Todo Va A Estar Bien

Siempre

Escucho ruidos en el apartamento. Las llaves girando en la cerradura, la puerta abriéndose de golpe.

 

No sé cuántas horas han pasado desde que me senté aquí. La sala ya está completamente a oscuras. Mads ya ha llegado, está entrando por la puerta principal. Yo estoy desecho, en más de un sentido.

 

—¿Sean? ¿Qué haces en la oscuridad?

 

Todavía estoy sentado en el suelo de la sala, rodeado por los diarios, los cuadernos y las cartas que he estado sacando de la caja, amontonándolos luego descuidadamente por doquier.

 

Mis ojos están llorosos, no sólo por el polvo y el cansancio; sino también por todos los emocionantes recuerdos que he vivido y revivido a través de la lectura. Me siento como si acabara de bajarme de una máquina del tiempo, y es hora de volver al presente.

 

Me levanto trabajosamente y voy al encuentro de una sorprendida Mariam. La abrazo con toda la fuerza de que dispongo, apoyando mi barbilla sobre su hombro, sintiendo el tacto de su suave cabello castaño. Suspiro intensamente, no me salen las palabras, no tengo acceso a ellas.

 

—Hey, ¿qué pasa? Sean, ¿qué te ocurre? —me pregunta, la preocupación vibrando en su voz.

 

Me alejo lo suficiente para poder verla a la cara, mas me mantengo cerca de ella. Le hago una suave caricia en su mejilla, no tengo idea de cómo expresarle la mezcla de emociones que se retuercen dentro de mí, todas asociadas a ella. Mi silencio sólo logra preocuparla aún más, debo decir algo pronto o pensará que me ha ocurrido una desgracia.

 

—Lo si-siento.

Es todo lo que puedo expresar.

 

—Cariño, ¿de qué hablas?

 

—No t-tenía idea... t-te he tratado muy mal. Mereces más, siempre has m-merecido más.

 

La confusión crece en los ojos de Mariam, y su preocupación está alcanzando niveles considerables. Echa un vistazo por la pequeña sala, en busca de aquello que me ha afectado tanto. Encuentra la caja de diarios, vacía; y éstos desperdigados por el suelo.

 

—Sabía que tenía que haber tirado eso hace muchos años —dice mirando con resentimiento a los viejos cuadernos que yacen por el suelo.

 

Se para donde yo he estado sentado, rodeada por el círculo de diarios. Me acerco a ella para intentar explicarme.

 

—En serio lo siento; no debí hurgar en tus cosas, no fue a propósito, sólo los encontré. Pero aún así no debí haberlos leído.

 

—Está bien. No estoy molesta contigo. Es sólo —suspira— que ya no los necesito, debí deshacerme de ellos. Me dolía romper con algo que representa prácticamente casi toda mi historia; sin embargo, he de aprender a soltar el pasado. Hace mucho que no escribo en un diario, ahora hilo los pensamientos dentro de mi cabeza.

 

—Te guardas tus pensamientos, siempre lo has hecho, parece. Tienes derecho a mantener tus ideas privadas si eso quieres, por supuesto; pero hemos compartido tantas cosas —me exaspero—, debes saber que puedes contarme todo, lo que sea.

 

—Lo sé, es sólo que hay cosas que... no sé... creí que pensarías que estaba loca si te enterabas. Ya no soy esa persona, lo sabes, ¿verdad?

 

—Claro que lo sé; pero aunque algo te parezca absurdo o tonto, igualmente puedes contármelo, tú siempre aguantas mis tonterías —le dije con una ligera risa, y agregué—: no tienes que soportar todo por ti sola, Mads, ya no. Ya no tienes que cargar esa mochila.

 

—¿Me sigues queriendo? —pregunta después de una pausa, casi en un susurro—. ¿Aún después de leer todas esas cosas horribles y vergonzosas sobre mí?

 

—Claro que sí, te amo aún más que antes —le respondo abrazándola—. Y no creí que eso fuera posible. No tenía idea de que guardaras tantas emociones en tu interior, de que sufrieras tanto en silencio. Sientes con mucha intensidad las cosas, Mads.

 

—Algo más en lo que coincidimos.

 

—Cierto —suspiro—. Estamos hechos el uno para el otro, querida.

 

Su risa llena la habitación.

 

—¿El señor escéptico ahora cree en el destino?

 

—No, sigo sin creer en él. No estamos destinados a estar juntos, ninguna fuerza superior dispuso que nuestros caminos se unieran. Si así fuera no sería tan especial, no sería tan mágico. Compartimos algo más especial que el destino, somos dos personas que se quieren y genuinamente desean compartir sus vidas, sus experiencias, su tiempo; ¿sabes lo extraño que es eso?

 

Tomo su barbilla suavemente, provocando que nuestras miradas se encuentren.

 

—Te quiero, Mads; lo siento dentro de mí, me niego a creer que una fuerza exterior me obliga a ello.

 

—Siempre te he amado, ahora lo sabes —confiesa ella con cansancio—. Jamás soñé con que pudieras sentir algo por mí.

 

—Eres tan brillante para algunas cosas —suspiro—, que no entiendo cómo sigues sin comprender lo maravillosa que eres.

 

—Otra cosa que tenemos en común.

 

Junta sus labios a los míos, con suavidad y ternura. Dudo que nuestra relación sea perfecta, pero aspiro a que cada día podamos conocernos un poco más, aprender un poco más el uno del otro, y amarnos aún más intensamente. La beso nuevamente, como lo hemos hecho tantas veces a lo largo de los años, como nunca me cansaré de hacerlo.

 

—Olvida todo si quieres, no necesitamos el pasado. Empezaremos de nuevo, las veces que sean necesarias. Nos tenemos el uno al otro. Nada podrá detenernos. ¿Qué dices?

 

Ella me sonríe. Me abraza, efectuando suaves caricias con su mano en la parte trasera de mi cabello, despeinándome y volviendome a peinar.

 

Siento aquello que ella siempre provoca en mí: paz. Ahora sé que yo  provoco lo mismo en ella. ¿Qué puede haber más hermoso que eso?




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