Alan me empezó a ayudar con la mudanza. Encontré un departamento no muy lejos de su casa y el precio estaba bien, pues, a pesar de que ganaba más por mi nuevo puesto, seguía dándole la mensualidad a mi madre. Llevaba tantas veces tratando de comunicarme con ella, pero siempre que llamaba me colgaban o cuando iba a la casa ni siquiera me abrían. Extrañaba demasiado a mi padre, quería poder verlo, aunque fuera una vez y abrazarlo muy fuerte. Quería decirle lo bien que me había ido últimamente y que lo amaba demasiado. Me hacía mucha falta.
Era domingo por la mañana, Alan y yo empezamos a meter las cajas con mis cosas en su auto para llevarlas a mi nuevo departamento.
—Imagino que no les vendría mal un par de manos extras. —Volteé al escuchar esa voz. Jon estaba de pie detrás de nosotros en la vereda.
—¿Y tú eres? —interrogó mi amigo en actitud de protector.
—Jon Collins, mucho gusto —le extendió la mano.
—Alan Peterson —la estrechó no muy convencido.
—Hola, Margot, ¿cómo estás?
—Hola, ¿qué haces aquí?
—Solo venía a verte, pero veo que están algo ocupados, puedo ayudar, no hay problema.
—Vamos a empezar mi mudanza, me cambiaré a un departamento cerca de aquí.
—Entonces no se diga más, tú dime qué hago.
Ayudó a guardar las últimas cosas tanto en el auto de Alan como en el suyo y luego nos siguió hasta el edificio.
—No actúes como mi guardaespaldas —le comenté en medio del camino.
—Obviamente no voy a tratarlo como mi amigo si ni siquiera lo conozco.
—Pero sé un poco más amable, él no me ha hecho nada y mira, hasta se ofreció a ayudarnos.
—Y espero que así siga —miró por el retrovisor.
El departamento ya estaba amueblado, pero había comprado adornos y algunos pequeños muebles para terminar de decorar el lugar. Así que entre los tres y con ayuda del portero del edificio subimos todas las cajas hasta el piso 5.
Ya era algo tarde, el sol ya estaba por esconderse de nuevo.
—¿Les parece si voy por algo de pizza para inaugurar tu nuevo hogar? —sugirió Jon.
—Es una gran idea —respondió Alan.
Esa noche los tres nos sentamos en el pequeño comedor a cenar pizza mientras platicamos de muchas cosas. El tiempo se fue volando y los chicos se fueron. Alan no lo dijo, pero noté que Jon le agradó y me hizo sentir bien. Tenía un trabajo estable, amigos geniales y hasta mi propio departamento.
Los meses pasaron. Jon y yo cumplimos nuestra parte del trato, nos veíamos seguido y siempre salíamos como amigos. Nada fuera de lo normal. Él ya sabía varias cosas de mí por las notas en las revistas, pero aun así me pidió que le contara cómo había llegado a donde estaba. También él me contó de cómo empezó su sueño por formar una banda de rock y todo lo que se había esforzado por la popularidad que tenía. Era una persona muy responsable y muy dedicada, además de agradable.
—Buenos días, Margot —me saludó Mila al llegar a la oficina.
—Buenos días, quiero que te asegures de que las modelos lleguen y hazlas pasar hasta los camerinos para que se vayan preparando.
—Sí. Amm, ¿puedo hacerte una pregunta?
—¿Qué pasa?
—¿Ya viste la nota que habla de ti en la revista Teens?
—No, no acostumbro comprar ese tipo de revistas.
—Oh, bueno, em… es que aparece una foto de ti y el vocalista de la banda The Glory y dicen de una supuesta relación amorosa.
—¿Es en serio? Esas revistas no se cansan de inventar chismes. ¿Sabes algo más al respecto?
—No, es todo.
—De acuerdo, gracias, ve a hacer lo que te pedí.
—Sí, con permiso. —Salió de la oficina.
Me senté en mi lugar y tomé mi cabeza entre mis manos recargando los codos sobre el escritorio.
—¿En qué tanto piensas? —preguntó Christian al llegar.
—Estoy considerando en comprar más revistas para saber qué tanto dicen de mí.
—¿Leíste la nota?
—Mila me lo acaba de decir. —Me acomodé en la silla.
—No le des tanta importancia a lo que dice la prensa, solo lo hacen para vender. —Se acercó a mí para saludarme con un beso en la mejilla y luego se sentó en su escritorio, porque sí, compartíamos oficina.
Ambos fuimos al estudio para los ensayos de una campaña y cuando regresé a la oficina por unas cosas, el teléfono sonó.
—Señorita Blake, hay un chico en recepción que pide verla. Se llama Pete Damons.
—¿Dijo para qué quiere verme?
—No, dice que quiere hablar con usted en persona.
—De acuerdo, dile que espere, voy para allá.
Al abrirse el elevador, Pete estaba sentado en una de los sillones de espera y en cuanto me vio se puso de pie.