—Bebe.
—Gracias.
Agarro la copa de vino que me entrega Sam y la bebo de un trago para que mis dedos dejen de temblar.
Nunca en la vida imaginé que tendría que trabajar con el padre de mi hijo y me afectaría de esta manera. Sé que debería evitar trabajar con él, pero no quería que él creas que me importa. Quise demostrarle que estaba superado y no darle pie a nada.
Me da igual que se esté divorciando, aún sigue casado.
Lo único que me preocupa es Mattia.
—Se casó unos meses después de que terminó contigo con una doctora y llevan unos meses en proceso de divorcio. Dejó de trabajar para su padre y abrió su propia empresa con clientes que se llevó de la empresa de su padre, imagino. No tiene hijos—enarco una ceja—. Bueno, hijos con otra mujer sin contar a Mattia. Tal vez por eso se están divorciando. Ella es pediatra, así que dudo mucho que no quisiera hijos.
Trago con fuerza, le quito la botella de la mano a mi amiga y le doy un trago.
—Otra razón para no decirle sobre Mattia.
—No tienes que decirle nada. Si lo llegara a conocer de casualidad, puedes decir que te acostaste con un tipo cualquiera luego de que él te dejara porque estabas triste, despechada y te embriagaste lo suficiente para acostarte con un desconocido sin usar protección.
—Además, puede que ni me crea. Siempre usamos condón, si bien pudo ser alguna de las veces que se puso el condón hasta el final. Es poco probable, pero no imposible que me embarazara con su presemen o eso dijo la ginecóloga. Yo no tomaba pastillas.
—Y Mattia no se parece en nada a él, es tu fotocopia. Tiene los mismos ojos y el mismo color de cabello que tú. Tal vez tenga los labios del padre, la sonrisa, pero eso no se nota, al menos que le prestes mucha atención y lo pongas al lado de su padre.
Asiento y le doy otro trago a la botella.
—¿Quieres? —extiendo la botella hacia ella.
—No, estoy de servicio. —me señala su placa de detective, de la cual está muy orgullosa desde que la obtuvo hace unos meses.
—Jamás esperé que decidieras olvidarte de la carrera en leyes y convertirte en policía.
Ella ríe.
—Ahora soy detective porque soy malditamente genial—ríe—. La carrera en leyes solo era para seguir los pasos de mis padres, pero no tenía vocación para defender criminales. Prefiero encerrarlos y no liberarlos. Si bien no llegué a ser abogada, los conocimientos me han ayudado mucho en mi trabajo.
—No sé que hacer, Sam.
—Tómate un tiempo para pensar. Trabaja con él y tantea el terreno en cuestión de los hijos para saber que piensa de los niños.
—Le dije que no tocaríamos temas personales. Encima, mi padre lo adora y me informó que está soltero.
Ríe.
—Si tu padre supiera quien es él, se arrepentiría de eso y querría castrarlo. Estaba furioso cuando le contaste lo que pasó. No hizo nada porque te negaste a darle su nombre. Me envió a arrestarlo cuando yo apenas era una novata y tuve que decirle que no sabía quien era.
Reímos.
—Todo estaba bien y yo me sentía feliz de regresar a la ciudad. Tal vez debí quedarme en Cape Town.
—No, ni lo digas. Yo quiero a mi amiga y a mi sobrino aquí. Mis compañeras de trabajo me odian por ser guapa y piensan que me convertí en detective en poco tiempo por hacerle favores a alguien y no porque soy buena investigando y tengo memoria eidética. Aunque me llevo estupendo con los hombres, siempre es bueno tener una amiga que me ayude a no olvidarme de cosas de mujeres. Tus padres están muy felices. No dejes que el gusano de Storm te haga cambiar de opinión.
—Lo sé. Tienes razón—río—. Se atrevió a decirme que nunca jugó conmigo ni fui su diversión. Imbécil. Por más que no engañara a su prometida porque tenía un pase libre, seguía teniendo prometida y no me dijo nada. No fue un encuentro de una noche, fue una relación de un año.
Alza las manos.
—Lo sé, lo sé. Yo estuve ahí. ¿Recuerdas? Cálmate, date unos días y analiza la situación con la cabeza fría. Piensa que es lo mejor para ti y para Mattia, no para él.
Asiento.
—Tienes razón.
—Bien, ya me voy porque el deber llama. Iré a saludar a mi sobrino y te veré luego. Ya sabes que si tienes problemas con el gusano, solo debes llamar y yo me ocupo.
Se levanta y se dirige a la habitación de mi hijo, quien está encantado con tener una tía detective. Le parece genial y no ve la hora de comenzar la escuela para decírselo a todos.
Me despido de mi amiga con un abrazo y regreso a sentarme en la comodidad de mi sofá, olvidándome de seguir bebiendo vino para terminar ebria por causa de mi poca tolerancia al alcohol.
Me da mucho coraje que Storm siguiera adelante con el trabajo sabiendo quien era yo porque debió saberlo antes de la reunión. Y habla con confianza con mi padre como si no hubiera hecho nada.
Y lo peor de todo que, a pesar de la bronca que siento, me sentí atraída por él, como la primera vez cuando lo conocí.