Todo por no perderme

Capítulo 11

Era viernes por la noche, Axel seguía encerrado en la habitación. Llevaba todo el día ahí y no me dejaba entrar. Estaba realmente preocupada, varias veces escuché cosas romperse, o como si golpeara la pared con el puño.

—¿Axel? —Toqué un par de veces la puerta.

—Te dije que me dejes solo, ¡¿no entiendes?!

—Por favor, lo único que quiero es ayudarte.

—No necesito tu ayuda, ¡no quiero tu lástima!

Intenté abrir la puerta y, para mi sorpresa, no tenía seguro. Observé el interior poco a poco, estaba hecho un desorden, había cosas tiradas por todos lados. Él estaba sentado en el piso recargado en la cama, viendo a la nada.

—¿Qué es lo que sucede? —pregunté cautelosa mientras me sentaba a su lado.

—Todo es una mierda. —Recargó su cabeza en mi hombro.

—Yo no creo que sea así.

—Mi vida es un asco, yo soy un asco.

—¿Por qué piensas así?

—Porque lo es, toda mi vida ha sido desagradable.

—¿El conocerme también?

—Claro que no, eres lo único bueno que me ha pasado.

—Pero con eso no eres feliz, ¿cierto?

—No puedo ser feliz, no después de todo.

—¿A qué te refieres?

—Todos creen que por ser de una familia problemática estoy lleno de traumas y que jamás podría tener una vida normal. Me señalan de loco, raro, el pobre niño que creció con un padre alcohólico y que sufría de violencia familiar.

Nos quedamos en silencio. Yo no conocía esa parte de la vida de Axel, se limitaba en contarme cosas de su infancia.

—No puedes controlar lo que la gente hable de ti, no debería de importarte.

—Pero lo hace, no sabes las ganas que tengo de demostrarle a todos que yo no tengo porqué seguir los pasos de mis padres, quiero callarles la boca a todos cuando vean que soy diferente y que yo puedo criar a mis hijos de manera distinta que como me criaron a mí.

—Entiendo que quieras hacerlo, pero no creo que sea tan buena idea utilizar a tus hijos para demostrarle algo a los demás.

—Tú qué vas a saber de eso. —Se puso de pie y salió de la habitación.

Me quedé perpleja unos segundos, realmente me sentí mal, quise ayudarlo, pero solo lo empeoré.

*

—La junta con los directivos no tarda en comenzar. —Chris estaba terminando de ordenar papeles en una de las carpetas que estaba sobre el escritorio.

—Lo sé, ¿necesitas que te ayude en algo más o ya tienes todo listo?

—Ya está todo listo, aunque me falta solo una cosa: pedirte que dirijas la junta.

—¿Yo? ¿Estás hablando en serio?

—Por supuesto, Margot, has estado más involucrada en estos comerciales que yo, te mereces lucirte ante los ejecutivos.

—No sé qué decir, no pensé que lo pedirías —confesé entre risas nerviosas.

—No hay mucho tiempo, solo di que aceptas.

—Sí, sí, sí, claro que acepto. —Lo abracé muy fuerte y tomé la carpeta que me dio.

Ambos salimos de la oficina y fuimos a la sala de juntas, donde les expliqué a las personas importantes de esa campaña todo el trabajo que habíamos hecho.

Al salir de la junta, la cual fue un éxito, varias de las secretarias no nos quitaron la vista de encima a Christian y a mí. Él no lo notó, pero es que ellas eran medio sínicas que no pude evitar ver cómo nos seguían los pasos.

Cuando llegué al comedor a la hora de la comida, el grupo de secretarias se sentaron conmigo, no era raro, pues ya varias veces habíamos comido juntas, pero todas parecían estar aguantándose las ganas de decir algo.

—Cuéntanos, Margot. —Susan tomó la palabra—. ¿Cómo le fue a Christian en la junta de hoy?

—Christian no dirigió la junta, fui yo.

—¿De verdad? ¿Por qué tú? —quiso saber Rachel.

—Porque yo he contribuido mucho en esta campaña y, no sé, dijo que yo podría hacerlo.

—Me imagino —comentó Abigail—. Sabes, jamás habíamos sabido de una maquillista que dirigiera juntas.

—Es que Christian me vio muy interesada en el proyecto y la verdad es que se me ocurrieron varias ideas y las tomó en cuenta, así que…

—Básicamente te dejó la campaña.

—Algo así —me encogí de hombros.

—Oye, Margot, una pregunta —habló Elisa—. ¿Estás soltera?

—Am, no, estoy en una relación —respondí desconfiada.

—Y tu pareja es alguien… ¿importante?

—¿Por qué me preguntas eso?

—Queremos que rengas cuidado, aquí no les gusta que los empleados se relacionen, es mejor que nadie se entere, pero tú tranquila, tu secreto está a salvo con nosotras —Rachel sonrió y las demás chicas asintieron contentas.




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