Llego el día de la presentación y me acobardé respecto de usar aquella falda ajustada, en cambio opté por un pantalón formal negro, camisa celeste y un suéter negro holgado que cubre lo apretado que me queda el pantalón, como es una ocasión especial me maquille un poco, eso sí, y me arregle el cabello en un peinado recogido, no estoy grandiosa pero estoy formal, con eso bastará. Cuando llego a la oficina vi que las recepcionistas de planta baja estaban cuchicheando algo sobre un hombre apuesto, no le di importancia y fui directo al ascensor.
Ni bien puse un pie vi que mis compañeras estaban chismoseando entre ellas también y al verme corren a mi encuentro
— ¡Guada, no vas a creerlo!- dijo Oriana moviendo las manos emocionada.
— Tienes que verlo, ¡es increíble!- agrego Luna, otra de las chicas con las que no tengo tanto trato pero parece que la situación ameritaba la confianza.
— ¿Qué paso?- ya estaba lo suficientemente intrigada
— El señor Da Silva….- comenzó a decir Oriana pero fue interrumpida cuando la puerta de la oficina del gerente fue abierta.
De la oficina del gerente salió un hermoso hombre de traje negro y camisa blanca, llevaba una melena larga negra peinada hacia atrás con gel y una corbata azul. Me preguntaba quién era esa persona saliendo de la oficina de mi jefe hasta que lo oigo hablar.
— Señorita Godoy, que bueno que llega.- dijo mientras revisaba una carpeta.- Necesito que prepare las copias del informe para la presentación.- Mi cerebro intentaba procesar de quién se trataba, no entendía porque la voz de mi jefe salía de la boca de ese hermoso hombre.- ¿Godoy, me oyó?- insistió el hombre mientras me veía. Entonces mis neuronas al fin captaron la realidad, era él, el señor Da Silva, ¡pero arreglado!
— Bu… buenos días señor….- de repente me puse nerviosa. No soy buena tratando con tipos atractivos. – Si, en seguida se lo preparo.
En ese momento un flash se disparó de entre el grupo de las chicas, al parecer Luna habría querido sacar una foto al jefe disimuladamente y olvido quitar el flash. Al darse cuenta escondió rápidamente el teléfono y se puso totalmente roja. El señor Da silva ignoro esa acción y envió a todos a continuar con su trabajo, orden que llevaron a cabo inmediatamente. Yo también me puse a hacer lo que solicitó, no sin antes pedirle a la Luna que me mande la foto que tomo.
Cuando todo estuvo listo nos pusimos en marcha, fuimos juntos hasta el ascensor y el señor Da Silva presiono el botón para llamarlo mientras se abrochaba el saco. Yo trataba de no mirarlo tanto, pero me resultaba difícil. Ahora que se había afeitado y lo tenía cerca podía notar mejor sus rasgos: su mandíbula angulosa, su nariz perfectamente recta y sus tupidas cejas oscuras resaltaban más su mirada seria. Entonces él noto que lo miraba y giro el rostro hacia mí, por un instante sus ojos y los míos hicieron contacto, pero yo rápidamente aparte la vista avergonzada.
Parecía que me diría algo pero justo llego el ascensor. Cuando las puertas se abrieron vimos en su interior dos hermosas chicas, eran delgadas y llevaban ropa muy ajustada que les sentaba de maravilla. Al ver a mi jefe se sorprendieron y una empezó a arreglarse el cabello y la otra a acomodarse la ropa.
— ¿Suben?- pregunto mi jefe.
— Si vamos al piso 8.- contesto una.
— Nosotros al 10.- dijo mientras daba un paso al interior, de inmediato las mujeres le abrieron camino para que suba en el estrecho cubo de metal, pero cuando llego mi turno de hacerlo una de las mujeres extendió la mano frenándome el paso y dijo.
— ¡Espera!- Yo me detuve asustada.- ¿Cuánto tienes? – la mire sin entender a lo que se refería, ella revoleo los ojos y añadió,- Tu peso ¿más de cien?- Mi mente se puso en blanco, no supe cómo responder.
— Si subes pasaremos el limitante de peso.- dijo la otra señalándome un cartel a un costado: “Peso máximo 400kg”. Mientras me miraba con desdén. Hice unas cuentas rápidas teniendo en cuenta el peso aproximado de ellas y del señor Da Silva y creo que en realidad no lo pasaríamos, pero me avergonzaba hablar de ese tema frente a mi jefe. De hecho frente a nadie. Así que opte por retroceder callada y decirle al señor Da silva.
— Tomare el siguiente, señor.
Una de las chicas se apresuró a tocar el botón del ascensor y las puertas se comenzaron a cerrar, mientras yo miraba al piso avergonzada totalmente deseando que las benditas puertas se cierren de una vez para que esta situación vergonzosa se acabara.
Entonces mi jefe sostuvo la puerta con sus manos bruscamente impidiendo que se cerraran y salió del ascensor. Yo me quedé sorprendida.
— Tomare el siguiente también.- dijo mientras se arreglaba el saco luego del movimiento repentino que acababa de hacer.
Las puertas volvieron a cerrarse dejando tras ellas las caras de desilusión de las dos mujeres. Quedándonos luego de eso en un silencio absoluto.
— ¿Por qué hizo eso señor?- Pregunte incapaz de alzar la vista, sin embargo noté que el señor Da silva me vio de costado.- Yo podía haber ido en el siguiente ascensor, no era necesario que me esperara.- Él se cruzó de brazos y contestó.
— No tolero a la gente estúpida que hace sentir mal a los demás para mostrarse superiores.- Me gire a verlo, estaba atónita.- Claramente no superaríamos el limitante de peso, sin embargo lo hicieron para discriminarte. Eso me molesta mucho. No toleraría compartir un mismo espacio con ese tipo de persona.
Mis ojos se pusieron vidriosos, jamás creí que mi jefe fuese tan amable.
— Gra… gracias señor.- dije sin poder ocultar una sonrisa en el rostro.
— No hay de qué.
El próximo ascensor no tardó mucho en venir y lo tomamos. De inmediato salimos al piso de las reuniones, era un espacio muy sofisticado, había algunas salas pequeñas que estaban dedicadas a conferencias o para hacer video llamadas, pero al fondo del pasillo estaba la sala de reuniones más grande. Era un espacio totalmente vidriado con algunas plantas de interior en las esquinas, en el centro residía la gran mesa de trabajo con una docena de sillas, algunas de las cuales ya estaban ocupadas.