Declarados unidos en matrimonio, reían felices Alexander y Emperatriz, parecían muy conformes.
Él se sentía dueño del mundo cuando sus objetivos era más que claros.
Ella albergaba amor verdadero, amor del bueno y del bonito sintiendo venir que la vida le sonreía con una gran historia.
Los abuelos de ambos reían a carcajadas de haber logrado verlos unidos, aunque estaban siendo engañados.
El abuelo de ella estaba orgulloso, nunca perdonó que su única hija fuera amante de un hombre casado, pero de esa relación nació su pedazo de Cielo, de allí todo el que la amaba, la llamaba Cielo.
El abuelo de Alexander era más atrevido, veía en Emperatriz poder, autonomía, rigidez, un gran potencial para los negocios y una preparación única siendo egresada con honores de las más prestigiosas universidades.
Sin embargo, éstos atrevidos abuelos no estaban conformes porque solo se casaron por las leyes de los hombres, y no entendían porque la juventud era tan arbitraria de no buscar la bendición de Dios como si en mente los matrimonios llevaban fecha de caducidad.
Alexander estaban claro que era un matrimonio arreglado por ellos mismos, y que no era para toda la vida, sabía que un día se daría la separación, lo que desconocía era la causa, y que el divorcio traería sentimientos encontrados, todo por un amor que los unirá para toda la vida.
Editado: 07.04.2023