Todos quieren a la gordita

Capítulo 22

Transcurrieron unos segundos que parecieron eternos mientras el señor Da silva y yo nos mirábamos detenidamente. Iba con jeans, una camiseta blanca y una chaqueta de cuero negra, llevaba el cabello negro peinado hacia atrás y la barba de un par de días que lo caracteriza. A su lado estaba su amigo, Ricardo Pagano, vestido de forma similar aunque su chaqueta era color café y su camiseta de colores más vibrantes. Charlaba con Vanesa sin percatarse de que nosotros nos reconocimos, no fue hasta que comenzó a caminar y noto que su compañero no lo seguía que se dio cuenta de la situación.

El señor pagano me vio pero no me identificó hasta varios segundos después, cuando lo hizo abrió los ojos enormes y con su soltura que lo caracteriza dijo.

— Oh señorita ¿Godoy era su nombre, verdad? Qué bueno encontrarla por aquí.- se acercó a saludarme con un beso en la mejilla.

— Así es un gusto verlo…- dije algo incómoda mientras trataba de subir el escote del vestido.- Volví a ver a mi jefe y como si lo hubieran encendido con un interruptor el señor Da silva comenzó a moverse y también se acercó a saludar.

— Hola, - apoyo su mano en mi hombro desnudo y me saludo con un beso en la mejilla igualmente.- Disculpa no esperaba verte por aquí.- No pude evitar soltar una risita nerviosa. Tome aire y comencé a explicar.

— Es que vine a ver a mi amiga. -Vi a Vanesa que permanecía a un costado con la sonrisa más radiante del mundo. No era la típica sonrisa de compromiso que pone a los clientes, era esa sonrisa socarrona que pone cuando las cosas le salen como quiere.

— Ohh.- Exclamo Pagano dirigiendo su atención a mi amiga.- No sabía que era amiga de tan hermosa señorita.- la recorrió de arriba abajo comiéndosela con la mirada. Vanesa liberó una risita coqueta.

— ¿No estas esperando a nadie?- pregunto mi jefe sin detenerse en el exuberante cuerpo de Vanesa.

— Ah, no, solo vine a beber algo.- Dije señalando el vaso de gaseosa de cola que me esperaba en la barra.

— Si estás sola ¿te gustaría hacernos compañía?- Me llene de asombro ante tal propuesta, de refilón vi a Pagano igual de sorprendido que yo mirando a su amigo. Me apresuré a contestar.

— No me gustaría interrumpir… ya la última vez no los deje ir a beber juntos y…

— ¡Para nada!- Me interrumpió con energía Pagano.- Después de todo estamos festejando el cumpleaños de Alejandro.- Mientras lo decía golpeaba el hombro de su amigo y este revoleó los ojos y los dejo en blanco demostrando fastidio.

— ¡Su cumpleaños! ¿en serio?- Su silencio fue mi certeza.- ¡Felicitaciones!- Vanesa a un costado comenzó a aplaudir emocionada dando saltitos haciendo que sus dotes reboten. Pagano disfruto mucho de aquella vista mientras que mi jefe la ignoraba por completo.

— ¡Qué bueno! ¡Entonces le daremos un plato extra grande de nuestras alitas picantes, especial para el cumpleañero y sus amigos! Vengan, les mostraré mesa para 3.

Embarcada en la invitacion repentina no tuve más opción que seguirlos a una mesa rectangular donde nos acomodamos. En seguida pedimos cervezas y las famosas alitas picantes, Superando la incomodidad inicial la charla resulto muy amena, el señor Pagano, o Ricardo como él insistió en que lo llame, era el que guiaba la conversación. Alejandro por su parte intervenía acotando alguna que otra cosa.

Un par de veces, a modo de chiste, me pidió el número de Vanesa, pero lo evadí satisfactoriamente desviando el tema a algunas cosas del trabajo, como la inminente llegada de los pasantes universitarios a la empresa, por ejemplo.

En un momento me paré para ir al baño y atrás mio vino Vanesa.

— ¡Quiero un frappuccino, con mucha crema!!!- Dijo entre risas mientras cerraba la puerta del baño.

— ¡No cuenta! Es mi jefe, me hablo por compromiso.

— ¡Eso fue más que compromiso! Te invito a sentarte con él y no te quitó la vista de encima en toda la noche.

— No es cierto…- Había notado que me miraba más de lo usual, pero tal vez se debiera a mi atuendo. No quería creer que sea por interés romántico ni nada por el estilo.

— Guada… - dijo mi amiga apoyando la mano en mi hombro y mirándome directamente a los ojos.- Conozco de sobra las miradas de interés de los hombres, lo hacen todo el tiempo aquí, pero ese tipo no tenía ojos más que para ti. ¡Amiga lo traes loco!- Mi rostro se volvió caliente, la idea de que a Alejandro le resultara atractiva era algo impensado.- Bueno, tengo que volver a atender, sino me regañan. Luego me cuentas que tal todo.

— Claro…

Cuando se va mi amiga me quedo un poco más hasta que mi cara vuelva a un tono más normal. Tomo aire y decido volver a la mesa, como había mucha gente para pasar entre las mesas decidí costearla pasando al lado de la barra. En ella se encontraba un tipo con una jarra grande de cerveza que me ojeo de arriba abajo causándome rechazo inmediato, simplemente lo ignore y caminé mirando a otro sitio pero al pasar el tipo me golpea el trasero. Me sobresalté de inmediato y vuelvo la vista al responsable que, con una sonrisa ladina hizo como si nada y se bebió un trago de su bebida.

Consternada me quedé quieta un segundo, jamás me había pasado eso, quería regañarlo pero era tal el asombro que las palabras no me salían. Entonces oigo una voz grave que interviene.

— ¿Que acabas de hacer, imbécil?- era Alejandro que se había puesto de pie y caminado hasta ahí. El tipo frunció el ceño.

— ¿A ti qué te importa? – Alejandro volvió a insistir con la mirada seria.

— Le acabas de dar una nalgada. Pídele disculpas.- Ordenó. En las otras mesas nos miraban y estaban haciendo comentarios al respecto. Una de las camareras mencionó la palabra Seguridad.

— Ella lo estaba pidiendo, ¿no ves cómo esta vestida?- dijo sin tapujos el sujeto mientras me señalaba. - Tiene cara de no haber sido atendida en mucho tiempo. Las rellenas como tú no pueden ponerse en exigentes, querida.- Quería morirme, que la tierra me tragara allí mismo y me escupa lejos. Lo único que podía hacer era negar con la cabeza las tonterías que decía ese tipo. Alejandro apretó los puños, dando un paso al frente y con voz más autoritaria exclamó.




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