¿Qué tan dificil es caminar unas calles con la pierna quebrada?
Pues, Fue terrible.
Caminar tanto con el yeso me causaba dolor, apenas había pasado una semana desde el incidente, no estaba ni cerca de sanar el hueso. A duras penas y rengueando llegue a la plaza, me desparrame sobre el primer banquito que encontré y suspire aliviada. Había logrado mi cometido.
Estiré la pierna enyesada y respire profundo, la plaza es mucho mejor que 4 paredes. Mire a mi alrededor y contemple la naturaleza y toda la diversidad de individuos que pasaba por allí, especímenes de todo tipo: Oficinistas con sus maletines yendo y viniendo, adolescentes con el uniforme del colegio charlando sin preocupaciones, madres con sus hijos juagando en los juegos de la plaza, puestos de comidas rápidas, gente comprando en los puestos de comida...
En eso veo como un tipo sumamente alto se acerca al puesto que vende hamburguesas, no le habría prestado atención de no ser porque lleva una enorme campera Michelin color naranja, ¡Como para no verlo!
El sujeto hace su pedido y se queda esperando mirando de un lado a otro, es raro ver a alguien tan alto. ¿Podrá ser…?
¡Espera estúpida Guadalupe, cualquier hombre alto no va a ser él!
Me lo quedo mirando intrigada, esperando que se dé vuelta para verle la cara, si solo pudiera ver un poco su cara sabría si es él o no.
De repente se puso de perfil.
Hum, se parece, pero... Es difícil distinguirlo, además solo lo vi un momento, cuando se quitó el casco.
Entonces el sujeto comienza a mirar alrededor de la plaza con las manos en los bolsillos, y mira en la dirección donde estoy. Ay… no estoy segura, se parece bastante pero…. Sus ojos se posan en mí, yo me quedo quietecita, primero frunce el ceño y luego veo como sus cejas se levantan y amplía la sonrisa. Sí, definitivamente esa sonrisa es de él, de David.
Veo en la lejanía como sacó la mano de su bolsillo y la alzo como para saludarme, yo también hice lo mismo pero entonces lo llama el hombre del puesto y se voltea, ya le tenían listo su pedido. Bajo la mano y vuelvo la vista al suelo. Está bien, es lo mejor, después de todo no tenemos nada de relación ¿de qué charlaríamos? Bueno, del accidente, pero ¿y después? Miro hacia abajo y mi pierna me recuerda que tengo que darle las gracias aún. Quiza podria acercarme, darle las gracias e irme rápido para que no se vuelva incómodo. Sí, eso podria hacer.
Alzo la vista buscándolo, no lo vi más en el puesto. Por un segundo pensé que ya se había ido y me calmé, sin embargo giro la vista y veo que venía por el camino acercándose a paso decidido ¿en mi dirección? El corazón casi se me sale del pecho de lo rápido que comenzó a latir.
Ay dios, ay dios, ay dios… ¿Por qué viene hacia acá? ¡Yo no lo llame! ¿Entendió que lo llamé cuando levanté la mano? Viene haciendo malabares para que no se le caigan dos hamburguesas y un par de gaseosas. ¿Acaso compro otra para mí?
¿Qué hago, qué le digo? ¿Me peine antes de salir? Paso mi mano por el flequillo para ponerlo tras mis orejas justo antes de que se plantara delante mío.
— ¡Hola!- dijo con naturalidad. Tuve que alzar mucho la vista para poder verle la cara.
— Hola, buen día. - Contesté tratando de ser respetuosa y que no se me notaran los nervios. Él sonrió de nuevo y moviendo la mano con la que sostenía las gaseosas habló.
— Tu rostro se me hacía conocido y al ver tu pierna lo confirme,¿ me puedo sentar?- dijo señalando el lado vacío de mi banco.
— Cla... claro.- atiné a decir mientras me corrí un poco, él se acomodó a mi lado con total confianza. Yo estaba hasta el borde, aun así entre los dos llenábamos toda la banca.- ¿Cómo estás de tus heridas? Guadalupe era tu nombre ¿no?- Oh por dios, ¡Recuerda mi nombre! El corazón me latía a mil.
— Bi… bien, solo tuve algunos raspones y, bueno, el yeso que ya ve. Tengo, debo llevarlo por un mes aproximadamente…- expliqué.
— Ya veo, - dijo mientras colocaba las gaseosas al lado mío. ¿Se está acomodando para comer aquí conmigo? Debo reconocer que el olor me está abriendo el apetito. Me extendió una de las hamburguesas hacia mí y ofreciéndome dijo- ¿Quieres?
— No Gracias.- Digo tratando de ser cortés.
— Vamos. No seas tímida, come.- insistió.
— No es necesario señor, en un rato voy a comer.
— Vamos ayúdame,- insistió moviendo la hamburguesa con la servilleta.- Tengo que cuidarme.- entonces se detuvo.- ¿o acaso no te gusta con tomate y lechuga? ¿quieres que vaya por una simple?
— ¡No, no, no! Así está bien.- ante su insistencia me rindo.- De… de acuerdo aceptaré.- Con cuidado tomo la comida.- Muchas gracias.- Veo como él le da un mordisco a la hamburguesa apoderándose de prácticamente la mitad, yo veo la mía que tiene tomate lechuga y una feta de queso asomándose, mamá me matará pero me relamo los labios y también le doy un mordisco, sabe bien.
— Dentro de todo la has sacado barata,- dijo mientras se limpiaba la boca con la servilleta hubo mucha gente que tuvo heridas peores…
— Si… vi algo en las noticias.
— Uno de los cocineros perdió uno de sus brazos, estaba destruido completamente, no había forma de salvárselo, y a una mujer se le clavó un trozo de hierro en la cara, rompió el globo ocular y perdió la vista de ese ojo.- comento como si nada mientras se mandaba otro bocado a la boca.
— Que terrible…- la idea de una amputación hizo que perdiera ganas de dar otro bocado de comida.
— Sin embargo ha sido un total milagro que nadie muriera con ese tipo de explosión. Las fugas de gas son mortíferas. – parece que tenía ganas de hablar así que lo seguí escuchando.- Hubo una vez que nos llamaron los vecinos por olor a gas en una vivienda y cuando entramos vimos trozos del cuerpo del propietario esparcidos por todas part…- se detuvo al darse cuenta que yo no estaba comiendo.- Ah lo siento, a veces olvido que no está bien hablar de esto en la comida,- rio forzadamente.- con los muchachos ya estamos acostumbrados.