Todos los caminos llevan a Roma

Preámbulo

 

Aaron Bassil se puso de pie y comenzó a vestirse tomando su ropa del piso lustrosamente limpio de aquella habitación de hotel. El alquiler había costado demasiado para el poco tiempo que había pasado ahí. Al menos podría decir que habría valido la pena. Miró hacia la mujer en la cama y ella hizo un mohín.

— ¿Ya te vas? —preguntó ella peinando su largo cabello oscuro con las manos.

Él la miró; Jena o Jane… no lo recordaba. Se avergonzó de sí mismo y ese bajo comportamiento hacia la chica, pero no podía ser de otra manera. Por más que él lo quisiera… aunque, para ser sinceros, no lo quería.

—Tengo algunos asuntos pendientes... —respondió Aaron.

La mujer no pareció notar la indiferencia en su tono gélido y se puso de pie, quedando desnuda y con la ilusión de despertar la pasión en él nuevamente se acercó con una mirada que buscaba ser seductora.

Él la encontró más bien... desmotivadora. Solo había sido un buen rato. Era evidente que él no estaba buscando enamorarse de nadie. Aaron estaba convencido de que no servía para algo tan inquietante como el amor, al menos no con alguien que no llevara Roma de nombre…

Se golpeó mentalmente. Al parecer siempre confirmaba que nunca podría olvidarla. Ese podía comenzar a contar como su maldito infierno personal. Ella siempre estaría en su mente, hasta en los momentos en los que su recuerdo no pintaba nada lograba aparecer y desestabilizar los frágiles cimientos sobre los que estaba construida la nueva vida de Aaron.

La estancia entre aquellas paredes elegantes se estaba haciendo demasiado insoportable para él, debía salir. No podría soportar ni un segundo más siendo observado por su cita de esa noche, la esperanza en sus ojos oscuros lo hacía odiarse un poco, aun cuando solo la conocía de unas horas atrás.

— ¿Qué opinas de una segunda ronda? —susurró ella.

Su voz parecida al ronroneo de un gato le hizo doler los oídos. Era una injusticia que esa singular cualidad que antes le había parecido lo suficientemente atractiva para ir a la cama con ella, no lo fuera más.

Aaron retiró la mano de aquella mujer a medio camino de volver a desabotonar su camisa y negó con la cabeza.

Ella lo miró, arrugando las cejas, Odiaba ser esa mujer para cualquier hombre; la que solo es una noche. Jenny se sintió derrotada, era una chica romántica y no solía irse a la cama con cualquiera, pero ese hombre era todo lo que ella estaba buscando. Claro, hasta ese momento en el que se dio cuenta que él no sería el príncipe que esperaba sino el que sale corriendo después de tener lo que quería, aun así, decidió poner el último esfuerzo y sonriendo a medias hizo la pregunta.

— ¿No pedirás mi número?

Aaron elevó ambas cejas de forma casi involuntaria. Claro que no, pensó, pero la ilusión en aquella voz y los ojos brillantes le recordaron a alguien… Alguien a quien nunca le diría que no, así que simplemente se encogió de hombros.

—Puedes anotarlo si quieres

La muchacha tomó el bolígrafo y papel del escritorio. Comenzó a escribir con rapidez un número que él nunca marcaría en realidad y su nombre en el encabezado.

— ¿Lo pongo ahí? —señaló el maletín de piel sobre la silla en la esquina y él asintió.

Ella metió la mano en el maletín, buscando un lugar seguro para aquel número telefónico con la fuerte esperanza de que aquel apuesto hombre llamara más tarde. Sus dedos se encontraron con un vértice puntiagudo. Ella tomó entre las yemas de sus dedos el papel, con curiosidad lo sacó de su escondite y se sorprendió cuando vio aquella fotografía cuadrada y aparentemente vieja.

Una chica de unos doce años, sonriendo angelical, las mejillas rosadas y el cabello rubio en grandes bucles, en un lindo vestido azul, justo como los que se usan cuando una es muy joven y las madres eligen la ropa. Los ojos azules y brillantes de la niñita le parecieron inusualmente claros. Miró hacia él sobre su hombro, era muy joven, ella no podría ser su hija...

Cuando él notó la basta curiosidad marcada en el rostro de la morena se aproximó hasta ella. La observó sin ninguna expresión a su rostro cuando se dio cuenta lo que ella sostenía entre sus manos. Extendió la mano para tomar la fotografía, ella lo miró sonriendo, tratando de ocultar su vergüenza al ser descubierta husmeando.

— ¿Es tu hermanita? —inquirió con lentitud.

Él sonrió, ladeando la cabeza.

Ese hombre tenía un encanto natural en el rostro de ángulos marcados y eso fue lo que la hizo acercarse en primer lugar, pero ahora parecía adorablemente malvado.

Aaron devolvió la fotografía a su lugar y tomó su maletín en un rápido y silencioso movimiento. Se dirigió hacia la puerta de la recámara y miró hacia la mujer tras él. Ya no sonreía.

—Es el amor de mi vida —dijo con voz ronca y sensual, sin un ápice de duda. Él salió de la habitación, dejando a una mujer con rostro confundido y corazón herido atrás y llevando una sonrisa triste en su bello rostro.

 

 

ATENCIÓN

Por ahora dejaré esta historia como "fragmento introductorio", debido a que no tengo tiempo de editarla pero me gustaría hacerlo en alguna ocasión. Otros de mis libros publicados no están editados pero personalmente he llegado a sentir que "Todos los caminos llevan a Roma" tuvo muy poco de mi empeño. Así que, como me gustaría editarla, agregarle cosas que en su momento me hicieron falta y mejorar la trama y evolución de los personajes (y no solo la ortografía como en otras de mis obras), decidí dejar solo los primeros capítulos. :D 




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