Todos quieren a la gordita

Capítulo 16

Luego de aquello trate de recomponerme lo más posible, y aunque fui a almorzar con mi jefe y su cara de desagrado al comer una ensalada caesar fue de lo más cómico, sentí que no podía conectar adecuadamente con nada de lo que pasaba a mi alrededor. Incluso Oriana se acercó para preguntarme si me ocurría algo, pero lo negué rotundamente.

Esa misma noche, cuando llegue a mi departamento, no pude evitar ir a la caja de mis recuerdos. Allí tenía todas aquellas cosas preciadas para mí: Fotos, Caracoles que traía de la playa cuando nos íbamos de vacaciones con mis papás, Papelitos que nos escribíamos con Vanesa en las clases de secundaria, el yeso de la pierna que me recordaba a David, y en el fondo tenía una pequeña caja con mis figuritas de pokemon que coleccionaba cuando era niña. Tenía casi la colección completa, solo me faltaba una que la tenía Nicolás… sonrío de solo recordarlo. Ambos nos habíamos adueñado el pokemon favorito del otro solo para que no pudiéramos terminar la colección.

Saque de mi bolsillo el pequeño papel con su número, ¿Por qué quiere que nos reunamos de nuevo? Me gustaría hablar con él, como hacíamos antes, charlando de videojuegos y de nuestras series favoritas. Pero no es lo mismo, algo se rompió. No puedo hacer como si no hubiese pasado nada desde ese día. La angustia inundo mi pecho. Estaba a punto de ponerme a llorar pero entonces me dije a mi misma.

— ¡No lo hagas, Guadalupe Godoy! No vale la pena recordar cosas tristes.- Volví a guardar las cartas en la caja junto con el papel de su número, estaba dispuesta a dejar ese asunto en el olvido.- No vale la pena llorar por cosas del pasado. Al cabo que solo fue a suplir a un compañero, ya no lo volveré a ver.

Jugué un rato con el señor bigotes para distraerme, cocine algo delicioso y me fui a dormir temprano.

Sin embargo mi cerebro no iba a dejarme cumplir mi propósito.

De repente me encontré en un lugar nostálgico, era mi escuela secundaria. Estaba vestida con mi uniforme, pollera verde camisa blanca y corbata roja, tenía 14 años. Las clases ya habían terminado, caminaba tranquilamente por el patio trasero buscando a Nicolás: mi único amigo, y también el chico que me gustaba. Mientras lo hacia una intranquilidad se apoderaba de mi, sabia lo que hallaria y no quería verlo, pero mi cuerpo no parecía obedecerme. Me encontraba entonces como un fantasma, un espectador incapaz de intervenir en lo que mi yo del pasado hacía.

Habíamos acordado jugar un poco al pokemon en mi consola antes de volver a casa, sabía que en su casa no tenía y se la iba a prestar un rato para que juegue, era una mera excusa para pasar tiempo con él. Lo vi a lo lejos junto a un árbol, lucia su uniforme desarreglado, como solía llevarlo en ese entonces, con la camisa fuera del pantalón y la corbata floja, tenía el cabello castaño largo, revuelto por sus rizos indomables y el viento. Estaba hablando con algunos de nuestros compañeros, algunos varones y también estaba Rocío, la chica linda de la clase, con su pelo largo negro alisado al extremo por horas con su planchita, y también estaban sus amigas lame botas. Parecían estar riéndose de algo mientras hablaban con Nico.

Nicolás era buscado por las chicas de la clase pero él pasaba todos los recreos conmigo. A menudo ellas me jugaban “bromas” por mi aspecto y, aunque no lo dijeran abiertamente, me odiaban por acaparar al chico lindo del salón. Me acerque un poco con la esperanza que me viera y se alejara del grupo, pero cuando estuve lo suficientemente cerca lo oí casi gritar…

¡Ya les dije que Guadalupe no me gusta! Jamás saldría con ella…- esas palabras fueron como un puñal clavado en mi pecho. Lo sabía. Sabía que él solo me veía como una amiga, que no había interés romántico hacia mí, seguramente por mis kilos de más. Pero en el fondo, muy en el fondo, quería creer que un milagro ocurriera, que me diga que le parecía linda y que me invitase a salir. Esa esperanza quedó hecha añicos tras oír eso.

Nico…- deje escapar su nombre cual susurro.

En ese momento uno de nuestros compañeros me ve y señalándome sin disimulo tira de la camisa de otro compañero mientras grita.

¡La gorda Godoy está ahí!- Retrocedo un paso.

¡Uhhh Nico, seguro te escuchó!-Dice el otro. Yo retrocedo otro paso.

Él se voltea, su rostro quedo deformado por la sorpresa, dio un paso hacia mi dirección.

Guada, yo no…- balbuceo, pero fue interrumpido por Rocío.

Qué bueno que llegas Gordita, justo le estábamos diciendo a Nicolás si quería ser tu novio, ya que tu estas enamorada de él.

Era verdad, hacía tiempo que me gustaba, pero jamás se lo dije, ni a él y ni a nadie, no quería arruinar la hermosa amistad que teníamos, así que solo me desahogaba escribiendo en mi diario, era el único lugar donde podía plasmar lo que verdaderamente sentía.

¿Qué dices? - dije tratando de disimular.- Yo no gusto de Nicolás.- Trataba de camuflar el hecho de que lo que acababa de decir mi amigo no me había afectado.

¿Ah sí? Entonces ¿cómo explicas esto?- la susodicha peli negra saco de su mochila un cuaderno, era mi cuaderno donde escribía todo: mi diario. A veces lo traía a clase y escribía en las horas libres, siempre me aseguraba de guardarlo bien en el fondo de la mochila, jamás dejaba que nadie la tocara. No había forma de que lo haya dejado olvidado por ahí. Ella lo tomo de mi mochila sin permiso. Definitivamente.

¿Qué haces con eso? ¿De dónde lo sacaste?- Ella no dijo nada solo me observaba con sonrisa socarrona mientras meneaba el cuaderno, encolerizándome. Yo avance a hasta donde estaba ella, decidida a recuperar mi cuaderno, pero las amigas de Rocío se interpusieron a modo de escudo.




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