Al día siguiente comencé a prepararme para el trabajo, me puse la camisa habitual que suelo llevar pero grande fue mi sorpresa al notar que me costaba abrochar los botones… acaso yo… ¿subí de peso?
Pues, pensándolo bien, la comida que mi madre hacía para consentirme durante toda su estadía y también lo que comí con David, sumado a la poca actividad física… era de esperarse, ¡ahora estoy aún más gorda! Tengo ganas de llorar.
Me abroche la camisa como pude y me coloque un suéter encima esperando poder cubrirlo, ya compraría algo en la semana. Me puse una larga pollera, mis zapatos chatos que, según Vanesa son “de viejita”, me puse el abrigo y salí a trabajar.
Al llegar al edificio suspire pesadamente antes de entrar, subí al ascensor y cuando llegue mi piso empecé a hundir el abdomen en un vano intento de que no se me notara haber subido de peso. Camine hasta mi escritorio y de camino alguno que otro de mis compañeros me saludó, es entendible, yo no socializaba mucho de por sí y hace un mes que no vengo, ya habrían pensado que renuncié. O a lo sumo ni siquiera me habrían notado, después de todo era como un fantasma en la oficina.
Hice como el señor Da Silva me pidió: fui a hasta el cubículo donde estaba mi escritorio, todo estaba tal cual lo deje ese día, una foto de mis padres, mi lapicero rosa y una plantita de cactus. Esperaba encontrar una fina capa de polvo encima e incluso telarañas, pero no fue así, era extraño. Tome mis cosas, las puse en una caja de las de resmas de papel que suelen acumularse cerca de la impresora, y ante la atenta mirada de mis compañeros me acerque a la oficina del jefe, para mi sorpresa Yamila no estaba en su escritorio, de hecho no había nada de ella allí, estaba vacío. ¿Qué ha ocurrido en este mes de mi ausencia?
Tomo aire y lo largo despacio para calmarme, afrontare esto con la mayor dignidad posible, golpeo la puerta de la oficina del jefe y acto seguido oigo un “adelante”. Tomo el picaporte y abro la puerta.
Nunca había estado en la oficina del jefe por lo que la impresión fue mayor al ver que tenía el escritorio repleto de papeles, incluso había algunos por el suelo, él tenía su cabello negro largo hasta los hombros completamente despeinado y con la barba crecida de varios días, llevaba unos lentes y su camisa estaba arrugada, estaba concentrado escribiendo en la computadora y ni siquiera se giró para verme. Me quede de pie junto a la puerta esperando que me dijera la temida frase “estas despedida”.
De repente detiene su escritura en la pc, se quita los lentes y abriendo el cajón de su lado derecho de su escritorio saca una pequeña botella de gotas para los ojos que comenzó a abrir.
— ¿Qué ocurre?- dijo por fin dirigiéndome la vista severa.
— S.. señor Da Silva soy Guadalupe Godoy,- mientras le hablaba él echo su cabeza hacia a atrás y se echó unas gotas en cada ojo, yo esperé pacientemente a que terminara de hacer eso, luego parpadeo un par de veces y me volvió a dirigir sus fríos ojos negros ahora vidriosos esperando que continuara.- E…estoy reintegrándome a la empresa hoy, y usted me dijo por mail que tome mis cosas y venga a verlo apenas llegue…
— Perfecto, - sin dejar de mirarme dictamino,- deja tus cosas en aquel escritorio.- Dijo señalando el escritorio de Yamila que estaba cerca de la puerta.
— Pe…. Pero señor… ese es el escritorio de la supervisora.
— Ese escritorio será tuyo, ahora eres la supervisora.
— ¡¿EH?!- Grite tan desconcertada que casi dejo caer mis cosas. Luego retome la compostura y pregunte.- Pe… pero ¿y Yamil…., digo la señorita Thompson?
— La señorita Thompson es una incompetente, - dijo mientras guardaba nuevamente las gotas en el cajón del escritorio.- Y eso ha quedado en evidencia sobre todo en este mes en el que no has venido aquí. Estoy seguro que usted era quien la cubría cada vez que ella cometía un error, y al no tenerla cerca no ha dejado de entorpecer mi trabajo, como puedes ver. – dijo señalando la montaña de papeles en su escritorio, trague saliva nerviosa, todo está ocurriendo tan deprisa…
— Dis… disculpe señor Da Silva pero no sé si aceptar el puesto.
— ¿Por qué no? – dijo cruzándose de brazos y reclinándose en su asiento.
— Es todo tan repentino,- reconocí,- además no sé si pueda con tanta responsabilidad…- El gerente se inclinó hacia adelanta y apoyando los brazos encima de los papeles del escritorio dijo.
— Para su información, señorita Godoy, esta charla es una mera formalidad, usted ya lleva siendo supervisora desde hace 3 semanas, cuando empezó el home office.- ¿Qué ya lo empecé? Pero si estuve haciendo el mismo trabajo de siempre… acaso todo lo que me mandaba a hacer Yamila era su propio trabajo.- Por lo que observé es totalmente capaz para el puesto.- Abrí los ojos sorprendida, no sabía qué responder.- Y descuide, el cambio de puesto ya se verá reflejado en tu sueldo a partir del siguiente mes.- Mis ojos se abrieron aún más.
— Hum… no sé qué decir…- me incline un poco y conteste,- Muchísimas gracias señor Da Silva por esta oportunidad. ¡Trabajare mucho y tratare de no decepcionar su confianza!
Cuando alce la vista vi como mi jefe ofrecía una pequeña sonrisa y girando su silla para volver a la pc agrego.
— Estoy seguro que no lo harás.- y volvió a teclear mirando la pantalla de la computadora.- Cuando termines de establecerte te enviare unas planillas para que las completes.
— ¡De acuerdo!
Corrí a lo que sería mi nuevo escritorio sonriendo como una tonta, en el fondo me daba pena que hayan echado a la rubia, pero no podía disimular mi alegría de que mi trabajo duro sea recompensado al fin.