Todos quieren a la gordita

Capítulo 6

Ya han pasado 4 semanas desde el accidente, la pierna ya ni me duele, estoy esperando al médico para ver si ya puedo quitarme el yeso.

— Bien señorita,- dijo el doctor observando la radiografía,- parece que el hueso ya está sano, vamos a quitarle el yeso.

— ¡Qué bien! Ya ni lo soportaba.- El medico deja escapar una risa. Mientras preparaba los instrumentos.

Ha sido una gran molestia llevarlo todo este tiempo, era incómodo para caminar, para bañarme, para ponerme pantalones… por fin me desharía de él.

Aunque por otro lado le he tomado cariño por lo que representa: el momento en el que estuve a punto de morir y decidí vivir.

Me dispuse en la camilla y el medico se acercó con una especie de sierra pequeña y un barbijo. Si su ropa estuviese manchada de sangre bien podría pasar como una escena de un videojuego de terror.

— Bien, no te asustes y quédate quieta, voy a cortarlo.- trague grueso y mirando a mi madre que estaba también dentro del consultorio asentí.

— Okey.

Levante mi falda larga exponiendo la pierna, el medico la sostuvo a la altura de mi muslo haciéndome sentir incomoda pero no tenia de otra. Comenzó a cortar el yeso, no tardo mucho la verdad, fue bastante sencillo.

Cuando me lo retiró se dejo ver, aparte del bello oscuro que me hizo sentir avergonzada, una cicatriz no muy grande bajo la rodilla, en el lugar de la fractura. Aunque se veía fea en realidad no me importo mucho ya que siempre uso ropas que me cubran por completo. Luego de examinarla decretó.

— Ya puede hacer vida normal.- y se dispuso a guardar los instrumentos.

— Doctor,- se gira para verme,- ¿puedo conservar un trozo del yeso?

— Adelante.- Tomé uno de los fragmentos más o menos grandes que se habían desprendido, era del tamaño de mi palma, y lo guardé en mi cartera. Sería un recuerdo valioso para recordar mi “segundo nacimiento” como algunos le dicen. Luego me baje de la camilla y volví a sentarme junto a mi madre en la silla frente al escritorio para colocarme las medias y zapatillas. Mientras, el medico volvió a tomar asiento tras el escritorio y con rostro serio agregó.- Debo darle algunas indicaciones para que tenga en cuenta de aquí en adelante.- ambas asentimos con la cabeza. El medico entrelazo los dedos y comenzó a hablar.- Yo le recomendaría que trate de bajar un poco de peso,- me tense como un niño al que lo retan por una travesura, no era la primera vez que oía aquello pero seguía siendo un tema incómodo.- No por estética, claro está, sino por salud.- Continuó diciendo.- Usted tiene sobrepeso y eso pone mucha carga en sus extremidades inferiores. No se lo digo para que ya mismo salga a hacer ejercicio, - aclara.- de hecho no debe hacer ejercicio de impacto por un tiempo. Pero le recomiendo una nutricionista para que le dé un plan alimentario.- Empezó a escribir en un papel, firmó, selló y me lo entrego. Decía “Interconsulta con nutricionista”.

— De acuerdo doctor.

— Ante cualquier duda vuelva a verme sin problema.- y Sonrió mientras extendía su mano. Yo le devolví una sonrisa forzada y salimos del consultorio.

Salimos de la clínica con mamá, y, aunque debería estar feliz por estar libre de aquel Yeso, estaba cabizbaja. Ella hacia planes de festejar cocinando mi comida favorita: lasaña. Pero yo seguía repitiendo aquella frase que me había dicho el médico y que tantas veces me he dicho yo misma al verme al espejo “Tienes que bajar de peso”.

Al llegar a casa envié el certificado del médico a la empresa, ya que al día siguiente me debía presentar nuevamente a trabajar. Aunque estuve haciendo Home office todo este mes tuve que mantener comunicación constante con el señor Da Silva y hacer lo que él me encargaba, no sé si es porque él es el jefe, pero mi carga de tareas aumento. Ese hombre es muy sombrío, solo lo he tratado un par de veces personalmente y esas pocas veces en verdad me dio miedo. Tiene una mirada muy penetrante, como si lo que uno está diciendo es la cosa más tonta que jamás escucho en su vida y está pensando la forma de insultarte y mandarte al demonio.

Mañana la rutina comenzaría de nuevo: tener que madrugar, ir al trabajo, soportar los insultos de mi superiora, y volver a vivir sola porque mamá volvería a casa con papá. Aunque el trabajo home office que estuve haciendo las últimas semanas fue una buena preparación aun necesitaba mentalizarme de que no podría trabajar en pijama desde la comodidad de casa. A los pocos minutos que mandé el certificado recibí un mail del gerente.

Sta. Guadalupe Godoy:

Se le solicita que el día de mañana se presente en la oficina del gerente con sus pertenencias.

Sin más saluda atentamente

Da Silva Alejandro.

Me entro miedo. ¿Será que me va a despedir? ¿Qué me consideran poco productiva y solo me mantuvieron con Home office para que no los demande? Ay no… tendré que buscar otro empleo.

Mientras pensaba en ello recibí un mensaje, abrí la aplicación de mensajería y no pude evitar sonreír al ver que se trataba de David.

Como estas Guada? Ya te secaron el yeso?”- iba a tomarme una foto para mostrarle pero aún tenía que rasurarme el bello que había crecido.

Muy bien! Sí, ya me lo sacaron, me siento mucho más liviana.

Aunque llevo haciendo home office desde hace 3 semanas siempre buscaba alguna excusa para salir a la plaza a encontrarme con David en el horario cercano al medio día, cuando él iba. No siempre, pero una o dos veces por semana lograba verlo. Charlábamos un poco y yo volvía al trabajo. Además hemos estado mandándonos memes, reels y charlado a diario. Creo que se ha vuelto un amigo de verdad. No tenía un amigo varón desde la primaria, con Nicolás, él era mi gran amigo… Hasta que pasó lo que pasó.




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