Todo por no perderme

Capítulo 37

El teléfono no dejaba de sonar y decidí atender la llamada.

—¿Hablo con Margot Blake? —preguntó una voz femenina.

—Así es, ¿qué se le ofrece?

—Necesito hablar con usted acerca de Jon Collins.

—¿Y quién es usted y de qué quiere hablar de mi marido?

—Le aseguro que es información muy importante y de su interés.

—Pues diga de qué se trata.

—Tiene que ser en persona. —Me alejé el teléfono y lo miré con desconfianza.

—No, si quiere decir cualquier cosa dígala ahora o deje de molestar.

—Está bien, se enteraría de todas formas si no es por mí. Si alguna vez se ha preguntado por qué su esposo está cada vez más distante es porque tiene una amante.

—¿Quién es usted? ¿Qué clase de broma es esta? —pregunté con desesperación.

—No es ninguna broma, lo digo en serio, usted puede comprobarlo.

—Será mejor que no vuelva a llamar, ¿me escuchó? —Terminé la llamada y lancé el celular al pequeño sofá de la habitación.

¿Jon con una amante? No, por supuesto que no, sería incapaz… ¿cierto?

Los últimos días no habían sido los mejores para nuestro matrimonio, pero eso sería una locura. Jon no sería capaz de hacerme algo así, no podría…

*

El tiempo siguió pasando y las terapias hicieron lo suyo. Fue complicado, mis piernas estaban algo débiles, pero estaría bien.

En cuanto pude, regresé a RecordVideo. Contrataron a un nuevo director creativo, tenía menos experiencia, pero poco a poco le estaba enseñando todo lo que necesitaba saber para ser el mejor director creativo. Así como lo éramos Christian y yo.

A veces deseaba que las cosas volvieran a ser como antes. Necesitaba recuperar la confianza y la seguridad de las cosas. Pero la vida se trata de evolucionar y adaptarse, así que no me quedó de otra más que seguir esforzándome para hacer lo mejor que podía y salir adelante con mi vida. Siempre se trató de eso.

El timbre de mi celular me despertó en la madrugada. Abrí los ojos poco a poco, lo tomé de la mesa de noche y vi que alguien me estaba llamando.

Margot, habla Bill, tienes que venir al hospital.

—¿Qué? ¿Qué pasa? —respondí medio adormilada.

—Se trata de papá, él… está muy mal, quiere verte.

¿Mi padre? Ya eran muchos los años que no había sabido nada de él o de mi madre.

Voy para allá.

Quité las sábanas de encima, me vestí lo más rápido que pude y salí de casa sin dar aviso a nadie. Quise que Jon me acompañara, pero no le vi caso.

Si de por sí mi madre me tenía prohibido volver a la casa, cuando se enteró que me casé con Jon fue como si me hubiera borrado del planeta. Dejé de darles la mensualidad porque ni siquiera quisieron conocer a Jon o a cualquiera de mis hijos. Prácticamente me sacaron de su familia.

Llegué al hospital y me dejaron entrar a verlo a solas, por voluntad de él.

—Margot, mi niña. —Lo tomé fuerte de la mano—. Quiero que sepas que estoy muy orgulloso de la mujer en la que te has convertido, aunque no lo creas, siempre he estado al pendiente de ti —tosió para recuperar el aliento y continuar hablando—. Me alegra saber que encontraste la felicidad, sé que puedo irme tranquilo.

—No digas eso, por favor —le supliqué.

—Es inevitable, hija. Hoy te dejo aquí, pero sé que no estarás sola, nunca más.

—Hay tantas cosas que quiero decirte —tragué saliva para no terminar en un mar de lágrimas—. Quisiera que conocieras a mi familia…

—A mí también me encantaría, pero ya no hay tiempo. Solo quiero que tengas muy claro que un matrimonio no se basa en ser la pareja perfecta, en demostrarle a todo mundo que son felices, se trata de aprender a dar, a ceder y perdonar, no llenarse de rencores u odios. Todos cometemos errores, hija, pero cuando el amor es sincero y verdadero, hay que luchar juntos para salir adelante. Sé fuerte, Margot, yo sé que podrás superar cualquier obstáculo.

Me acerqué a él para recargarme en su pecho y sentí cómo me acariciaba el cabello muy débilmente.

—Te amo, papá. —Mi voz salió aún más bajo de lo que pensé, dudé en que me hubiera escuchado, pero una leve sonrisa apareció en su rostro cuando volteé a verlo. Me alegró saber que se fue feliz.

Así como hay sonidos que logran hacerte feliz, también hay sonidos que te pueden partir el corazón.

Ojalá algunas personas fueran eternas. Ojalá pudiera cambiar muchas cosas, para así poder tenerlo junto a mí, aunque fuera, un poco más de tiempo. El pensar en los mejores momentos que pudimos haber compartido me llenó el corazón de nostalgia y de una sensación agridulce. Robert Blake quedará siempre presente en mi corazón.

—Tanto tiempo de no saber de ti —comentó Bill mientras estamos en la sala de espera.




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