Fui al trabajo como de costumbre y salude a todos en el piso, ahora me llevo mejor con todos.
Aunque no tenía relación cercana con todos: Oriana y Luna eran con quienes mejor me llevaba, luego está Ignacio quien se enfoca demasiado en sus tareas y no suele hablar mucho, Valentín era un casanova que coqueteaba con todas las chicas y buscaba siempre excusas para pasear por todos los pisos, las chicas me han dicho que se pavonea con las de ventas, Mercedes y Laura tienen su club aparte, hacen bromas y comentarios con palabras que solo ellas entienden. Sin embargo todos nos saludamos y tratamos bien, el ambiente de trabajo es muy agradable.
Antes de ser supervisora me encerraba en mi misma y pensaba que yo le desagradaba todo mundo, evitaba charlar demasiado, y me aislaba. Pero debido a la naturaleza de mi nuevo puesto debí interactuar más con mis compañeros y pude comprobar que todos son agradables y el problema estaba en mi actitud temerosa y en pensar que todos eran como Yamila Thompson. No todos son idiotas como ella.
Tengo que entender que ya no se trata de la escuela secundaria, en donde era motivo de burla para todos, eso ya quedo atrás.
Y desde ayer también la relación con mi jefe se volvió más cercana.
La cerveza me hizo creer que tenía jurisdicción para opinar y regañar al señor Da silva como si fuese la madre, y me hizo hablar de más. Ahora lo recuerdo y me apena. Me propuse pedirle disculpas, aunque en el momento se rió, puede que luego se haya molestado porque su subordinada sea tan impertinente…
A modo de excusa fui a buscar un café a la cocina para llevárselo, bien cargado y sin azúcar, como a él le gusta. Tome coraje y finalmente entre, no sin pena, a su oficina, como de costumbre, él estaba ya desde temprano.
— Buenos días, señor, - él despego la vista de su computadora para verme, - le traje su taza de café, como siempre.
— Buenos días, Godoy.- se quitó los lentes y mientras los limpiaba con la parte inferior de su camisa me pregunto.- ¿cómo estás de tu resaca?- No esperó ni un minuto para sacar el tema.
— Oh… bien…. ¿y usted?
— Normal. Tengo bastante resistencia al alcohol.
— Ya veo.- Trague grueso y dije.- Respecto de lo de ayer… quería pedirle disculpas si sui muy impertinente. No debí opinar sobre su vida personal.- alza los lentes para comprobar que estén lo suficientemente limpios y contesta.
— Descuida, No has dicho nada malo. Solo te preocupaste por mi salud. Cosa que agradezco.-Y se volvió a poner los lentes.- Además me agrado ver una nueva faceta tuya.- contesto con una leve sonrisa en el rostro.
— Una faceta muy vergonzosa, sin duda
— Para nada, eres muy graciosa.- bebió un sorbo del café.- Y bastante centrada para ser que estabas bebiendo. Hacía tiempo que nadie me hacía ver mis errores, así que te haré caso y comenzare a cuidar mi alimentación y mi salud.
— ¿En serio?¿Va a traer comida saludable de casa?
— Olvídalo, soy un asco cocinando. Iré al buffet del edificio.
— Tienen variedad de comidas, de seguro es mejor que sus papas fritas y energizante.- asiente con la cabeza.
— Avísame cuando sea el horario del almuerzo.
— De acuerdo, señor.
Desde ese momento me enfoqué en las tareas del día, cargar los libros mayores a la plataforma, chequear algunos errores, mandar unos mails y recibir el paquete de mensajería para comenzar el escaneo habitual de los martes… pero el bendito paquete no llegaba.
Normalmente el cadete llegaba a media mañana, pero ya era cercano al medio día y ni noticias, lo menos que quería era perderme el primer almuerzo decente de mi jefe por quedarme esperando al de mensajería.
Entonces las puertas del ascensor se abrieron y un chico con chaleco naranja y casco de motociclista salió del ascensor cargando una caja. Miraba hacia todos lados como buscando a alguien, tal vez es alguien nuevo, en seguida veo como se le acerca a Oriana, quien tiene su puesto más cerca, y esta le señala mi escritorio, él agradece moviendo la cabeza y se encamina a mi dirección. Yo me pongo de pie para recibirlo, solo para agilizar el trámite y poder despacharlo pronto, pero entonces noto que el cadete se detiene y se me queda mirando varios segundos.
— Buen día.- le digo y este reanuda el paso hasta llegar a mi escritorio y apoyar la caja en él. Lleva las manos al casco y quitándoselo deja al descubierto una melena corta, enrulada, rubia con raíces castañas, unos ojos marrones brillantes y una sonrisa que podría reconocer en cualquier lugar en el mundo…
— Guada….- dijo con voz afectada. No cabía duda, era Nico, mi amigo de la infancia que no había vuelto a ver desde aquel día… Traté de hablar pero las palabras quedaron atascadas en mi garganta, tarde varios segundos en poder articular palabra.
— Nicolás… - Estaba tan sorprendido como yo pero en seguida su sonrisa se amplió y poniendo el casco bajo el brazo habló.
— ¡Vaya coincidencia! No te veía desde que te cambiaste de escuela, ¿cómo has estado?
No podía dejar de verlo, lucia apuesto como siempre, solo que ahora estaba un poco más maduro con su barba en el mentón y unos aros en las orejas que le lo hacían ver genial.
— Bien, podría decirse.- corrí la mirada buscando el papel que debía firmarle, no podía seguirlo viendo sin sonreír como una boba.
— ¿Hace mucho que trabajas aquí? – dijo apoyando el codo en el escritorio. Yo hice de cuenta que buscaba una lapicera.-
— Hace medio año, aproximadamente.
— Increíble, y ya eres supervisora, ¡que genial!
— Sí…- nos quedamos viendo unos momentos que me resultaron eternos y para agilizar pregunté.- Por cierto, debo firmarte algo, ¿verdad?
— Oh, sí, cierto.- me acercó la planilla que estaba apoyada sobre la caja.- ¿podrías firmar aquí, por favor?
— Claro…- me acerco y mientras firmaba sentí la vista de Nicolás sobre mí en todo momento, eso me ponía nerviosa.
— Yo vine de casualidad, a suplantar a mi compañero que tuvo un accidente. ¡Qué casualidad ¿no?- Me contaba mientras tanto.