Pasaron los días y yo me sentía cada vez peor. Sabía que tenía que esforzarme para estar sana, pero simplemente el apetito se me iba, la motivación desaparecía, la felicidad disminuía.
Miré en el calendario y recordé que ese día era el cumpleaños de Alan. Lo extrañaba demasiado, me hubiera encantado estar con él, peor podía jurar que me odiaba. No me arrepentía de lo que hice, pero de haber sabido que me dolería tanto no estar con él en un día como hoy, hubiera pensado mejor la situación.
No sé en qué momento me quedé dormida, de un momento a otro empecé a escuchar que alguien gritaba mi nombre.
—¡Margot! ¿Qué no escuchas? Te estoy hablando.
Salí de la habitación y llegué al comedor, donde estaba Axel.
—¿Qué pasa? ¿Por qué gritas así?
—¿Cómo que por qué? Llego de trabajar en mi álbum, cansado y esperando poder cenar y tú no tienes nada preparado —golpeó la mesa del comedor.
—Perdón, es que me quedé dormida, pero ya mismo te preparo algo.
—Es lo mínimo que debes de hacer —espetó.
—Pero, ¿por qué me hablas así? Entiendo que…
—Tú no entiendes nada —me interrumpió—, y no hables, mejor dedícate a cocinar, y que sea la primera y última vez que llego y no hay nada de comer.
—Pero, Axel, bien podrías ir a comer algo con los chicos.
—¿Estás contradiciéndome? —Acortó la distancia entre nosotros y me sujetó del cabello obligándome a verlo de frente—. ¿Te atreves a contradecirme?
Su enojo me espantó tanto que me quedé muda por momentos.
—No, no, no era mi intención —titubeé.
—Entonces mejor cállate y ve a hacer lo que te dije. —Me soltó empujándome un poco.
Caminé en silencio a la cocina y preparé algo rápido de cenar. Suspiré en repetidas ocasiones para evitar llorar.
Al día siguiente cuando desperté, Axel ya se había ido, pero en su lado de la cama reposaba una carta con mi nombre al frente escrito.
“Eres lo que más amo”
Me desconcertó por unos momentos, pero al volver a leerla me llenó el corazón de ternura y la abracé contra mi pecho.
Durante el día intenté cocinar algo, pero el simple hecho de abrir el refrigerador me llenaba la nariz de un olor asqueroso y lo volvía a cerrar. Comí cosas simples, como frutas y un sándwich por la tarde. Todo estuvo tan tranquilo y silencioso, hasta que llegó Axel. Estaba ebrio, como las últimas veces. Se acercó y me reclamó por ser tan débil.
Salí de casa sin importarme que ya era de noche. Caminé sin rumbo fijo. Me abracé frotando mis manos sobre mis brazos para entrar en calor ya que hacía frío y yo no traía suéter. Pocas personas caminaban todavía por las calles a pesar de la hora. Llegué al parque y me senté en una banca.
El recordar la discusión con Axel me provocó un dolor hasta en lo más profundo de mi ser y se reflejaban también en mi cuerpo las marcas de su ira. Jamás lo hubiera imaginado así.
Él, que siempre me había dado su apoyo en esos días en los que me sentía tan vacía, me restregaba en la cara que era débil, frágil, aburrida, sentimental, inútil y demás cosas que no quería recordar. ¿De verdad creía todo eso de mí? Pensé que tenía otra imagen de mí, digo, él sabía lo que era sufrir por tener una familia complicada, sabía lo que yo sufrí y todo lo que tuve que vivir para llegar a donde estaba. Pero eso en realidad no era nada.
Por dentro seguía siendo la misma Margot sumisa, aterrada, ingenua. No era nada, realmente. Ni siquiera sabía por qué Axel estaba con alguien como yo, jamás he sido el tipo de mujeres que él admiraba. ¿Qué vio en mí? No tenía nada que ofrecer. Simplemente por haber sido modelo no quiere decir que era valiosa, porque en realidad no lo era, alguien como yo no valía nada.
¿Ese era de verdad mi destino? Sufrir cada vez más. Yo no pedí eso. Yo no quería eso.
—¿Eres Margot Blake? —preguntó una mujer sin poder creerlo al acercarse a lo que asentí con la cabeza.
—Wow, jamás creí que me encontraría a Margot Blake en medio del parque. —Se sentó a mi lado, me extendió la mano para estrecharla y le correspondí el gesto—. Me llamo Giselle, yo te admiro demasiado, de verdad.
Traté de sonreír, pero ni para eso tenía ánimo.
—¿Estás bien? ¿Necesitas ayuda o algo?
—No, todo está bien, es solo que no me siento muy bien.
—Me imagino, con todo lo que las revistas dicen de ti, nadie estaría bien en tu lugar.
—¿Qué dicen de mí?
—¿No lo sabes? Estás en todos lados, han inventado chismes de que estás embarazada y de que vives con tu novio que no es más que un rockero drogadicto.
—¿Cómo se atreven a inventar algo así?
—Ustedes son la pareja del momento, una modelo y una promesa del rock, es la combinación perfecta para el blanco de muchos periodistas.
—Yo ya no soy modelo.
—Pero eres la nueva cara de Dioni.
—Sí, bueno, ya no importa, ¿qué más han dicho de mí?