Habiéndonos presentado a los demás: los dos chicos jóvenes que se llamaban Kevin, Tobías y el pálido Amadeo, David nos abandonó para ir al vestuario y quitarse el resto del uniforme. Estaba empezando a sentirme cómoda con la gente y el lugar… hasta que David volvió.
Mis ojos no daban crédito a lo que veía. Siempre consideré que David era un gordito como yo, con sus rollos y brazos fofos, pero me encontraba ante otro panorama.
La camiseta azul del uniforme era ajustada y dejaba ver un cuerpo macizo. Sus brazos trabajados marcaban cada musculo cuando lo flexionaba y su torso, aunque era voluminoso, demostraba que había sido ejercitado, aunque no al punto de marcar los abdominales. Me lo quede viendo varios segundos y cuando él dirigió su mirada a mi quité la vista. No obstante los ojos volvían a dirigirse a su físico de a ratos, admirando aquella vista.
Caí en la cuenta que nunca lo había visto con otra ropa distinta a su chaqueta de bombero o su campera inflada, di por sentado que su cuerpo era gordito. Su aspecto real me resultaba mucho más atractivo que antes.
Mientras comíamos trataba de no mirarlo mucho y mis respuestas a sus comentarios no eran tan elocuentes como otras veces. Inconscientemente me cohibí ante su presencia.
Siempre me pasa lo mismo: cuando veo un chico lindo trato de esfumarme, disolverme en el fondo. Siento que no estoy a la altura de él y prefiero pasar desapercibida.
Él pareció notarlo y mientras otras personas cobraban protagonismo con la conversación del almuerzo él me susurro que no tenga miedo, que todos eran buenas personas y no me estaban juzgando por mi físico…. ¡Si supiera que el motivo de mi nerviosismo no era otro que él mismo!
En un momento recibo un mensaje de texto de Vanesa, quien estaba a dos sillas de distancia, había quedado sentada con Mónica y los dos chicos enérgicos.
“Te gusta lo que ves??”
Lo leí pronto y cerré la pantalla. Le dirigí una vista severa para que no me ponga en evidencia. Ella solo se reía.
— ¡Cómo extrañaba comer algo así!- Dijo David mientras saboreaba el ultimo sándwich. Luego me miro y agregó.- Eres mi salvadora.
— N.. no digas eso.- dije algo sonrojada por sus palabras. Tú fuiste quien me salvó. Yo soy la que debería decir eso.- De repente uno de los chicos que estaba junto a Vanesa intervino en la conversación.
— Entonces ¿Tu eres la chica del derrumbe de la cafetería?- Dijo soltado el sándwich y acercándose un poco.
— Sí. Yo estaba atrapada entre los escombros.- el chico bajo la vista al suelo y su sonrisa se esfumo. No entendía porque se puso así hasta que David intervino.
— Kevin fue quien te encontró primero y quien me dio aviso.
— Ya veo. Muchas gracias a ti también entonces.- El rostro del chico se angustió. Parecía debatirse internamente por decir algo.
— Yo… lamento mucho no haber podido rescatarte en ese momento,- dijo sin alzar la vista del suelo.- no tuve la fuerza suficiente.- Realmente parecía compungido. ¿se ha estado lamentando todo este tiempo?
— Pero has salvado a mi amiga.- dije rápidamente.- Y por ello también te estoy agradecida.
— Además tuvo el criterio necesario para evaluar la situación y buscar apoyo de quien sí podía. Eso es muy importante.- dijo David cruzado de brazos. De pronto el Comandante se acercó y tomándolo del hombro lo hizo alzar la vista.
— Es su primer año Cabo, no sea tan duro consigo mismo. Con la práctica viene la fuerza y lo más importante: La sabiduría.
— Sí señor.- Dijo el muchacho más animado.
Pronto la conversación se tornó a temas más alegres, como la proximidad de los exámenes de ascenso, en el que David por fin ascendería a Suboficial, y con ello obtendría la responsabilidad de hacerse cargo del cuartel cuando el comandante no esté disponible. También hablaron acerca de unas competencias de fin de año y de cómo debían practicar más las técnicas de rescate. Vanesa, inoportuna como siempre, se atrevió a preguntar si era verdad lo de los calendarios sexys de Bomberos. Mónica rió a carcajadas y los chicos se pusieron nerviosos.
— Esas son tonterías. -Dijo el comandante.- Nuestro cuartel no participa de eso.
— Pero podrían.- acotó audazmente Mónica.- Y ayudarían mucho las ganancias a hacer mejoras en el cuartel.
El comandante se alejó farfullando algo y los chicos explicaron que el comentario fue oportuno porque estaban tratando de convencer al comandante para hacer eso. Luego comenzaron a flexionar sus brazos para mostrar el fruto de su entrenamiento. Sobre todo frente a Vanesa, parecía un ritual de cortejo, ella respondía a todos con halagos y sonrisas coquetas. Le encanta recibir atención.
— ¿Alguna vez has comprado un calendario de bomberos?- me preguntó de repente David e inmediatamente se metió un bocado a la boca mirándome expectante.
— La verdad que no.- contesté.- Pero si llegaran a hacerlo lo compraré para colaborar, claro.
— Ya veo.- volvió la vista al frente y no dijo nada por un rato.
Luego de hacer sobremesa nos dieron un recorrido por la estación, nos mostraron los camiones, autobombas, las herramientas de rescate que utilizan, los vestuarios, baños y un pequeño sector de gimnasio en el que tenían algunas pesas y maquinas que utilizaban en los ratos libres cuando no había casos que atender. Nos mostraron unas escaleras caracol que llevaban a unas habitaciones arriba y el tan famoso tubo por el que se deslizan si hay una emergencia. Inmediatamente vi a Vanesa y le hice gestos para que no haga lo que me temía: Bailar en él. Afortunadamente no lo hizo, aunque sé que le gustan mucho sus clases de Pole dance ella se contuvo de hacer demostraciones.
Con la excusa de haber abusado mucho de su hospitalidad nos retiramos, David y Mónica nos acompañaron hasta el frente.
— Toma,- dijo extendiendo algo en su mano.- Casi olvido dártelo.- Tomé aquel cuadrado de papel impreso y leí “Carnet de afiliado al club de los gorditos” tenía mi nombre y foto sacada de la aplicación de mensajería web. No pude evitar reírme a carcajadas.