Todo Por Un Amor

VI Todo o nada

Los días marchaban aparentemente tranquilos para Alexander,  él se sentía preso de sus recuerdos cuando Emperatriz lo asesoraba en los   negocios.

—¡Veo que no estás concentrado señor Davis! —dijo imponente Emperatriz — ¡Así no trabajo, y ésto es importante, es mucho dinero lo que está en juego! —Alexander nada respondió solo la miraba en su pose tan altiva y formal— ¡No seguiré perdiendo mi tiempo! 

—¿Puedes bajarle un poco a tanta formalidad? Entiendo perfectamente lo que me dices, solo que no estoy acostumbrado a escucharte hablarme como si no me conociera...

—Asi es Cielo — interrumpió Fernando — todo era diferente, antes no estabas tan seca y distante, yo creo...

—Lo siento...no puede ser de otra manera, pronto tendrán un nuevo asesor para que se sientan a gusto.

—Cielo...

—Emperatriz —dijo ella con imposición interrumpiendo a Alexander.

—Ya acepté que no quieres ser más mi amiga, entendí que tienes razón, no te merecía. Lo que no puedo entender es que quieras huir...

—¡No huyo! ¡Jamás lo hago, pero quiero sentirme a gusto en una empresa en donde yo haga mi trabajo y el jefe este ubicado en el plano real.

—Ahora resulta que no me ubico en lo que estoy haciendo — respondió con enfado— ¿Acaso soy un idiota que no le importa el negocio solo porque tú lo crees así?

—Lo dijo usted, quizás si usaras un poquito más la inteligencia se daría cuenta que sus acciones me corren aún más...tome en cuenta sus argumentos y sus realidades para cuando me vea en la competencia —dijo recogiendo los materiales de su exposición.

—¡Ya va Emperatriz Jones! ¿De ésto se trata? ¿Vas a irte con esa gente después que hemos trabajado fuertemente para multiplicar las ventas por encima de las de ellos?! 

—¡Pues tú decides! ¡Deja de hacerme perder el tiempo si quieres que este negocio siga creciendo,  de ésto depende mis ganancias, y yo siempre apuesto a ganar, eso sí debes saberlo bien! 

—Volvamos al trabajo señorita Jones —dijo muy serio— a mí también me importa ganar.

—Licenciada está bien.

—¡Okey licenciada...haga su trabajo entonces que para eso se le paga!

—Idiota de mierda — espetó entre dientes Emperatriz.

—¡¿Qué murmuraste?! ¡Eres una atrevida!

— ¡Perdón! ¡¿Qué les pasa a los dos?! ¡No es sano trabajar así —dijo desconcertado Fernando — ¡Es que no puedo creerlo!

—¡¿Quieres irte de esta empresa?! ¡Hazlo de una vez licenciada Jones, créeme que usted no es tan importante como se  cree!

—Fernando, disculpa —dijo Emperatriz tomando su maletín ejecutivo y se dispuso a salir— con permiso.

—¡¿Te vas?! — preguntó Alexander poniéndose de pié.

—¡En algo tienes razón, eres un gran idiota! — aseguró furiosa. 

—¡¿Por qué?! ¡Ven y dímelo aquí! ¡¿Acaso no tenemos derechos a equivocarnos, o debo complacerte?! — gritó Alexander ante la indiferencia de Emperatriz, y se descubrió cansado — Siento que la odio...

Al verla retirarse Fernando se levantó y fue directo a la puerta, la cerró y volvió.

—Alex, primo...¿Enloqueciste o qué?

—¡¿Escuchaste cómo me llamó?! ¡¿Tú crees que debo aguantarme que ella me falte el respeto de esa manera y en mi trabajo?!

—¡¿Tú te has escuchado Alexander?! ¡Es Cielo, no es diferente, es mujer y está dolida, tú le hicistes daño! La engañaste...¿Acaso no te importa que se vaya? Yo no veo ésto bien...es cierto que eres bueno en los negocios pero a ella la necesitamos.

—Lo sé...no tienes que decirlo...

—Ve a arreglarlo antes que sea demasiado tarde, ella se va y el abuelo tuyo nos corta la cabeza.

Alexander salió decidido a buscar a Emperatriz aunque no era lo que deseaba en ese momento, estaba furioso pero, debía buscar un equilibrio para mantener estable los negocios ya que su vida era un desastre. Estaba claro pero no admitía tener que bajar la cara.

—¿Señor adónde va? —dijo la secretaria de Emperatriz y éste la miró con enojo y prepotencia— Creo que...no es buena idea que entre sin avisarle a la licenciada.

Haciendo caso omiso entró y vió el maletín tirado en el piso, la escuchó toser en el bañó y se acercó a la puerta.

Emperatriz devolvía lo que había desayunado, arrodilladada en la taza de la poceta se sentía ahogada.

Alexander la escuchó y de inmediato trató de girar la manilla de la puerta pero se detuvo.

—¿Emperatriz estás bien? — preguntó y ella sin contestar se puso de pié, rodó el bajante y fue directo al lavamanos, mojó su rostro como si fuera a calmar aquel espasmo de dolor seco en el estómago con un mareo que le ocasionaba una frialdad— Contesta o voy a entrar...

—¡Vete... estoy bien!

—Okey —dijo y se acercó a la puerta de salida, la abrió y de momento lo pensó mejor, se detuvo cerrando mientras permanecía en la oficina.

Emperatriz salió del baño con una toalla impregnada en alcohol en el rostro como si lo secara.




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