Al llegar a mi piso, me arrepiento de haber tomado las escaleras, estoy cansada y las piernas me tiemblan, y eso que solo han sido tres pisos. Una locura. Entro al pasillo y mi secretaria me da aviso de que Caroline está dentro de mi oficina esperándome. Suspiro con cansancio, realmente no esperaba hablar con ella luego de asignarla a nuestros abogados. En este caso no debería estar aquí conmigo sino con Evan.
Abro la puerta y entro, ella está sentada en el pequeño sofá, al mirarme se levanta y camina hacia mí con la mirada baja.
―Hola, Elena.
No sé por qué, pero su voz de mustia me enferma. No le creo tanta amabilidad.
―Señora Donovan ―la corrijo—. ¿Qué te trae por aquí Caroline? —le pregunto mientras camino hasta mi lugar no queriendo que ella se acerque lo suficiente a mí. Me siento en mi escritorio y enciendo el ordenador. No quería mostrarme interesada en ella, porque no lo merecía.
―Recibí una llamada de un tal Evan Reader, abogado de la fundación…
―¡Qué bien! Te han asignado al mejor ―le digo con una media sonrisa, muy a mi pesar, sé que realmente es bueno.
La observo un momento y noto cierta ansiedad en sus manos y en sus ojos que miran a todas partes sin saber a dónde enfocarse, ella no sabe qué hacer. Es tan extraño ver que, de la antigua mujer, tan segura de sí misma, ya no queda nada. Ahora la mujer que está de pie frente a mi escritorio sujetando fuertemente su bolso rojo y desgastado, es el resultado de sus malas decisiones al haberse casado con un hombre que la destrozó desde sus cimientos, me recuerda a mí, y el por qué, nunca volvería a entregar mi corazón tan fácilmente. Pero, sobre todo, me recuerda que sea lo que sea a lo que haya vuelto Ethan, debe solucionarlo solo.
―De verdad, Caroline, él es el mejor. No tienes nada de que preocuparte. Ha trabajado con nosotros desde hace tiempo ―miento―, estás a salvo.
Es mi deber darle seguridad y confianza a esas mujeres que mueren de terror.
—Sí, estoy segura de que sí, Pero me sentiría más tranquila si lo llevaras tú.
Le señalo la silla frente a mí para que tome asiento. Y luego suspiro fuertemente antes de responderle.
—Lo siento, pero no me es posible —respondo con una sonrisa en el rostro haciéndole saber que conmigo las puertas estaban, bien cerradas.
— ¿Por lo que sucedió entre ambas?
Su pregunta no me sorprende, parece que al final todavía hay algo dentro de ella de la mujer que fue.
—No, Caroline. En realidad, no tengo tiempo.
Ella asiente, baja la mirada y luego, sus ojos azules escondidos entre los moretones que le propició su atacante me miran, como lo hicieron hace muchos años en donde yo estaba postrada en una camilla de hospital. Orgullosos, vanidosos…
—Yo vi cuando llegaste al restaurante. Ese día por la mañana Ethan había terminado conmigo. Yo le obligué a ir a cenar esa noche. Y cuando te vi ahí de pie, mirándonos con tanto dolor, quería que pensaras que él seguía engañándote.
Una lágrima resbaló por su mejilla.
—El pasado ya no importa, Caroline —le digo.
No quiero abrir viejas heridas. Porque todavía me duele, ella siempre me dolió más que él. La amaba, era mi amiga, mi hermana, parte de mi familia, lo único que me quedaba de mi madre, de mi padre. Con ella podía hablar de ellos y estaba bien, porque los conoció, los vivió como yo. Los hacía parecer menos irreales, pero se fue, Caroline, se fue como lo hicieron ellos.
Ahora la odiaba, por haber cambiado nuestra amistad, nuestro cariño, por un hombre que al final ni siquiera la amó. Y si continuaba hablando creo que la golpearía. Muerdo fuertemente mi labio inferior y lo suelto cuando el sabor de la sangre se mezcla con mi saliva.
—Quiero pedirte perdón por mi traición y por el daño que te he causado… —Un toque a la puerta la interrumpió, lo que me hace sentir aliviada. No estoy lista para esta conversación.
—Adelante.
Ethan o Evan debo decir, entra por la puerta. Camina dos pasos y comienza a hablar.
—¡Señora Donovan! ―Me saluda sin percatarse de mi visita y no es hasta que se aproxima que ve a Caroline de espaldas. —Mis disculpas, no sabía que se encontraba ocupada.
Sus ojos, ocultos por los lentes que lleva no me permiten ver demasiado su reacción. No estoy segura, si se ha asombrado o no.
—No te preocupes, de hecho, se trata de tu cliente Caroline Miller.
—Buenos días y un gusto en conocerla personalmente. —Él acorta la distancia y le tiende la mano, ella ni siquiera lo mira. Caroline lo ignora como si no existiera. Ethan baja la mano al percatarse de que no lo mirará. Y aunque él se merece mucho más que eso, no iba a permitir que Caroline tratara mal a mi personal.
—Caroline, ¿qué quieres? Te hemos asignado un abogado que te ayudará con tu problema, y tú lo rechazas.
—Quiero que seas tú quien lleve mi caso.
—Te he dicho que no me es posible. —Me enfurece, y me pregunto, ¿Quién se piensa que es como para darme órdenes y decidir nada dentro de mi fundación?
—Entonces que lo haga Ethan, él me defendió una vez, y le tengo confianza. No aceptaré a nadie más.
Estoy furiosa, no con ella, sino conmigo. Por un instante me pudo engañar, creí que ella estaba preocupada por su maldito esposo, pero, en realidad, lo que vino a buscar aquí era a Ethan. Y la crueldad de la que soy capaz resurge de las sombras. Así que le suelto la verdad, y lo disfruto. Lo disfruto tanto que hasta sonrió. Sin compasión, dicen que la venganza es un plato que se come frío y cuanta verdad se dice.
—Caroline, Ethan está muerto —las palabras salen de mi boca con un aire clamado, dulce e hipócrita. Disfrutando de su expresión de horror. Sí, no soy santa, ni buena persona, ya no, solo soy una humana imperfecta, capaz de odiar. ¿Por qué no iba a hacerlo? ¿Acaso ella no se reía de mí a mis espaldas?
—¿Qué? ¿De qué hablas?
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Editado: 28.02.2022