Todo por tu culpa

Capítulo 3. Créeme, vale la pena

La cocina vibraba con energía: las ollas chocaban entre sí, las puertas de los armarios se abrían y cerraban con rapidez, y el altavoz de Sophia inundaba el espacio con su playlist favorita. Tarareaba distraídamente mientras se movía con ligereza de una encimera a otra, cortando verduras, removiendo algo en una olla sobre la estufa y dando pequeños pasos de baile, como si fuera una extensión natural de aquella cocina.

El aire estaba impregnado de aromas intensos: ajo dorándose y hierbas frescas que se mezclaban armoniosamente con la música rítmica que resonaba desde la pequeña bocina que había traído consigo. Para Sophia, cocinar no era solo una tarea cotidiana, sino una celebración, un momento para relajarse, liberar energía y llenar la casa de vida. Esa noche había decidido preparar la mejor cena posible, como si esperara que una buena comida ayudara a disipar la tensión que se había acumulado entre ella y Jackson en los últimos días.

Lo que no sabía era que, en ese mismo instante, Jackson estaba en su despacho, luchando por concentrarse en el trabajo. Su habitual enfoque inquebrantable se veía interrumpido por la música a todo volumen y el estruendo ocasional de la cocina. Cada sonido lo alejaba de su importante proyecto. Al principio intentó ignorarlo, cerrando la puerta para amortiguar el ruido, pero ni siquiera eso fue suficiente. La energía caótica de Sophia se filtraba en su espacio, desafiando el orden que tanto valoraba.

Se reclinó en su silla, cerrando los ojos mientras los ritmos de la música martilleaban en sus sienes. Para él, no era solo cuestión de ruido. Era una invasión. Su hogar siempre había sido un santuario de silencio y armonía, donde todo tenía su lugar y cada momento era predecible. Pero desde que Sophia apareció, ese equilibrio sagrado se había tambaleado. Hoy sentía que estaba al borde del colapso.

Finalmente, tras lo que parecieron minutos interminables de estrépito, Jackson apartó su silla con un movimiento brusco y se puso de pie. Su paciencia había llegado al límite.

Sus pasos apenas se oían sobre el suelo de madera pulida, pero su postura rígida delataba sus emociones. Sus manos se cerraban en puños y su mandíbula estaba tensa cuando llegó a la cocina. Se detuvo en la entrada, observando la escena que tenía ante sí.

Sophia estaba en plena efervescencia culinaria. En una mano sostenía una cuchara con la que removía enérgicamente el contenido burbujeante de una olla, mientras con la otra se movía al ritmo de la música, totalmente absorta en su propio mundo. Ni siquiera notó su presencia. Llevaba puesta una camisa suelta y colorida, combinada con unos jeans rotos por las rodillas. Su corto cabello caía sobre sus ojos mientras se movía con entusiasmo.

La cocina —su cocina— parecía un campo de batalla: ingredientes esparcidos por las encimeras, ollas y sartenes amontonadas sin orden alguno, y el suelo cubierto con una ligera capa de harina bajo sus pies.

Jackson se quedó inmóvil, contemplando el desastre con una mezcla de incredulidad e irritación. Esto no debería estar pasando. No en su casa.
— ¡Sophia!

Su voz, grave y firme, cortó la música como una cuchilla.

Sophia se congeló a medio paso y se giró lentamente hacia él. Al ver a Jackson con los brazos cruzados y una expresión de evidente desaprobación, agarró rápidamente el altavoz y bajó el volumen. Sin embargo, no pudo evitar un leve gesto de fastidio al rodar los ojos.

— ¡Hola! — dijo con entusiasmo, sin que la sonrisa se desdibujara ni un instante—. La cena está casi lista. Llegaste justo a tiempo.

Su mirada pasó de su rostro radiante al caos que la rodeaba y luego volvió a ella. Jackson permaneció impasible.

— ¿Podrías hacer esto con menos ruido? Estoy tratando de trabajar.

Sophia apartó la mirada, algo incómoda, y luego sonrió con inseguridad, aunque parecía más un intento nervioso que una reacción genuina.

— Oh, vamos, es solo música. Siempre cocino con música, hace que todo sea mucho más divertido.

— ¿Divertido? — repitió Jackson con voz plana—. No se trata de diversión, Sophia. Con todo este ruido, no puedo concentrarme.

Ella frunció el ceño, dejó la cuchara sobre la encimera y suspiró, apoyando las manos en las caderas.

— De verdad, Jackson, deberías relajarte un poco. Es solo una cena. No hace falta hacer un drama de esto.

Jackson se pasó una mano por el rostro, sintiendo cómo la frustración hervía en su interior, aunque hacía todo lo posible por contenerla. Pero la combinación de ruido, desorden y su actitud despreocupada estaba poniendo a prueba los límites de su paciencia.

— No se trata solo de la cena — dijo con frialdad—. Mira este desastre. No llevas ni una semana aquí y ya parece que ha pasado un huracán.

Sophia recorrió la cocina con la mirada y luego volvió a fijarse en él con una leve sonrisa.

— No es para tanto. Lo recogeré cuando termine. Es parte del proceso, ¿sabes? No se puede cocinar sin dejar algo de desorden.

— Tal vez para ti no sea un problema — respondió Jackson, entrecerrando los ojos—. Pero esta es mi casa, y aquí se deben seguir ciertos estándares.

— ¿Estándares? — repitió Sophia con un matiz desafiante en la voz, sin molestarse en ocultar su indignación—. ¿De verdad estás molesto porque no logré mantener una limpieza impecable mientras cocinaba la cena? Relájate, Jackson. La vida no siempre es perfecta.

La irritación de Jackson crecía a cada segundo. Dio un paso adelante y habló con un tono bajo, pero cargado de tensión.

— No se trata del desorden, Sophia. Se trata de respeto. Eres una invitada en esta casa, y espero que respetes mi espacio.

Los ojos de Sophia se abrieron un poco más, y por un instante, un destello de ofensa cruzó por ellos. No tenía la intención de faltarle al respeto. Solo estaba intentando sobrellevar la situación, aportar algo de calidez y alegría a un ambiente que le parecía insoportablemente estéril.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.