Su imagen no abandona mis pensamientos. No puedo dejar de soñar con el brillo de sus hermosos ojos verdes. Daría lo que fuera por una mirada de esos ojos.
Oh, vaya.
Cada día lo busco, sin falta. No puedo evitar encontrármelo a cada vuelta de mi camino, aunque no es como si realmente lo evitara.
Cuando voy a la escuela, a hacer mandados, a patinar, a lo que sea; siempre me tomo un minuto para mirar en dirección a su casa, y la mayoría de las veces no salgo defraudada. Él está ahí, la mirada baja, siempre pensando en algo, nunca pensando en mí.
Su presencia es una constante en mi vida, y lo ha sido desde que tengo memoria. Si cierro los ojos y pienso en estos últimos ocho años; él siempre ha estado ahí, provocando emociones en mi interior. No siempre las mejores emociones, debo decir.
Es increíble que la misma persona pueda producirme sentimientos tan dispares.
Puede generarme sentimientos tan profundos de odio, de ira, de temor y desesperanza.
Algunas veces, cuando lo miro, no puedo evitar considerar el asco que siente por mí, lo mucho que me odia, el temor que le produzco.
Pienso en qué será de mí, viviendo toda una vida sin nunca recibir amor de nadie. Quizá tiene sentido que él no me quiera, tiene sentido que nadie me ame. Usando la lógica, si no existe una sola persona a la que siquiera le caiga bien, claramente el problema soy yo. Algo estoy haciendo mal. Obviamente. Lo sé.
Sé que soy una persona violenta, no voy a justificarme. Sé que no debería golpearlos, sé que las personas que maltratan a otras no reciben amor, o no deberían.
Sé que la ira es un problema para mí, es el lenguaje que aprendí desde pequeña, mi forma de vincularme con el mundo. La única que conozco.
Entiendo el problema que eso conlleva, pero no puedo evitarlo. Hay momentos en que simplemente la ira se apodera de mí, y se siente tan bien el liberar esa furia a golpes.
El enojo me invade al saber el desagrado que provoco en los demás; y, peor aún, la lástima. Eso sí no puedo soportarlo. La forma en que me miran, sabiendo lo que ocurre en mi casa, la forma en la que vivo. Creen que soy inferior, por eso se apiadan de mí. Creen que ellos tienen la gran vida. Son igual de patéticos que el resto, sólo tuvieron un poco más de suerte. No quiero su lástima, no la necesito. Pensándolo bien, prefiero su odio. Yo no me guío por la suerte, yo forjo mi propio destino, con esfuerzo. Trabajaré duro para salir de este agujero, me niego a morir aquí.
Pero él. Él también tiene el poder de hacerme sentir que vuelo, que me elevo. Al verlo mis latidos se aceleran y siento que mi corazón se estruja de alegría, de felicidad pura.
Es como si sólo existiéramos nosotros dos en el universo, nadie más; como si el universo entero hubiera sido creado sólo para que nosotros existiéramos, y nos conociéramos, y nos amáramos.
Mis ojos beben su imagen como si nunca se saciaran, en un estado de sed eterna; siento que podría contemplarlo durante años sin cansarme.
Si él supiera lo que siento, qué diría, qué diría si supiera que su mirada inevitablemente provoca mi sonrisa, que el sonido de su voz me guía en la más negra oscuridad.
Esto es lo más difícil de explicar pero existen momentos, genuinos momentos en que no soy un estorbo, no soy una molestia, alguien de quien ocuparse, alguien de quien sentir lástima. No puedo explicar cómo funciona, pero es él, de eso estoy segura. De alguna manera él lo provoca, de alguna manera él —sin saberlo, nunca lo sabrá— hace que sienta que soy la persona más bella, más inteligente y más maravillosa de este planeta. Supongo que es la certeza de este sentimiento, supongo que en mi fuero interno estoy convencida de que un amor como el que siento, sólo puede ser sentido por un ser así, maravilloso. Esa es la explicación más cercana a una verdad que tengo: el amor es un sentimiento increíble y —si yo lo siento con tamaña intensidad— tiene que significar que yo soy una persona increíble. Todo gracias a él.
¿De quién está hablando? No tenía idea de que Mads haya sentido algo por otro chico antes de conocerme a mí. No es que me importe, es sólo que me hubiera gustado que me cuente. Seguro fue sólo un capricho, seguro no significó nada para ella. ¿En serio estoy celoso de un misterioso chico del pasado, que ni conozco? Por lo que sé, no pasó nada entre ellos. Aparentemente a Mads le gustaba este muchacho, ¿y qué? Ahora le gusto yo, ¿verdad? ¿Quién rayos es?
Mads sigue hablando de su vida diaria, de su rutina; así que salteo un par de páginas, quiero leer más sobre este tipo. Y encuentro algo:
Todavía recuerdo la primera vez que lo vi. No muy alto. Ya entonces era algo flacucho. Se paraba algo encorvado. Su timidez le impedía mirar directamente a los ojos. Piel pálida. Cabello castaño oscuro. Cejas delineadas. Un lunar en la mejilla derecha. Manos delicadas. Largas pestañas. Unos brillantes ojos verdes en los que podría perderme y una sonrisa torcida que me derritió al verla. Era su primer día en la escuela, no conocía a nadie aún. Así que aproveché mi oportunidad. Me acerqué, tomé su mano y lo invité a jugar conmigo. "Me llamo Mariam" le dije mientras jugábamos en un rincón del patio. No respondió, y lo miré fijamente. "¿Eres algo tímido verdad?" Movió afirmativamente la cabeza. Algo en él me conmovió profundamente. Sentía por este niño algo nuevo y atemorizante. Deseaba abrazarlo, deseaba que nunca se aleje de mí. Me acerqué lentamente hasta que nuestros rostros estuvieron a tres centímetros de distancia, y le susurré a la altura de su mejilla "Guardaré el secreto, ¿sí? dímelo. ¿Cómo te llamas?" "Shh, shh, shh" Batalló un poco, pero luego pronunció el nombre más bonito del mundo: "Sean".
Editado: 16.11.2022