Todo por ti

Capítulo 11: Storm

Desvío la llamada de mamá por quinta vez. No sé que pretende llamándome luego de que me dio la espalda por completo. Me dijo que me amaba y que era su hijo sin importar nada, pero no me apoyó y le dio la razón al cerdo despreciable que no quiero llamar padre, ya no tengo obligación de llamarlo así luego de todo lo que pasó.

La última vez que me llamó fue meses atrás para pedirme que recapacitara con mi decisión de darle la espalda a mi padre y con el divorcio de Kate. Pretendía que yo le pidiera disculpas a mi padre cuando yo no hice nada malo, todo lo contrario. Le dije que esperara sentada porque no iba a suceder.

Si ahora me está llamando no es para saber como estoy o si necesito algo, seguramente para pedirme que intente arreglar las cosas o averiguar si realmente me divorcié o lo hice para molestarlos.

No entiendo para que quiso tener un hijo si no iba a saber cumplir el papel de madre, y no me dio respuesta cuando pregunté.

Guardo el celular y me concentro en hacer mis compras para no volver a llegar a casa y encontrar el refrigerador vacío.

Rydian me pregunto si extrañaba a Kate en casa y me sorprendió saber que no. Ella pasaba mucho tiempo en el hospital y últimamente apenas nos veíamos. Yo aprendí a cocinar y me acostumbré a hacer las compras, mientras que ella odia cocinar y estaba demasiado cansada para ir al supermercado. Yo solía hacer la cena y guardarle comida para que se llevara al trabajo o se calentara al llegar a la casa.

Nuestro matrimonio estuvo marcado por el deber, por una promesa estúpida que nunca debió hacerse. Fuimos casi dos extraños el primer año de matrimonio, luego nos adaptamos a la rutina del otro y nos convertimos en amigos que tenían sexo ocasional y salían de vez en cuando. Era casi como ser compañeros de piso. Tal vez por eso es que no extraño la presencia de Kate.

En cambio, sí extrañé mucho a Hallie cuando la dejé ir. Pasé noches enteras soñando con ella. Incluso el día de la boda soñaba que era ella la que caminaba por el pasillo de la iglesia.

Y cuando creí que la había olvidado, apareció de nuevo y lo tomé como una señal de destino, por lo que no me voy a dar por vencido.

—Un solo chocolate, abuela. Mamá no dirá nada si tú me regalas.

Volteo al reconocer esa dulce voz y sonrío. Mattia está a unos pasos de mí en compañía de su abuela.

El pequeño rubio está mirando los chocolates con las manos entrelazadas como si estuviera rezando, aleja la mirada de los dulces para centrarla en su abuela. Hace la mirada de borreguito triste para que no se pueda resistir.

Empujo el carro de la compra y me acerco. Saco una barra de chocolate que imagino que es la que quiere Mattia, o al menos eso creo porque tenía la mirada fija ahí.

—Te lo regalo si recuerdas mi nombre. —exclamo, atrayendo la atención de ambos.

—Hola. ¿Haciendo compras?

Asiento.

—Sí, llegué a casa y no tenía nada para preparar.

—¿Cocinas? —vuelvo a asentir y ella sonríe—. Ya me agradas más que antes—mira a su nieto—. ¿Y bien, Mat?

El aludido frunce el ceño y se pone serio. En serio no le caigo bien y me parece divertido.

Lo cierto es que no quiero ganármelo para acercarme a la madre, sino porque él me agrada. Me gusta esa vena protectora e intensa que tiene por su madre, aunque algunos podrías decir que es algo tóxica.

Y entiendo que el pequeño es muy importante para Hallie y estar con ella significa aceptar a su hijo aunque sea de otro hombre.

—No sé.

—¿No sabes mi nombre? —niega con la cabeza y abraza la pierna de su abuela—. ¿Tú sabes, abuela?

Ella ríe.

—Sí, ella sabe mi nombre, pero tú debes saberlo.

Él toma aire y lo expulsa.

—Sigues siendo…—relame sus labios—. Storn.

Sonrío, complacido.

—Es Storm, pero te perdono el error de la letra porque eres pequeño—coloco el chocolate en el carro—. Te lo daré en la caja una vez que paguemos.

—Vamos a pagar, abuela, así me da mi chocolate.

—Aún me faltan comprar un par de cosas.

—Los acompaño y hablamos, y Mattia no piensa que lo he engañado.

Le sonrío y parece querer devolverme la sonrisa, pero no lo hace. Es duro y respeto eso.

Pamela me confiesa que no es muy cocinera, pero le gusta hacer compras porque la relaja y le pareció una buena idea para sacar un rato a Mattia que no es muy fan de jugar en el exterior, prefiere quedarse adentro leyendo o jugando algún juego de mesa. Me dice, en voz baja, que cree que le falta una figura paterna para que lo lleve al parque a jugar con la pelota o hacer cosas de hombres.

—Parece que hacía muchas cosas con el tal Hakim.

—Lo llevaba de paseo en su jeep a ver animales en el parque Krueger o al acuario. No es que hacía mucho con él. Como dije, necesita más motivación.

—Yo también era así de pequeño. Comencé a cambiar tras el comienzo de la escuela primaria y me hice sociable en la preparatoria. Hay que darle tiempo.




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