Todo por no perderme

Capítulo 39

Llegué a casa de Alan y junto a Lisa les platiqué todo lo que había pasado y el montón de pensamientos y sentimientos que no me dejaban ver las cosas con claridad.

El dolor era muy grande. Jon Collins me prometió que jamás volvería a hacerme daño y yo confíe en él. Teníamos una familia hermosa, con él tenía todo lo que nunca creí conseguir, con él encontré un verdadero amor: el amor de mis hijos, pero no podía aparentar que los errores no me dolían.

¿Qué si podía seguir mi vida sin él? Yo creo que sí, he aprendido a sobresalir yo sola, con mi esfuerzo y dedicación, más si se tratara de seguir dándoles lo mejor a mis hijos, ellos me mantendrían de pie. Sin embargo, hay algo que tenía muy claro: no me daría una nueva oportunidad en el amor. No soportaría que algo malo volviera a pasar, no quisiera volver a llorar por una desilusión amorosa. Y más porque en el fondo estaba completamente enamorada de Jon Collins, aunque ya no estuviera a mi lado yo siempre lo llevaría conmigo, y eso es lo que más miedo me daba.

En sus oceánicos ojos siempre pude encontrar lo que no me decía su boca. Encontré paz, tranquilidad, algo de locura y diversión, pero sobre todo amor. Fue tanto nuestro distanciamiento que ya ni siquiera se atrevía a mirarme a los ojos y ahora supe por qué. Él no lo hubiera podido ocultar tanto tiempo.

Volví a casa por la mañana, era demasiado temprano, y eso se debió a que en la noche no pude conciliar el sueño. Me tranquilizaba saber que dentro de mí había una fuerza enorme que me ayudaría a salir adelante.

Ya no más derrumbes, ya no más dudas sobre mí misma, ya no más verme al espejo y creer que era insuficiente. Mi amor propio ya no recaía en mis logros, sino en mi valor como persona, en mi valor como mujer.

Llegué hasta la sala y lo vi tendido sobre el sofá. Tenía los ojos cerrados, un montón de hojas lo rodeaban esparcidas en el suelo, su guitarra descansaba sobre la mesa de centro y abrazaba una foto de la familia. El ruido que hice lo despertó un poco porque comenzó a moverse lentamente. Se dio cuenta de mi presencia y se levantó rápido dejando la foto en su lugar.

—Creo que ambos pasamos una mala noche —comenté un tanto seria.

—Todo ha sido mi culpa.

Quise darle la razón, pero sabía que, así como ambos éramos responsables de la felicidad de nuestro matrimonio, ambos éramos igual de responsables de los problemas que en él se presentaran.

—Tenemos que hablar de la decisión que he tomado —contesté al tiempo que caminé para sentarme en el sofá frente a él.

—Sé que merezco que me odies y que no quieras volver a saber de mí. Si tú así lo quieres yo lo entenderé, estoy dispuesto a aceptar lo que tú digas, yo lo entenderé y si quieres el divorcio, te lo daré.

—No, no te odio, jamás podría hacerlo. Quiero que me mires a los ojos y me prometas que no volverás a hacer algo así. Necesito creerte, necesito sentir que no me voy a equivocar al darte una nueva oportunidad. —Las palabras me dolieron al salir.

En ese momento solo existimos él y yo, y la respuesta llegó a mí en el momento en que nuestras miradas se conectaron después de tanto tiempo. Volví a ver al Jon del que me enamoré. Las esperanzas regresaron poco a poco al escuchar su voz prometiéndome no provocar más penumbra.

Acepté a pesar del miedo que sentía, de lo dolida que me encontraba, porque esa opresión en el pecho significaba que lo amaba con todas mis fuerzas. Por eso ardían mis adentros, porque lo amaba más de lo que desearía en esos momentos.




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