Todo se cura, hasta el corazón

XVII

NOAH

Ya es domingo, porque son las doce y cuarto según mi teléfono; está la música bajita de una radio cristiana, mientras nuestro líder, Miguel, nos trae de regreso. Paramos frente a una casa de paredes color marrón claro.

—Hasta luego, gracias por traerme —saluda Kendall, todos le devuelven el saludos, incluyéndome—. Adiós, Noah, después hablamos, ¿sí? —Y siento que me toca el hombro con la mano.

—Sí, adiós Kendall —contesto con una sonrisa.

Estoy como copiloto ya que Miguel no sabe donde vive Kendall.

Ella se baja de auto y camina hasta su casa, esperamos hasta que entre, y cuando lo hace, Miguel arranca de nuevo el vehículo.

Miro por el espejo retrovisor a Siriana, y ella tiene sus ojos puestos en las calles de Rosario, como si estuviera en otro mundo, hipnotizada por lo que pasa en el exterior. En la iglesia la vi hablando con Nati, la esposa de Miguel, y ella estaba llorando, ¿qué le pasa? Esa pregunta me la hice un montón de veces, sin embargo no tuve oportunidad de hacérsela en toda la noche; siempre estaba con alguien, parecía que no la dejaban sola ni un minuto.Pero ahora cuando tengamos que bajarnos le voy preguntar si podemos vernos en la terraza.

El auto se detiene justo enfrente de la casa de Siri. Veo que Siriana se está bajando y miestras dice un corto "chau", intento hacer lo mismo, pero Miguel me detiene.

—Necesito preguntarte algo —dice él. Giro mi cabeza hacia la dirección de Siri y ella ya está entrando. Vuelvo mis ojos hacia mi líder.

—¿Qué sucede? —pregunto.

—¿Quiero saber qué pasa con esta chica Kendall? Porque en los discipulado nunca me contaste sobre ella.

Frunzo el entrecejo, sin entender por qué me pregunta eso.

—No te conté nada, porque es solo una amiga.

—Noah, quiero que tengas cuidado, porque ella no parece verte solo como amigo —cuestiona—. No quiero que las cosas terminen mal. Tienes que tratarla como una amiga.

—Pero siempre tuvimos este trato, a Kendall no le gusto, somos muy amigos y la trato como tal —contesto un poco ofendido.

—A veces no nos damos cuenta, pero nuestro trato puede traer malos entendidos —Su rostro muestra seriedad y preocupación—. Solo tené cuidado, porque lo que para vos es amistad, para otra persona puede ser otra cosa. Simplemente tené cuidado, Noah, ¿sí? —me aconseja.

No puedo evitar que eso me ofenda, ya que yo sé cuál es mi trato, nadie logra comprender nuestra amistad y aunque admito que muchos han confundido nuestra amistad con noviazgo, Kandall y yo sabemos que solo somos amigos. Sin embargo no quiero discutir de esto con Miguel y solo asiento dándole la razón.

—Adiós —Abro la puerta del auto y cuando me estoy por bajar, Miguel pone una mano sobre mi hombro haciendo que gire mi cabeza hacia donde está él.

—Por favor, pensá en lo que te dije —Y la conversación concluye con otro asentimiento de mi parte.

Bien, Siriana ya entró a su casa, voy a mandarle un mensaje.

Siri, ¿estás?

Me meto a mi casa, y ya estando en mi cuarto me saco las zapatillas. Me fijo si tengo algún mensaje suyo, y todavía no lo vio. Le mando otro.

¿Podemos hablar en la terraza?

Espero a que responda y nada, ni siquiera el visto me clavó. ¿Qué le sucede, por qué no me contesta los mensajes? ¿Será que se habrá dormido? Imposible, ella jamás se duerme tan temprano, siempre nos mandamos el mensaje que dicen "Buenas noches", pero ahora los mensajes ni le llegan. Me quedo observando la pantalla un rato más esperando que por lo menos le lleguen, pero no. Suspiro desanimado y dejo mi teléfono sobre la mesa de luz que está al lado de mi cama. Ahora más que nunca me pregunto qué es lo que le pasa o por qué no contesta mis mensajes.

Y no comprendo algo, ¿por qué siento ganas de llorar?

Solo hay algo que puedo hacer en estos momentos y es orar. Cierro mis ojos, y con voz temblorosa por las ganas de llorar, comienzo a orar.

Dios Padre, no sé por qué me siento de esta manera, solo te pido claridad en estos momentos y más cuando se trata de Siriana. Te pido por su vida, que la bendigas y que si hay algo que la esté haciendo sufrir, te pido que le des consuelo. En el nombre del Señor Jesús, amén.

Abro mis ojos limpiando un par de lágrimas que decidieron salir y de pronto, después de orar, siento tranquilidad, paz, esa paz que solo Dios me sabe dar. Gracias Dios.

No sé, muy bien cuando es que el sueño me venció, pero la luz del día me despierta. Me friego los ojos con el dorso de la mano; me siento en la cama y doy un bostezo grande. Tomo el teléfono para mirar las notificaciones y lo primero que llama mi atención es que Siri me respondió. Sonriente abro su mensaje.

Siri:

Perdón, ayer apagué el celular y me dormí rápido.

¿Apagó su teléfono? ¿Por qué? No le quiero dar muchas vueltas al asunto, así que le mando lo que me vengo preguntando desde que la vi llorar.

Yo:

¿Estás bien? Es que ayer te vi llorar.

Me quedo viendo la pantalla para ver qué me responde. Lo lee, dejándome el visto. Pero a los minutos me responde

Siri:

No, estoy bien, gracias por preguntar.

Yo:

¿Estás segura?

Rápidamente me llega su mensaje.

Siri:

Sí, sí, muy segura.

¿Me estará diciendo la verdad? Sí, no creo que me mienta.

Yo:

Entonces me alegro que estés bien :)

Aunque siento otra vez esa sensación en el pecho, esa misma que sentí ayer antes de orar, me digo a mí mismo que tengo que estar contento porque ella está bien. Dibujo una sonrisa en mi rostro y bajo a desayunar con la familia, como cada domingo lo hacemos.



#33445 en Novela romántica

En el texto hay: amor, dios, cristiana

Editado: 13.11.2020

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