Todos quieren a la gordita

Capítulo 18

Esa misma semana decidí comenzar el gimnasio, programé la alarma temprano, me puse una camiseta amplia, unos cómodos pantalones de joggins y zapatillas, desayune y emprendí el camino.

Las calles estaban oscuras y desiertas a esa hora, pero no había problema, mejor así. Llegue al lugar y efectivamente estaba abierto las 6:00am entre y el panorama fue totalmente contrario al que vi la primera vez, todo estaba vacío y solo interrumpía la tranquilidad la mala música reguetonera de fondo. En el mostrador había un chico, diferente al de la otra vez, parecía más joven que yo, estaba tomando algo en su taza y al verme entrar la cara de fastidio se hizo evidente.

Nos saludamos y le expliqué que venía a inscribirme, tomo mis datos con lentitud y mirándome de arriba abajo me interrogó acerca de enfermedades preexistentes: diabetes, hipertensión…. Le contesté que no tenía nada de eso pero sí le mencione lo de mi pierna y que el ejercicio no debería ser de impacto. Se quedó pensando unos momentos y luego me acompaño a la parte del gimnasio en sí. El lugar era un local alargado, paredes pintadas de blanco y el techo elevado, tal vez hubiera servido de depósito en el pasado, sin embargo estaba bien ambientado dándole un toque moderno y decorado con espejos en casi todas sus paredes. En la parte más alta había imágenes de fisicoculturistas, tanto hombres como mujeres, que posaban exhibiendo su musculatura, ¿se supone que eso me sirva de motivación? Las máquinas de ejercicios estaban a ambos lados dejando un pequeño pasillo libre en medio para circular y a mitad de camino una estantería con pesas de diferentes tamaños y formas, al fondo un sujeto de camiseta blanca y gorra estaba levantando una barra con muchos discos a ambos lados. El tipo del mostrador me dijo que usara la caminadora por 20 minutos para calentar en lo que él me armaba una rutina de ejercicios adecuada para mí. La encendió y me enseñó a manejar la velocidad y se marchó. No tenía reloj por lo que calculaba el tiempo mentalmente y miraba de vez en cuando a la mesa de recepción para que el chico, que nunca dijo su nombre, no se olvide de mí.

A los pocos minutos llegó una chica vestida con calza ajustada y un top deportivo, llevaba un bolso de un lado y en el otro sostenía un gran vaso térmico rosa, saludó con un beso en la mejilla al chico de recepción y este le hablaba muy cerca y con una gran sonrisa, ¿serán novios? Pronto ella se alejó y dirigiéndose a las bicicletas comenzó a pedalear mientras bebía de su vaso. El chico de recepción volvió a acercárseme y me entregó una hoja impresa con una gran lista de nombres extraños con un número al lado. De esos nombres solo podía reconocer: sentadilla, abdominales y flexiones de brazo. Me explicó que esa sería mi rutina, me dijo que cada día haría ejercicios diferentes, comenzando con poco peso y repeticiones y luego iría aumentando conforme vaya tomando estado físico.

Con poca gana y a modo de compromiso luego de mis cuestionamientos me explico algunos de los ejercicios, la postura que debía tener y la máquina que debía usar. Luego se marchó a hablar con la chica que había venido después y se encontraba pedaleando en la bicicleta aun.

Hice lo mejor que pude recreando las posturas que me mostró, aunque no estaba segura de sí lo estaba haciendo bien. De a ratos veía que el tipo de gorra venía a buscar pesas y hacia sus ejercicios pero estaba totalmente ajeno al mundo y se manejaba solo. Solo cuando la chica de calza ajustada se bajó de la bicicleta para hacer otro ejercicio el chico del mostrador recién se acercó a ver como estaba. Me corrigió la postura del ejercicio que estaba haciendo, me entregó unas pesas y me indicó que continuara con otro ejercicio más. Sin perder tiempo volvió nuevamente al lado de la chica.

Así fue durante toda la hora.

Cuando terminé con la rutina que me había señalado ya estaba cansada, jadeante tomé mis cosas y me marché, hice un intento de saludo pero al parecer no fui escuchada y no tuve respuesta de nadie, pero no importa, bajaré de peso aun si nadie me ayuda. Estoy decidida a esto.

El día siguiente fui igual, el chico que se supone debía asesorarme se la pasaba más tras el trasero voluptuoso de la otra chica que de mí, la novata. Me resultaba super incómodo buscarlo para preguntarle cosas porque suspiraba cada vez que me veía acercarme, como si fuese un fastidio, y luego de resolver mi duda volvía con el objeto de su interés. Por su parte el tipo de la gorra se mantenía al margen, siempre alejado y concentrado en su rutina, eso me resultaba tranquilizante, puesto que mientras menos gente observe mi cuerpo, mejor. Aunque debo reconocer que aun no entiendo porque lleva gorra siendo que estamos bajo techo y no hay sol.

El tercer día se repitió el patrón, aunque estaba decidida a manejarme por mi cuenta y no contar con el chico del mostrador, había una serie de ejercicios que requerían el uso de pesas rusas, no sabía cuáles eran ni de que peso podría usar por lo que, con mi hoja de papel en mano, estaba debatiéndome si llamar al chico o no. En eso siento un ligero toque en el hombro, cuando me volteo me encuentro con la imponente figura del tipo de la gorra. Me sacaba cerca de 2 cabezas de alto, sus hombros eran el doble de anchos que los míos y sus brazos estaban marcados, llevaba una pequeña toalla en el hombro y me miraba con expresión tan seria que temí que me gritara enfadado algo como “apártate de mi camino” o estorbas”. Por lo que, instintivamente retrocedí un paso.

— Disculpa, ¿necesitas ayuda con algo?- asombrada por aquella muestra de solidaridad abrí la boca y creo que demore un segundo en poder contestar.

— Ah… de hecho.- Alce mi hoja algo temblorosa.- No estoy segura de cuales sean las pesas rusas.- El sujeto de la gorra giro la vista hasta el estante, luego volvió a mirarme y contestó.

— Ven, yo te muestro.- Lo seguí hasta el lugar donde se encontraban y tomo un par de bolas de metal con una única manija.- Son estas, te recomiendo alguna de estas dos que son las más livianas ya que recién estas comenzando. – Extendió una delante de mi.- pruébala, esta es de 4 kilos.- Con cuidado la tome y la encontré no mucho más pesada que las bolsas del supermercado que siempre cargo.- ¿Bien verdad?- asentí.- ahora prueba esta de 6 kilos.- Dejé la otra en el suelo y tome la que me ofrecía, y aunque solo eran 2 kilos más me costó mucho más levantarla.




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