Todo por no perderme

Capítulo 35

Todos los sábados íbamos a casa de la madre de Jon, se volvió una costumbre quedarnos hasta el domingo en la mañana. Natalie me recibió como una hija más y estaba totalmente agradecida con ella.

Ese sábado fue la excepción, Jon se negó a acompañarnos sin darme muchas explicaciones. Quise pensar que había problemas en la disquera y por eso trabajaba más tiempo, aunque hubiera preferido que compartiera esas cosas conmigo, como siempre había sido.

—¿Por qué simplemente no te sientas con él en la mesa y le dices que tienen que hablar? —sugirió Natalie—. Tienen que arreglar este tipo de cosas, aunque parezcan mínimas pueden causar grandes problemas.

—Es que sí quiero, pero si no soy yo la que está ocupada es él que dice que tiene que viajar como por una semana por cosas de la banda. Ya no encuentro momentos en donde coincidamos tranquilamente.

—Yo puedo hablar con él.

—No, te lo gradezco, pero es algo que tenemos que arreglar nosotros dos.

—De acuerdo, los dejaré resolverlo, pero si necesitas cualquier cosa, solo avísame.

Le sonreí en forma de agradecimiento y salimos al patio a jugar con los niños.

Si antes los domingos los aprovechaba para descansar del trabajo y pasar tiempo con mis hijos, ahora tuve que avanzar lo más posible a las campañas. Eran pocas, pero cada una requirió de grandes esfuerzos, muchos detalles y se volvió pesado para una sola persona.

*

Lanzamiento hecho.

Un trabajo menos para mí.

Un logro más para RecordVideo.

Llegué a casa algo tarde, justo antes de cenar. Todos los niños ya estaban sentados en su lugar, pero faltaba alguien a la cabeza de la mesa.

—Llamó, dijo que llegará más tarde —avisó Olivia.

—De acuerdo, será otra noche donde cenaremos sin papá —hablé en voz alta.

Los niños se quedaron callados y me hizo sentir un poco mal.

Esa situación me estaba cansando. Ambos habíamos acordado no caer en la rutina y ahora lo único que compartíamos era la habitación, pero hasta ahí. A veces ya ni los buenos días me daba. Fue por eso que decidí ir hasta la disquera de Jon para hablar con él, podía entender que se encerrara en su burbuja cuando trabajaba en un nuevo álbum o en una gira, pero jamás había dejado plantados a los niños.

Le pedí a la recepcionista de Miracle Music Group que le avisara a Jon que estaba aquí, pero como ya me conocían, solo me indicó en dónde estaba y me dejó pasar.

—Margot, ¿qué estás haciendo aquí? —preguntó Jon sorprendido al verme.

—Pues si no estás en la casa, obviamente te encontraría aquí.

—¿Ocurre algo? —me sacó delicadamente del estudio hasta el pasillo.

—No, tengo que hablar contigo.

—Ahora no puedo, necesito que te vayas —me tomó del brazo y me señaló el elevador.

—¿Disculpa? ¿Necesitas? ¿Qué está pasando?

—Estoy ocupado, Margot. Hemos tenido algunos problemas y necesito que te vayas.

—¿Qué rayos pasa contigo? Antes no te molestaba que viniera.

—Es solo que no es un buen momento, lo que sea que quieras hablar, será en la casa, ¿de acuerdo?

Lo miré a los ojos con disgusto. Ese no era Jon Collins. No sé a quién tenía frente a mí. Me solté de su agarré y me fui de ahí sin decirle algo más.

Dejé pasar algunos días para que el enojo se pasara. Si no era Jon quien llegaba cansado a casa, era yo. El caso es que nunca pudimos tomarnos el tiempo de platicar y aclarar esa situación.

—Niños, ya dejen de pelear, por favor. —Los miré por el retrovisor.

—Es que Andrew no me quiere dar la tablet y ya es mi turno.

—No es cierto, aún no te toca.

—Ya les he dicho que no se deben de pelear por eso, deben de ser compartidos.

Frené en un semáforo en rojo y volteé a verlos.

—Quiero que se tranquilicen hasta que lleguemos a casa, ¿me entendieron? Un grito más, un golpe más y estarán castigados. —Me enderecé y la luz ya era verde, por lo que pisé el acelerador.

Seguimos el camino en silencio. Los gemelos siguieron reprochándose el tiempo que les tocaba a cada uno con la tablet y estaba controlándome para no gritarles, jamás me había gustado regañarlos. Los miré por el retrovisor, fue solo un segundo el que despegué la vista del camino.

—¡Mamá! —Olivia, que iba de copiloto, gritó y regresé mi vista la frente.

Un auto se salió del carril contrario e iba directo hacia nosotros. Traté de esquivarlo, pero mi auto se estampó contra uno estacionado. Sentí un mareo horrible y un dolor en el cuello cuando intenté girarlo para asegurarme que mis hijos estaban bien. Desabroché mi cinturón de seguridad y en eso un auto que no alcanzó a frenar chocó con el mío haciendo que mi cabeza se golpeara contra el volante, fue lo último que recordé antes de empezar a ver todo oscuro.




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