«¿Te gustaría tener una familia totalmente disfuncional? ¿De esas que solo se pueden encontrar en esos barrios más peligrosos de una ciudad? Pues si es así estás en tu día de suerte.
Mi madre: no puede haber señora más cariñosa y cálida en el mundo *nótese el sarcasmo*. Hasta Cruella de Vil le temeria de haberla conocido. Es fría, brusca, sin sentimientos, no sabe decir ni un por favor ¡Y PEOR aún un gracias! Esa palabra simplemente no está en su vocabulario cuando es de tratar conmigo.
Mi querida hermana mayor, Juliette *nótese el sarcasmo nuevente*: Es una chica totalmente perdida... Se quedó de año un sin número de veces... Y los profesores la pasaban sólo por las "generosas pagas" que les daba. No había noche en la que ella pase en casa y no de fiesta, en la discoteca o cualquier otro lugar. Y no quiero hablar de con cuántos chicos ha pasado la noche... Actualmente no la veo mucho y es un alivio eso... ¡Y lo más jodido es que mamá la adora! Me pudre realmente eso.
Mi papá o Papi: Es el único ser humano comprensivo y pensante en esta casa. Lo amo. Mi vida sin él sería un caos. Me llama «Mi pequeño saltamontes», me encanta que me diga así. Es el mejor papá del mundo. Cuando estoy triste siempre me llena de abrazos y cosquillas. Y me compra mi helado favorito... Es lo único que me motiva a seguir en esta porquería de casa.
Y por último estoy yo, Débora, la segunda y última hija: No soy perfecta lo acepto. Pero ninguna cosa que haya cometido ahora o en mi pasado se merece vivir en sufrimiento constante. Tengo 17 años. Y la verdad desconozco a mi familia, a excepción de mi padre como ya había dicho antes. Trato de estudiar y cumplir mis obligaciones del colegio aunque lo admito, lo odio. Me gusta la música y jugar fútbol. La música es lo que me teletransporta lejos de los constantes malos tratos de mi madre.
Y bueno esa es mi desastrosa familia: una hermana mayor que anda de regalona, una madre sin sentimientos conmigo y cruel y un padre que me mantiene estable y no al borde de la locura y depresión.» Leí lo que acababa de escribir. Hice una mueca de desagrado, no me gusto, demasiada sinceridad para una simple tarea del colegio. Arrugue la hoja haciéndola una bola y la tire hacia atrás al piso. Era el noveno trabajo que botaba, empezaba uno decidida a ser una hipócrita para no dejar tan mal a mi familia pero no podía, la sinceridad se me salía hasta por los poros.
Suspire tomando valor y fuerza para volverme una hipócrita por unos segundos aunque no me guste y releí las sencilla pregunta que tanto me complicaba la existencia en este momento: Describe a tu familia.
No entiendo para qué diablos escogí el tema de la vida en familia en participación estudiantil si lo detesto. Supongo que me deje llevar por Anna, mi mejor amiga, que no dejaba de mencionar que era el tema más fácil de todos.
Una vez con el suficiente valor y fuerza reunido empecé a describir falazmente al estereotipo de familia perfecta: Madre estupenda y cálida, padre trabajador y afectivo y hermana mayor molestosa pero que se preocupa por ti... La familia que yo desearía tener.
Las lágrimas corrían por mis mejillas a medida que escribía sobre esta perfecta familia. ¿Por qué mi familia no podía ser así? ¿Por qué mi madre me detestaba tanto? ¿Qué fue lo que pasó con mi hermana para que ahora sea así?. El grito de mi nombre desde fuera de parte de mi madre me sacó de mis pensamientos. Me fijé en lo que había escrito, estaba bien. El único problema era que a medida de que el texto avanzaba mi letra se volvía más temblorosa y descuidada pero podía poner la excusa de que me dolía la cabeza.
-¡Diablos, Débora Liliana te estoy llamando! ¡Deja de perder el tiempo en pendejadas y ven!
-Mierda. Me olvidé- dije levantándome de golpe asustada mientras tiraba la pluma y salía apurada del cuarto.
Ahora sí había despertado a la fiera. Se supone que lo que suelo evitar es provocar problemas con mamá. Empecé a entrar al comedor de donde provino la voz furiosa de ella.
-Lo-lo siento... Yo e-estaba haciendo ta-tareas- tartamudeé caminando atenta y lentamente.
El lugar estaba muy silencioso y parecía vacío pero la voz de mamá provino de aquí. No me fiaba, estaba preocupada y sentía esa horrenda sensación de como si estuviera en una película de terror. No es que sea exagerada pero conocía a mi madre y aún con diecisiete años le tenía miedo y ponía mis nervios de punta.
De repente el perturbador mutismo fue bruscamente interrumpido por el sonido del impacto de un golpe directo a mi mejilla. Mi madre salió de quién sabe dónde y me aventó una bofetada que me hizo retroceder unos pasos para recuperar equilibrio y no caerme de lo fuerte que había sido.