Todo por no perderme

Capítulo 3

Recuerdo la primera vez que me subí a un autobús, fue hace muchos años, cuando mis padres empezaron a tener problemas económicos, mi madre hubiera preferido ir a pie que subirse a uno, pero no le quedó de otra. Ahora, conozco medianamente las calles de la ciudad, ventajas de tener castings en muchos lugares.

—Margot, ¿qué estás haciendo aquí? —preguntó Lauren al verme parada afuera de su puerta.

—Pensé que me había perdido —confesé soltando un suspiro de alivio—. Lauren, necesito de tu ayuda.

—Sí, claro, ¿qué necesitas? —Me dejó pasar ayudándome con una de mis maletas.

—¿Puedo quedarme unos días aquí en tu casa? Juro que sólo será en lo que consigo un lugar dónde vivir, por favor, no tengo a dónde más ir.

—Pero, ¿cómo? ¿Qué pasa con tu casa?

—Logré enfrentar a mi madre —expliqué con un nudo en la garganta, pero feliz por mi hazaña—. Creo que al fin me libré de ella.

—Wow, Margot, eso es genial —me felicitó sacudiéndome levemente por el hombro.

—Por eso quería saber si podía pasar aquí la noche, tengo pensado buscar algún departamento dónde vivir, pero ya es algo tarde.

—Bueno, ahora no están mis padres, pero no creo que les moleste que te quedes.

—Muchas gracias, de verdad. —Sonreí con algo de pesadez.

Había pasado una noche difícil. Me desperté constantemente por mis pesadillas. En cada una me encontraba encadenada a mi casa. Sin salida, sin opciones. Atada a mi madre de por vida.

Platicando con Lauren me aseguró que su maquillista necesita un asistente y puede darme una oportunidad y junto con sus padres acordamos que buscaríamos un departamento para vivir las dos solas, así el peso de la renta sería menor.

Quise sacar dinero de mi cuenta para mi supervivencia, pero me llevé una terrible noticia: ¡mi cuenta estaba vacía! No había ni un centavo.

El camino directo a mi casa fue corto. La adrenalina me estaba consumiendo poco a poco. No podía parar de sacudir mi rodilla, los nervios me mataban con solo pensar qué es lo que le iba a decir a mi madre para que me regresara mi dinero. Sabía por qué lo había hecho, no quería perder a su mina de oro, pero era hora de que entendiera que jamás volvería a controlarme.

—Sabía que no tardarías en volver —dijo mi madre en cuanto abrió la puerta.

—No regresé para quedarme, vine por mi dinero.

—¿Tú dinero? No sé de qué hablas —se cruzó de brazos.

—Claro que lo sabes. ¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué no puedes aceptar que me voy a ir de aquí? ¡De que me cansé de vivir bajo tu maldita forma tan cruel de tratarme!

—Si viniste a gritarme será mejor que te vayas. —Intentó cerrar la puerta, pero la detuve y entré a la casa.

—No, no me voy a ir de aquí hasta que me regreses mi dinero ¡es mío! Yo me lo gané con mi trabajo.

—Trabajo que tuviste gracias a mí, no merezco menos.

—No, es mío, ¡entiéndelo de una vez!

—¡Margot! Deja de gritarle así a mamá.

—Tú no te metas en esto, Bill —volteé a verlo—. Estamos hablando de dinero que me gané por trabajar, algo que tú conoces.

—¡Suficiente! Sabes que no me gustan las rabietas. —Me sujetó del brazo.

—¿Qué es lo que quieres? —Me quité su mano de encima—. ¿Tienes miedo de perder tu fuente de ingresos? Puedo seguir dándote dinero, trabajaré para poder pagarme un lugar donde vivir, pero necesito que me des ese dinero, te daré una cantidad cada mes, si eso quieres o si eso es lo que te preocupa, pero regrésame el dinero.

—De qué trabajarás, ¿vendiendo dulces en las esquinas? Te advierto que, si dejas de lado el mundo del modelaje, vete olvidando de que te regrese ese dinero.

—Una amiga puede conseguirme trabajo como maquillista.

—¿Maquillista? —repite con horror.

—Sí, mamá, es un trabajo honesto y puedo trabajar maquillando a las modelos en desfiles o cosas así.

Se lo pensó un momento.

—Te daré una cantidad con la que puedas rentar ese lugar que dices, pero te advierto, sufrirás las consecuencias si te atrasas en un pago, ¿entendiste?

—¿De cuánto dinero estamos hablando?

Me miró directo a los ojos en lo que pensaba en un número.

—Trescientos mil.

—¿Qué? —Abrí los ojos y la boca a tope—. ¿Estás loca?

—Eso ganabas como modelo.

—Pero ahora ya no seré modelo, las maquillistas han de ganar menos, eso no me alcanzará.

Se encogió de hombros con indiferencia.

—Por favor, Bill y Julissa ya pueden también empezar a trabajar, ya están por terminar la universidad, ellos pueden ayudarte.

—Lo tomas o lo dejas.

—Sabías que algún día esto pasaría, sólo déjame ir con el dinero que yo me gané y te juro que te pagaré lo que yo pueda. —Abrió la boca para reprender, pero seguí hablando—. Ambas sabemos que no me quieres, eso lo acepté desde hace mucho tiempo, no te va a costar nada dejarme ir, pero no soy la única que puede darte dinero. Yo solo quiero ser feliz, hacer lo que me gusta, ¿es tan difícil que lo puedas entender? —Terminé con los ojos llorosos y la voz entrecortada.




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