SIRIANA
Veo como Noah sube al colectivo. ¿Sabrá en dónde bajarse? Espero que sí.
Se preguntaran por qué no me subí al mismo colectivo que él si somos vecinos. La respuesta es sencilla; Noah no me recuerda, y si se llega a enterar que somos vecinos, se va dar cuenta que soy yo. Lo que me sorprende un poco es cómo no se acuerda si escuchó mi nombre y apellido. Esa pésima memoria no se la robo.
Sé lo mal que me hizo sentir él hace unos años atrás; sin embargo, el tiempo pasó y no puedo guardarle rencor. Éramos niños, ¿vale la pena guardar bronca? El problema de hoy en día es que desde ese momento en que nos lastiman, se forma una raíz de amargura que va creciendo durante los años, y creés que lo superaste, hasta que esas persona te vuelve a hablar y sentís ese mismo enojo que cuando te lastimó. Si no arrancamos esa planta desde la raíz, es imposible que podamos vivir con tranquilidad, porque cada vez que tengamos a esa persona cerca nuestro, nos vamos a vivir amargando. A veces la respuesta está en perdonar y dejar que ese dolor se vaya; al fin y al cabo, el que la pasa mal es uno, no el otro. No es fácil, lo sé, pero tampoco imposible.
Me tomo el cole y me pongo la música a todo volumen con los auriculares, obvio; y me sumerjo en el mundo de las letras de esas canciones. Sin darme cuenta, casi me paso de la parada en la cual tengo que bajarme. Camino hasta la esquina y cuando el semáforo da en rojo, cruzo la calle. Cuando estoy cerca de la casa de Virginia, veo que está saliendo Noah de su casa. No lleva el uniforme, sino una ropa común y corriente.
Él no me tiene que ver. Corro tan rápido como puedo hacia el supermercado de los chinos que está en la esquina de la cuadra y me dirijo a la sección de lácteos. Al ver que un chino me ve de manera sospechosa, agarro un queso untable y hago que miro su fecha de vencimiento. Después de unos dos minutos, el chino se va hacia otro lado y yo aprovecho para dejarlo en su lugar. Camino por los pasillos para salir e irme a mi casa; pero al querer ir por la sección de limpieza, visualizo a un rubio con una botella de lavandina en la mano. Me alarmo demasiado y paso ese pasillo casi como Flash.
Voy a la caja para que no sospechen de mí, agarro una bolsita de caramelos de gomitas y le digo a la china que me cobre eso.
—Veinte pesos —dice ella.
¿Veinte pesos una bolsita con un par de caramelos? Decime que es broma.
—¿Por qué tan caro? -pregunto sorprendida.
—No es caro —contesta ella.
Con una indignación más grande que mi casa le doy los veinte pesos; al tomarlo la china, tiene que hacer fuerza para sacármelos, pero lo logra. Chau billete de veinte pesos, fue muy lindo tenerte en mi bolsillo, mami te va extrañar.
Agarro la bolsa de gomitas y las voy comiendo indignada mientras entro a mi casa. Saludo a mi familia y ofrezco caramelos por si alguien quiere; como siempre, mi mamá agarra un par. Ella es amante de lo dulce.
Tiro mi bello cuerpo en la cama y suspiro cansada. Che, nunca pensé que iba a ser difícil tratar de evitar a una persona que vive al lado de tu casa. No sé por cuánto tiempo voy a tener que hacer esto.
Agarro mi celular y entro a Instagram, ¿tendrá una cuenta Noah? Busco a mi vecino y lo encuentro. Tiene muchas fotos de él con una pelota de fútbol, un equipo que debe ser de fútbol y con la familia. Miro la descripción de algunas fotos y observo que tienen versículos bíblicos.
—¿Es cristiano? —pregunto para mí misma— Y siguen las sorpresas.
—¿Quién es cristiano? -pregunta mamá de pronto interrumpiendo la paz que había en mi cuarto.
¿Nadie toca la puerta en esta casa?
—Che, mami, ¿sabés que hay una puerta?
—Estaba abierta —contesta ella. Se sienta en el borde la cama y me mira—. Con papá pensamos invitar a los vecinos a comer a casa.
Me levanto de golpe de la cama asustando a mamá.
—¡¿Qué?!
Ellos no los pueden invitar, si lo hacen, Noah va a descubrir quién soy.
—¿Qué te pasa? —pregunta ella mirándome raro.
—Nada, mami —¡Creo que me está por dar un paro cardíaco!—. ¿Para cuándo es la invitación?
—Para mañana a la noche —Sus ojos me examinan. Estoy segura que cree que estoy loca.
Esperá, ¿dijo mañana a la noche? Mañana trabajo después de la escuela. Una sonrisa así como el del Joker se me dibuja en la cara.
—Bueno, hija, como me das miedo, me voy.
Ella se levanta de mi cama y se va.
No le dije que iba a trabajar mañana a la noche porque seguro iba a cambiar de día con tal de que yo esté en la cena. Mi plan es este, voy a la escuela, dejo que Noah se tome otra vez el colectivo solo, yo me voy al trabajo y le mando un mensaje a mi mamá cuando ya esté en la casa de los niños que cuido que no voy a poder cenar con ellos, así hay menos posibilidad de que me mate. Espero que todo salga conforme a mi plan.