Todo se cura, hasta el corazón

X

NOAH

Dormí tan poco anoche que tengo unas muy notables ojeras. Ya parezco un mapache. Aunque no me molesta llevar las ojeras del tamaño de un camión por el simple hecho de haberme quedado hasta las cinco y media de la madrugada hablando con Siriana. Luego de que habláramos sobre ese tema, nos quedamos charlando sobre las cosas que nos gustan, nuestros anhelos y sueños. Se nos había hecho tarde y debíamos dormir, así que acordamos hacer lo mismo al día siguiente; hablo de juntarnos en su terraza y contarnos más cosas, como cuando vamos a la biblioteca y nos tomamos un tiempo para bromear. Obvio sin hacer mucho ruido porque después de todo estamos dentro de una biblioteca. Me preparo para ir a la escuela y le mando un mensaje a Siri para que vayamos juntos al colegio.

 

Siri:

Dale, estoy por salir.

 

Saludo a mi mamá y también le dejo un beso en la panza.

 

—Hasta luego, hermanitos —digo en voz baja. Sé que es algo raro, pero es como si ya sintiera que están con nosotros; no veo la hora de que ellos nazcan.

 

Salgo, y al hacerlo me encuentro a Siri. Ella hace un gesto con la mano saludándome y yo hago lo mismo.

 

—Así que vos también tenes ojeras al igual que yo —es algo muy obvio, aunque de seguro lo dijo como para sacar conversación. Yo sólo le sonrió y asiento con la cabeza.

 

—Me muero de sueño —paso mis manos por la cara. Realmente estoy cansado. Estoy que me caigo del sueño.

 

—Yo también tengo sueño —hace un puchero; qué tierna se ve haciéndolo. No me percaté que me la quedé viendo, hasta que ella vuelve a hablar—. ¿Nos tomamos el cole?

 

Yo asiento con la cabeza y nos vamos para el colegio.

 

SIRIANA

 

Zai sigue algo molesta conmigo, me habló hoy algo seca. Tengo que contarle todo lo que pasó, el tema es que no puedo porque Noah está todo el tiempo con nosotras; por ende no puedo hablar con ella.

 

Y la oportunidad se presenta, cuando ese chico Kevin —si es que no me equivoco— lo llama. Ahí aprovecho y le toco el brazo. Zaida se gira seria y con poco ánimo.

 

—Ya le dije toda la verdad.

 

Su cara se transforma por completo, ya no hay rastros de alguien enojada.

 

—¿Cuándo se lo dijiste, cómo? ¿Reaccionó bien? -pregunta con emoción.

 

—Resulta que ayer lo descubrió cuando vino a mi casa con la familia a comer.

 

Suelta el aire molesta.

 

—Te dije que iba descubrir tu mentira, vos no me hiciste caso —suelta la muy mala.

 

—Ya sé que me lo dijiste, Zaida, dejá de echarme en cara que tenías razón —Me cruzo de brazos haciéndome la ofendida.

 

—Bueno, sí, ya fue —Hace un ademán con la mano como si lo que acaba de decir no tenía importancia-. ¿Cómo reaccionó, se enojó o qué onda?

 

—Al principio sí, no cruzamos palabras en toda la noche —Arranco un poco el pasto bien cuidado del patio de la escuela y juego con él pasándolo de mano en mano—. Y a la madrugada le mandé un mensaje para que habláramos; Noah me propuso para que lo hagamos en la terraza y yo acepté.

 

Zaida abre la boca sorprendida. No se esperaba que le contara todo esto; y pensándolo bien, yo tampoco me lo creo. Jamás se me pasó por la cabeza que esto me podía llegar a pasar, estar con un chico en mi propia terraza, compartiendo una brazada mientras charlamos de cosas importantes para nosotros.

 

—¿Los dos solos estuvieron en la terraza? —Asiento con la cabeza y a ella se le escapa un gritito lleno de emoción. Le digo que baje el volumen y que de paso también lo haga con su tonta emoción— Es que vos no lo entendes, ¿vos sabes lo que significa eso?

 

Arrugo el entrecejo sin entender a qué se refiere.

 

—No, ¿qué significa? Por favor, señorita Martínez, ilumínanos con tu sabiduría —digo burlándome.

 

Ella hace caso omiso a mi sarcasmo y me responde:

 

—Que voy a ser testigo muy pronto en tu boda.

 

Ay, por favor, díganme que lo que acaba de decir es broma.

 

—No hagas bromas tan bobas, Zaida.

 

—No es una broma, lo digo en serio.

 

Me la quedo viendo con los ojos entrecerrados para ver si encontraba algún rastro de burla, pero no.

 

—No es por nada, pero yo que vos no me emociono, porque eso no va a pasar, con Noah sólo somos amigo.

 

—Vamos a ver qué pasa más adelante —contesta. Le voy a responder, sin embargo, la conversación termina ahí, porque mi vecino llega hasta nosotras.

 

××♡××

 

Apoyo mi oreja en la puerta para ver si escucho a alguno despierto; cuando no oigo nada, abro la puerta y subo las escaleras hasta el taller de mi mamá. Abro la ventana y salgo a la terraza. Esta vez fui más inteligente y me traje una frazada además de mi campera. Al salir, ahí ya estaba Noah sentado con dos tazas, ¿qué habrá adentro de ellas? Camino hasta él y me siento a su lado. Me cubro con la brazada para mantenerme más calentita, hoy hace mucho más frío que ayer.

 

—Hola —saluda sonriente. Me extiende una taza y yo la tomo con ambas manos—. Hice café para mantenernos un poco más despiertos y para también calentarnos, ¿te gusta el café? Creo que debí preguntarte antes.

 

Ay, qué tierno de su parte que hiciera esto.

 

—Sí, me gusta, no te preocupes —lo tranquilizo—. Muchas gracias.

 

—No hay de qué.

 

Le doy un sorbo al café y miro el cielo. No se ve ninguna estrella, solo nubes y apenas sí se nota la luna; lo único que nos ilumina es ella. Qué hermosa noche.



#29820 en Novela romántica

En el texto hay: amor, dios, cristiana

Editado: 13.11.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.