Todo se cura, hasta el corazón

XIV

SIRIANA

Me pongo la pollera de la escuela y fijo mi vista en el espejo. Después de la charla con mi abuela, sigo sin verme bonita. Así que tomé ayer una decisión, coloqué papelitos en distintos sectores de mi cuarto; papelitos con frases como "Soy creación de Dios y Él no hace errores", "Soy hermosa, y mi belleza no depende de mí físico ni de la opinión de los demás". La idea era repetirme eso cada vez que lo veía, para recordarme que mi valor es mucho más grande de lo que yo pienso.

 

Paso mis dedos por mi pelo lacio y pienso, ¿qué tal si me hago unas ondas? No era algo que iba a hacer todos los días, simplemente quería hacerme algo, por primera vez en la vida iba hacer algo por mí. Agarro la planchita del pelo y me hago las ondas. Me miro otra vez mi reflejo y una sonrisa se me dibuja en el rostro.

 

Cuelgo mi mochila en el hombro y salgo de mi cuarto. Frente a mí familia, la abuela y mi mamá notaron lo del cabello y me dijeron que me veía preciosa. Eso hizo que me sintiera bien, que no pudiera dejar de sonreír. Hoy va a ser un gran día.

 

Salí de mi casa, pero antes le mandé un mensaje a Noah, para ver si se iba conmigo a la escuela. Por desgracia no lo vio, aunque no me preocupé. Ya llegando a la escuela, agarro mi mochila con fuerza y tomo aire antes de entrar a la escuela. Estoy algo nerviosa, jamás en la vida me había peinado o hecho algo así. Es raro. Lejos de intimidarme lo que la gente pensara de mí, entro.

 

Sin poder evitarlo, mi vista viaja hacia todos lados en busca de alguien conocido. No hay rastro de nadie, ni de Zaida y ni de Noah. Camino hacia un banco y me siento agarrando el celular. Me había llegado un mensaje de Noah y no me di cuenta. Abro el mensaje y dice:

 

Ya estoy acá, perdón por no esperarte.

 

Me quedo observando el mensaje por un buen rato. Trato de no darle importancia, nada va a arruinar mi día, nada. Me levanto y comienzo a caminar hasta el salón de clases. Al llegar, veo un grupo de chicos en círculo. Ahí se encuentra Julián, Victoria, los amigos de ellos y... ¿Noah y Kendall? Quedo algo paralizada sin entender qué hace ella acá y encima con Julián y su grupo de amigos. Aunque lo más raro de esto es ver a Noah con ellos, se supone que no les caía muy bien; puede ser que ahora no sea tan así y ya son todos amigos. Con razón se había olvidado esperarme.

 

A paso lento, voy hasta mi asiento habitual, no gasto mi tiempo en saludar a ninguno, algunos de ahí ni lo valen y otros, ya no sé lo que valen. Seguro estoy siendo exagerada; sin embargo, admito que me desilusiona verlo en ese grupo de gente hipócrita. Y me duele que esté con personas que por años me dijeron cosas, que se burlaron y lo siguen haciendo. Puedo ser exagerada, pero me importa porque él me importa a mí y nunca pensé que lo vería charlando animadamente con ellos.

 

—Siri, hola —Zaida llega interrumpiendo mi pensamientos y dándome un beso en la mejilla. Fija su vista en mi cabello y dice—. ¡Qué bien te queda el pelo así, amiga!

 

Me regala una sonrisa mientras pasa sus dedos por mi cabello.

Le doy una media sonrisa y miro hacia otro lado. Quiero que me pregunte qué me pasa, necesito desahogarme. Pero ni pienso esperar a que lo haga, se supone que somos mejores amigas y le puedo contar todo sin necesidad de esperar a que ella se dé cuenta que estoy mal.

 

—Zai, me siento un poco mal —Ella abre sus ojos preocupada y pone su mano en mi frente.

 

—Fiebre no tenés —dice bajando la mano.

 

—No, amiga, estoy un poco triste.

 

Zai arruga el entrecejo y me pregunta:

 

—¿Por, qué pasó?

 

Yo con la cabeza señalo al grupo que está del otro lado del salón. Se gira mirando en dirección en donde le señalé. Arruga todavía más el entrecejo, casi uniendo ambas cejas.

 

—¿Qué hace Noah con ellos? —Se gira a verme— ¿Y quién es la chica rubia de ahí? —Zaida sin disimulo señala a nuestros compañeros.

 

Suelto el aire con desánimo.

 

—Una amiga de Noah, viene de Estados Unidos como él.

 

Se queda mirándome si decir nada.

 

—Che, ¿pensás decirme algo o qué onda? —pregunto intrigada por saber qué piensa.

 

—La verdad es que no sé qué decir, todo es muy raro —le vuelve a dirigir una mirada a Kendall y luego posa su ojos en mí—. ¿Hace cuánto está acá en Argentina esa chica?

 

—Creo que desde ayer —le respondo.

 

—¿Y ya está estudiando acá? —pregunta elevando sus cejas sorprendida.

 

—Al parecer sí, yo también estoy sorprendida.

 

Zaida me examina todo el rostro.

 

—Más que sorprendida, estás triste, Siriana.

 

—Triste y desilusionada —contesto. Zaida pone una mano en mi hombro y lo acaricia, una forma de consuelo—. Tranquila, ya veremos qué pasa.

 

Lo miro, y veo a mi vecino matándose de la risa con Kendall y el resto de nuestros compañeros.

 

—Yo solo espero que las cosas no cambien.

 

Y con tristeza lo dejo de ver para ocupar mi atención en otra cosa que no sea Noah.



#33445 en Novela romántica

En el texto hay: amor, dios, cristiana

Editado: 13.11.2020

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