Todo se cura, hasta el corazón

III

SIRIANA

De chiquita hice muchas tonterías, de las cuales, ahora me arrepiento. Seguro no entiendas mucho lo que está pasando, porque para mí es algo raro y a la vez increíble que Noah haya vuelto. De cierto modo, agradezco que no me recuerde, mi "enamoramiento" fue algo obsesivo y loco. Pero una parte de mí me encantaría que me recordase, será porque tengo un poco la emoción de decir: "A este chico lo conozco y fue mi vecino". Aunque no me recuerda, y prefiero dejarlo así; no pienso tampoco decirle nada, no todavía.

 

Cuando yo tenía diez años, un día de verano, llegó una familia a mudarse a la casa que está al lado de la mía. Todo normal. Ya con sólo ver su auto te podías dar cuenta de que era una familia que estaba bien económicamente. Del auto bajó una mujer muy hermosa y joven, con su marido y un niño rubio. Ese niño se llama hasta la actualidad, Noah Baker. A todo esto, yo miraba todo desde la ventana del cuarto de mi mamá. Parecía esas señoras chusmas que saben casi  todo lo que pasa en el barrio; aunque no estaba sola, mi abuela y mi mamá se encontraban junto conmigo. El caso es que Noah me encantó desde la primera vez que lo vi. Todo de él me encantaba; su cabello rubio, sus ojos color miel y también su cara de traste, cosa que lo caracterizaba a la perfección.

 

—Fua, es hermoso —solté al verlo. Cuando me di cuenta de lo había dicho, giré mi cabeza hacia mi mamá y la abuela, ambas me miraban por mi comentario—. El au-auto, hablo del auto —aclaré nerviosa.

 

Desde ese día, comencé a comportarme de manera extraña, palabras textuales de mi abuela. Me acuerdo que iba hasta el cuartito de arte de mi mamá, que se encuentra en el segundo piso de mi casa, porque desde ahí podía ver la habitación de Noah. Pasaba todo el tiempo viéndolo hacer cosas de chicos. De vez en cuando, venía Virginia —que en ese entonces era mi mejor amiga—, y la obligaba a que se quedara observando el cuarto de Noah conmigo. Eran horas y horas viendo qué estaba haciendo. Es más, también recuerdo que cada vez que llegaba de la escuela, miraba hacia la puerta de su casa por si llegaba a salir o entrar. Yo sólo quería verlo. Y no crean que él no se dio cuenta de mi enamoramiento.

 

Un día hasta estuve dispuesta a revisar su basura para ver si encontraba algo. Qué psicópata que era. Yo entendí el comentario de Virginia cuando dijo que se disculpaba por si yo le había dejado algún trauma o si me le había insinuado; eso dejó bastante claro de que Virginia lo recordaba. Lo que me sorprendía era que él no lo hiciera, semejante niña obsesiva no es fácil de olvidar, o eso creía yo hace un par de horas.

 

Ayer hasta pensé en intentar no cruzarme nunca con él, esperaba que no estuviera en el mismo curso que yo… y no tuve suerte. Bueno, con todo eso, me sorprendió que me haya defendido; y no sólo a mí, sino también a Virginia. No supo qué decir en ese momento.

 

—Ella no se me insinuó, yo le pedí que me acompañe, en todo caso que me disculpe Siriana a mí si le causé algunas molestias o algo parecido —responde Noah. No lo esperaba.

 

Realmente no me recuerda.

 

—Bueno, basta, vamos a ver lo de las remeras, ya perdimos mucho tiempo —expone el delegado del curso.

 

Le hacemos caso y comenzamos con el tema de las remeras y las camperas.

 

—¿Qué pasó con nuestras remeras? Hace ya dos meses que las estamos esperando —pregunta Virginia molesta.

 

Con Zai nos miramos y ponemos los ojos en blanco.

 

—Me dijeron que la iban a traer entre mañana y pasado —contesta el delegado. Saca su mirada de ella y la fija en mi vecino—. Noah, yo ya sabía que venías porque ayer se comunicó en director conmigo, así que pedí que te hicieran la tuya, solo tenes que pasarme tu talla. Eso sí, tu remera va a llegar más tarde. Después te digo el costo de ella y la campera.

 

—Ni le preguntaste si la quería o no —Suelta Julián y se ríe. Por primera vez, tiene razón.

 

—Lo sé, pero hablé con el muchacho este de las remeras y me dijo que podía cancelar el pedido si no la quería.

 

Ah, ahí está mejor. Ya veo que Noah no quería nada de eso y lo obligaban a pagar algo que él no quisiera.

 

—¿Qué es eso de las remeras? —Interrumpe mis pensamientos Noah, con el entrecejo fruncido.

 

—En nuestro último año solemos usar una remera y campera totalmente distinta al uniforme, con nuestro nombre y el año —le informo, a lo que él asiente con una sonrisa—. Después te voy a mostrar las demás remeras que tienen los otros chicos de quinto.

 

Noah vuelve a asentir sonriente por lo que le acabo de decir. No puedo creer que le haya propuesto eso, y yo que no me lo quería cruzar.

 

—¿Vas a querer ambas prendas? —Le pregunta el delegado a Baker.

 

Todos nos giramos a mirarlo esperando su respuesta.

 

—Sí, creo que no hay problema —comenta.

 

××♡××

 

Termina la clase con la profesora de escritura creativa y comienzo a guardar las cosas en mi mochila.

 

Creo que no conté casi nada de mí. Me voy a presentar: me llamo Siriana Gómez, tengo dieseis años —dentro de poco cumplo diecisiete— y soy de Rosario, Argentina. Me gusta la escritura, es por eso que hace un par de años atrás, decidí entrar a esta escuela con la que antes era mi mejor amiga, Virginia. Esta escuela es genial, porque hay personas de distintos países estudiando lo que les gusta, desarrollando sus talentos y aprendiendo más de ellos.

 

Dentro del colegio hay cuatro quintos, porque somos tantos los que se anotan acá, que tuvieron que dividirse.

 

5to A: Teatro y danza.

5to B: Fotografía y pintura.

5to C: Música, literatura y fútbol.



#29828 en Novela romántica

En el texto hay: amor, dios, cristiana

Editado: 13.11.2020

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