— Mmmm…- David cierra los ojos mientras prueba una de las empanadas que le traje.- ¡Qué rico!
El mismo día que me lo encontré volví a casa y le conté a mi madre lo que había ocurrido. Ella se puso muy contenta y me dijo que debía hacerle un regalo para agradecerle. Fue de compras y volvió con muchas bolsas de ingredientes para preparar empanadas. Nos pusimos a cocinar el relleno y al día siguiente las preparamos y horneamos. Las preparó en un recipiente y me mando de nuevo al lugar para entregárselas. Aunque solo había pasado un día y pensé que sería muy pronto para aparecerme de nuevo volvió a pasar lo mismo: La enorme figura naranja apareció en la plaza y tras hacerle un poco de señas con las manos evité que comparara sus tan amadas hamburguesas y se sentó conmigo a comer lo que le había preparado. Al parecer le gustó porque daba un bocado tras otro.
— ¡Qué alivio! Es la primera vez que hago, me ayudo mi madre.- Reconozco.
— Dile a tu madre que tiene oro en las manos.- le da otro bocado y se termina de comer la empanada.
— La verdad que si, por eso todos en la familia estamos gorditos, porque ella cocina muy bien.- se me escapa una risita y a David también.
— En casa también, mi madre cocina mucho y muy bien,- hace una pausa con ojos melancólicos,- desde que murió papá nunca pudo dejar de preparar la misma cantidad para 3 personas, desde entonces no dejo nada en el plato para que no se sienta mal.- Siento un nudo en el estómago, me acaba de revelar algo muy personal. Luego sonríe y mientras toma otra empanada agrega.- Además si lo hiciera se ofendería mucho, comienza a hablar de los niños de África y me hace sentir culpable por dejar comida en el plato.- Cambio de tema, le seguiré el juego.
— ¡Ay sí! La mía hace lo mismo: se la pasa diciéndome que si sigo comiendo como una vaca no conseguiré marido, y luego me sirve un plato a rebalsar de comida y me dice que no deje nada.- Me rio y volteo a verlo, recién ahí me doy cuenta que había dejado de comer para mirarme de forma seria. Me sorprendí porque, normalmente, cuando digo ese chiste todos se ríen.
— Oh vamos ¡esas son tonterías!- dijo totalmente ofendido,- eres una chica hermosa, no tiene nada que ver tu cuerpo. No deberías dejar que te comparen con una vaca.
Ahí va otra vez, diciéndome un halago como si nada, ¿es que acaso no ve toda la grasa que tengo en el abdomen?
— David, eres muy amable, pero no es necesario que mientas.- él levantó una ceja e inclino la cabeza hacia un lado, parecía no comprender así que continúe explicado,- no es necesario que me digas halagos. Cuando me rescataste también me llamaste preciosa, luego de pensarlo un poco creo que lo hiciste para mantenerme distraída y que no entre en pánico en aquella situación,- asiente con la cabeza,- pero ahora no es necesario que me llames de esa manera…
— ¿Cómo? ¿Hermosa?- lo dijo de nuevo como si nada.
— Sí.- Miro hacia el suelo avergonzada.- Esa palabra es tan ajena a mí.
— ¡Pero si lo eres! No lo hago para compadecerte, en verdad eres una chica muy linda.- Luego se detiene y mira al horizonte como si recién ahora se hubiera escuchado en voz alta.- Rayos, parece que estoy tratando de ligar ¿no?- Se me escapa una risa y asiento con la cabeza.- Tranquila, no lo digo por ligar, solo soy objetivo. En cierta forma ese comentario relajó el ambiente.- ¿Acaso no te consideras hermosa?
— Para nada. – digo con total seguridad.- Las gorditas no son hermosas, no le gustan a nadie, - instintivamente me cruzo de brazos y agacho la mirada.- ¿Qué chico saldría con una gorda? Sería un motivo de burla…
— Oye, oye, oye…- dejo el pedazo de empanada que estaba comiendo apoyada en el tupper en el que las lleve, lo corrió al otro lado del banco y se me acerco más, eso hizo que se me formara un nudo en el estómago.- Creo que empiezo a entender por qué me dijiste que te dejara ahí, entre los escombros, el día del accidente…- me sujeto de los hombros haciendo que suba la mirada hacia sus brillantes ojos, hoy particularmente parecían de color miel, con rostro serio me dijo.- No debes tratarte así a ti misma, eres una chica preciosa, puedes conquistar a cualquiera si te lo propones.- Luego llevo su mano derecha y golpeando con fuerza su pecho agregó.- ¡Y aquí tienes un aliado! Si necesitas hablar de lo que te pasa, ¡cuenta conmigo!
— ¿Aliado?- David me suelta y mientras lleva sus manos sobre su campera Michelin naranja, a la altura del abdomen.
— Yo sé lo que se siente que te discriminen por tu peso, ¡pero eso no me ha detenido! Si necesitas apoyo yo puedo ayudarte.- Se me estaban llenando de lágrimas los ojos, pero trate de contenerme, no debería llorar así tan fácil pero era la primera vez en mucho tiempo que un chico se mostraba tan amable conmigo, tal vez tenga que ver el hecho de que ayer me haya venido.
— Gra… gracias David.- un par de lágrimas se me escaparon y la nariz se me aguo, tuve que sorber para que no se me caigan los mocos.
— Ay no llores, no me gusta verte llorar Guada. Buscó entre las servilletas y me extendió una, iba a tomarla pero tenía una gran mancha.- ah no, esta use para la empanada,- se me escapó una risa. Buscó otra servilleta y me la extendió.- Esta si está limpia, toma.
— Gracias.- me limpio y vuelvo a verlo.- No es fácil ser gorditos eh…
— Nop, definitivamente.
— Deberíamos hacer un club de gorditos.
— No estaría mal.- empieza a reír.
— Donde nos demos apoyo los unos a los otros y criticamos a los que nos discriminan.- Veo como David saca su celular y lo desbloquea.
— Vamos a crearlo, primero somos nosotros dos así que ¿me darías tu numero?- una chispa de ilusión se generó en mí.
— Claro, ¿ya puedes anotar?
Le dicté mi número y me agendo, luego me llamó hasta que mi teléfono comenzó a vibrar y corto. Lo agregué también y vi que tenia de foto de perfil el escudo o logo de la central de bomberos de la ciudad. De pronto David mira la hora y se asusta.