Todo por ti

Capítulo 1: Hallie

—Mami, mira otro avión. —mi hijo señala el cielo.

Ama los aviones y yo pensé que no aguantaría un vuelo de dieciséis horas y lo ha llevado mejor que yo. Yo parezco un zombie.

—Sí, Mattia, aquí hay muchos —tomo su mano—. Vamos, tus abuelos deben estar esperándonos.

Él me sigue sin decir nada. Puede ser travieso cuando quiere, pero es un niño muy bueno que no me da problemas.

Regresar a Nueva York luego de cinco años me trae muchos recuerdos que quiero dejar atrás.

Tuve suerte de contar con el apoyo de mis padres, quienes aceptaron que necesitaba un cambio de aire y me apoyaron con mi mudanza a Cape Town, Sudáfrica luego de que me ofrecieran un trabajo en publicidad unos meses después de que mi hijo nació. Si bien, no corría riesgo de cruzarme con Storm quedándome en Nueva York, podría pasar y no quería darle explicaciones y tampoco saber nada de él y de su prometida. En aquel momento, las heridas estaban muy abiertas para soportarlo.

Ya era hora de regresar y tomar el lugar que me corresponde.

Storm debe seguir casado con la mujer que ama, probablemente tengan un hijo y eso está bien porque ya no me duele y lo superé.

Yo me quiero enfocar en la empresa y en mi hijo.

—¡Abuelo!

Mattia suelta mi mano y corre a abrazar a su abuelo. A pesar de que mis padres están aquí, nos han visitado mucho y hablado casi a diario por viodeollamadas, por lo que mi hijo tiene una relación cercana con sus abuelos, así como con su tía Sam.

Papá abraza a mi pequeño y se incorpora para abrazarme.

—Qué alegría que ambos estén aquí y no de visitas.

—También me alegro, papá.

—Abuelo, ¿podemos comprar helado? —suelto una carcajada—. Me dijiste que llevarías cuando llegara a Nueva Lork y me porté bien el avión.

Mi papá sonríe porque está más que dispuesto a malcriarlo y yo estoy cansada para llevarla la contraria.

—Claro, lo compraremos de camino. ¿No te trajiste ningún animal?

Hace una mueca y niega.

—No, quería una jifafa, pero no se puede. Mami dice que no pueden ser mascotas —se encoge de hombros—, pero la tía Sam dijo que me daría un perro.

Ruedo los ojos porque mi amiga es capaz de eso sin importar que le diga que no quiero una mascota, dado que yo me tendré que ocupar de ella.

—Eso es grandioso —mira detrás de mí—¿Y las maletas?

—Terminaron en otro aeropuerto por error y las enviarán al departamento en cuanto lleguen en el próximo vuelo.

—En ese caso, andando.

Papá y Mattia hablan con confianza. Mi hijo le cuenta como estuvo su viaje en avión y papá lo escucha con atención hasta llegar al auto.

Es algo extraño regresar definitivamente, pues apenas vine en dos ocasiones en los últimos años y no me quedé más que un par de días.

Me alegra de estar vuelta a pesar de que extrañaré Cape Town y a las personas que conocí viviendo allá.

Para Mattia fue más fácil porque todavía es pequeño y no había hecho muchos amigos, además, es muy unido a mis padres a pesar de la distancia y está feliz de tenerlos cerca.

Él mira maravillado la ciudad a través de la ventana. Le encantan los edificios grandes y altos. No es fan de la playa y le gusta leer, por lo que se adaptará bien a la ciudad.

Cuando llegamos a casa, mamá nos envuelve en un abrazo cariñoso y aprieta las mejillas de su nieto haciéndolo reír.

—Pasen, pasen —nos empuja con suavidad—. Ana ha preparado un almuerzo saludable y delicioso para ambos. Deben estar cansados, pero primero a comer.

La idea era ir directamente al departamento que le pedí a Sam y a mi madre que se encargaran de conseguir y amueblar, sin embargo, no pude negarme a un almuerzo en casa de mis padres cuando tienen a la mejor cocinera de todos los tiempos.

Mamá pregunta por el viaje y Mattia está feliz de redactar todo en detalle una vez más.

Papá me abraza.

—¿Estás lista para ocuparte de la empresa?

—Me gusta que vayamos a trabajar juntos.

—Por supuesto, no estoy listo para retirarme, sin embargo, el próximo proyecto será exclusivamente tuyo. Es un nuevo cliente y dijo que no tiene problemas en trabajar contigo.

Arrugo el ceño.

—¿Me conoce?

—Le di algunas referencias de la empresa en la que estabas trabajando en Cape Town para terminar de convencerlo. Es un excelente arquitecto y un tipo agradable.

—¿Y con qué debo ayudarlo?

—Trabajaba en la empresa de su familia y se independizó hace dos años abriendo su propia empresa de diseño y arquitectura en sociedad con otro arquitecto. Ha logrado bastante en poco tiempo por sus propios medios; sin embargo, quiere tener más alcance a nivel nacional y luego pensar en internacional. No te preocupes, el lunes te daré más detalles y podrás hablar directamente con él. Creo que van a trabajar bien juntos.




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