Todo Va A Estar Bien

Sola

No sé si quiero seguir leyendo, ya sé lo que se viene, recuerdo lo que hice.

 

Adelanté un par de páginas, todas iban más o menos de lo mismo. Ella había encontrado y amado al pequeño Sony, no debí haber sido tan duro con ella en la primera vez que me acerqué a su puerta.

 

Había pasado un tiempo y seguía triste por no poder encontrarlo; pero mi abuelo... él estaba desesperado.  Yo disfrutaba jugar con el gatito, y no me gustaba la idea de que algo malo pudiera haberle sucedido; pero nunca había visto a una persona tan apegada a un animal como lo estaba mi abuelo por Sony. Ellos simplemente eran los mejores amigos. Al comienzo me sentí algo molesto a causa de esta situación, después de todo él era mi regalo; pero poco a poco pude notar la conexión entre ellos dos. Para mi abuelo no era una cuestión de posesión, sino de amor: Sony le pertenecía a él tanto como él le pertenecía a Sony.

 

Me sentí mal por él y lo ayudé a buscarlo por todos los lugares imaginables. Hablamos con mucha gente sin obtener ningún resultado, hasta que un día mi abuelo entró en casa con el rostro radiante.

 

Había ido a la tienda por víveres y, mientras hablaba con la muchacha que atendía en el mostrador, se le ocurrió mostrarle una fotografía de Sony y confiarle que se había perdido hacía unas semanas. Muchas personas compraban en ese lugar, y la muchacha de la tienda debía hablar con muchos de ellos; alguien podría verlo y comentárselo, no estaba de más hacer correr la voz.

 

"—Mientras esta escena se sucedía, un alboroto se armó al otro lado de la tienda. Una niña había intentado robar una botella de leche y dos hogazas de pan, y la habían atrapado antes de que pudiera salir corriendo —me comentó mi abuelo rápidamente—. Sentí lástima por ella, y me ofrecí a pagar el importe. Al salir de la tienda ella me agradeció tímidamente el gesto, y notó la fotografía en mi mano.

 

—¿Qué es eso? —me preguntó.

 

—El gato de mi nieto ha escapado de casa hace unos cuantos días, y todos en la familia estamos muy preocupados por su paradero —le expliqué, mostrándole mejor la fotografía—. Tememos que algo le haya pasado.

 

Ella pensó durante un momento, y luego soltó en una voz casi imperceptible:

 

—Yo sé dónde está. Vi un gato blanco en el parque.

 

—¿El parque? —le respondí emocionado—. ¿En qué parque? Quizás aún esté ahí.

 

—No, no está —dijo ella—. Me lo llevé. Está en mi casa.

 

—Me dijo su dirección, no está lejos de aquí. Podemos ir a buscarlo ahora mismo —terminó mi abuelo, su cara rebosando alegría."

 

Yo me sentí genuinamente feliz por él. Me dispuse a acompañarlo a donde fuera para recuperar a Sony.

 

"Ahí es", me señaló. Y lo supe. Conocía esa casa, y no por buenas razones. KB tenía a mi gato, y no quería ni imaginar las cosas horribles que estaría haciéndole al pobrecillo.

 

Me paré en seco.

 

—Shh- ya sé q-quién vive ahí, abuelo —le dije ofuscado—. Ella es un mo-monstruo.

 

—Parecía una niña agradable cuando habló conmigo —respondió él.

 

—No t-te f-fíes de ella.

 

Me acerqué a la casa, sintiéndome inquieto. No me gustaba estar cerca de ese lugar. No había timbre. Golpeé la puerta y se abrió un tanto; no tenía cerradura.

 

Unos ruidosos pasos se oyeron en el interior, acercándose lentamente a la puerta. Ésta terminó de abrirse, y del otro lado apareció ella. Traía a Sony en sus brazos. Al verme una expresión de sorpresa apareció de forma abrupta en su rostro.

 

—¿Qué haces tú aquí? —exclamó de manera grosera.

 

—Devu-vuélveme a mi ga-gato —respondí, cortante.

 

Por un momento se mostró confundida.

 

—Merengue no es tuyo, es de... ¿ése es tu abuelo? —preguntó bajando la voz, en un tono que denotaba más certeza que duda.

 

—Sí, es mi ab-abuelo —le escupí—; y és-se —añadí señalándolo— es su ga-gato, y está t-triste sin él. No sé qué p-planeabas hacerle, pero se-será mejor que me lo des a-ahora.

 

—No hay razón para que me trates así —respondió con su patética voz.

 

—¿Q-que no hay razón, me di-dices? ¿Qué me estás con-contando? Pa-pasaste años haciendo mi vi-vida miserable, y nun-nunca dije nada para det-tenerte. Pero se ac-caba ahora ¿entiendes?No eres más que una... est-túpida. Golp-péame si q-quieres; pero mi abuelo no t-tiene nada que ver cont-tigo, el que te estés meti-tiendo con él es ya de-demasiado bajo.

 

Mientras estaba gritándole mi abuelo se había acercado lentamente.

 

—Hola —la saludó.

 

—Hola —contestó el saludo ella, sin levantar la vista.

 

—Sony —sonrió mi abuelo, alargando la mano hacia el pequeño gatito que maullaba contento al verlo de nuevo.

 

—Parece que quiere volver con su familia —comentó ella, con voz triste.

 

Yo me había apartado de la escena, dejando que mi abuelo se hiciera cargo. Me repugnaba la forma en que KB disfrutaba jugando el papel de la víctima siempre que podía.

 

—¿Puedo despedirme? —solicitó con voz quebrada, la muy hipócrita.

 

—Claro —contestó mi abuelo. Y ella se metió nuevamente en la casa con el pequeño.

 

—Abuelo, ¿q-qué hiciste? No de-dejes que se lo lle-lleve. Ahora nun-nunca te lo de-devolverá, te digo que es una cret-tina.

 

—Tranquilízate, Sean. Todo va a estar bien. Parece una buena niña.

 

Unos minutos después apareció, con los ojos llorosos y Sony acurrucado en su pecho. Lo depositó en las manos de mi abuelo y cerró la puerta de un golpe.

 

—¿Ves lo que te di-digo? —comencé—. Ni siquiera t-te dijo "adiós". No sabe comp-portarse. No sabe lo que es la bu-buena educación. Ya viste en el coch-chinero en el que vive. Vaya que es una p-persona desagradable.




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