la habitación en ese momento, le disparó en la sien… O eso fue lo que manifestaron. Yo había cerrado los ojos, y al sonido del disparo me desmayé. Demasiado débil por la inanición a la que me habían sometido luego de seis meses de estar secuestrado.
Cuando desperté, lo hice en un hospital con una esposa en mi muñeca derecha que me mantenía atado a la camilla. El policía que era mi guardia asignado se acercó a mí y luego llamó a alguien. Minutos más tarde, un agente de policía entró y me explicó mi precaria situación.
Yo era el dueño del cargamento de droga, yo era el líder de una de las organizaciones de la delincuencia organizada más grandes del país, mis empresas se dedicaban al lavado de dinero. Había estado siendo investigado por el FBI, desde hace un año. Me mostraron fotografías, llamadas y mensajes telefónicos míos y de mi familia, así como correos electrónicos personales y de las empresas; fotos y el expediente médico de Elena donde se exponía su deterioro físico y mental, sobre mis padres y hermana también había información personal y bancaria, sabían de mi relación con Caroline; por supuesto mi verdadero origen no les faltó. Toda mi vida estaba en un expediente.
Pero mi secuestro, y el que dentro de las llamadas telefónicas no hubiera nada que me culpara, les hizo ver que yo solo había sido un chivo expiatorio. Aunque los interrogatorios sobre si acepté ser un prestanombre para los verdaderos líderes de la organización fueron intensos y hasta abusivos, no obtuvieron nada de mí que no fuera la verdad. Yo no sabía nada. Obviamente, como abogado, tenía el suficiente autocontrol para no ceder a sus insinuaciones. Mi familia estaba buscándome, me lo dijeron, no obstante, ellos no les informaron de mi paradero y tampoco les pedí que lo hicieran. Corrían un gran peligro y ellos tenían la intención de ofrecerme un trato. Dos meses después, me convirtieron en testigo en cubierto. Para atestiguar en contra de Jonathan Wood, ya que él había estado presente durante mi tortura y creían que era el cabecilla de la organización o, por lo menos, uno de los principales.
Al ver mi acta de nacimiento, la verdadera, decidí que quería llamarme Anthony, como el padre de la mujer que figuraba como mi madre, en mi acta de nacimiento original, el apellido lo eligieron ellos, Hyde. La mujer que hacia los registros tenía la pinta de alguien a quien le gusta la literatura y tras echarme un vistazo de arriba abajo, se decidió por el nombre de un personaje oscuro. ¡Y vaya que me siento como uno!
Mi hermano me llevó hasta la sala y me señaló el sofá para que tomara asiento. Así lo hice, y sin decir nada más, sale de la habitación. Observé a mí alrededor, la casa era pequeña, los muebles estaban algo desgastados, el librero donde se encontraba la televisión tenía una fotografía que al instante llamó mi atención. Me puse de pie y fui hasta allí para tomarla entre mis manos. Era yo, en mi cumpleaños número seis. A mi alrededor estaban mis amigos del colegio; frente a mí, estaba un enorme pastel. Todos llevábamos puestos nuestros gorros de fiesta. Emma estaba detrás de mí, del lado derecho y Joseph del lado izquierdo. Quella se encontraba en brazos de mi padre. Todos sonreíamos.
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Editado: 28.02.2022