Todos quieren a la gordita

Capítulo 23

El silencio durante aquella caminata parecía no molestar a Alejandro que daba sus pasos con una tranquilidad imperturbable, pero a mí me parecía incómodo. Me sentía culpable por lo ocurrido y me veía en la necesidad de explicarme. Cuando llegamos a la calle principal nos paramos en una esquina a esperar a algún taxi que nos quiera llevar, pero la mayoría no se detenía, después de todo era un sábado en la noche, todo estaba ocupado. Aprovechando la situación me disculpé.

— En verdad lo siento mucho…- solté mirando al suelo.

— ¿Por qué?- Dijo Alejandro volviendo su atención a mí en lugar de la calle.

— Por todo. Te arruiné el cumpleaños…- Alejandro comentó.

— Al contrario. Creo que lo has hecho más interesante.- Alcé la vista y vi como sonreía levemente.- Definitivamente contar que salvé una chica linda de un borracho es mucho más genial que reconocer que fui a un Bar a ver pechugonas, es mucho más “digno”.

— Pfffff- Estaba incrédula ante lo que decía.- ¿Chica linda? ¿Dónde? – Pregunté entre risas.

— Estas bromeando, ¿cierto?

— Oh vamos, no hace falta exagerar, aunque bueno, te lo permito para resaltar más tu caballerosidad…- Detuve mi risa al ver que no me seguía, Alejandro se había quedado atónito al escuchar mi respuesta.- ¿Qué ocurre?

— ¿No eres consiente, cierto?- Me asusté un poco, pensé que dije algo indebido.

— ¿De qué? No entiendo.- Alejandro caminó hasta ponerse justo frente a mí.

— Eras la chica más linda de ese bar.- Dejo escapar una risa nerviosa mirando a la calle. - ¿No me crees?- Preguntó girando el torso para recuperar mi atención.

— Creo que lo estás diciendo para hacerme sentir mejor. Lo cual agradezco mucho, pero… creo que las gorditas como yo no entramos en esa categoría. Es decir, hay muchas más opciones, las gorditas somos el ultimo “Orejón del tarro” por así decirlo…

En ese momento Alejandro comenzó a reír a carcajadas, algo que nunca había visto. Siempre es muy modesto con sus expresiones y verlo reír de esa forma era llamativo, por no agregar incomprensible.

— Con lo que acabas de decir quedo en evidencia tu desconocimiento general de los hombres, señorita Godoy.- Me puse roja de inmediato.

— N… no te burles por favor.

— Lo siento, lo siento…- Luego me miro con una leve sonrisa y agrego.- Lo que voy a decirte espero que no lo consideres como acoso ni nada parecido, pero creo que es necesario para que tomes conciencia de la belleza que posees.

— ¿Belleza? ¿Yo?

— A los hombres nos gustan las curvas. Con tu ropa de oficina lo ocultas bien, pero tu las tienes, de hecho posees un cuerpo muy sensual, hoy lo comprobé con tu ropa que llevas puesta. ¿Acaso no te diste cuenta que me quede mirándote un buen rato cuando entré al bar? – Agarré con fuerza el abrigo que me cubría tratando de cerrarlo más, estaba aún más avergonzada.

— N… no es ropa que suela llevar cotidianamente…- Me justifiqué.

— Lo sé. Tal vez por eso no eres consciente de lo que eso genera en los hombres…-llevo su mano hasta mi rostro y con el dedo índice alzo mi mentón, viéndome a la cara dijo con su vos seria que en ese momento me pareció mas ronca y sensual que lo usual.- Esos labios rojos, ese escote… generan muchas cosas, no deberías usarlo a menos que quieras afrontar las consecuencias de tentar a un hombre…

Luego de decir aquello quito su mano lentamente y yo agache la cara, el corazón me latía a mil por hora y estaba totalmente roja.

Alejandro se alejó un poco y extendió su brazo a la calle, y afortunadamente un taxi se detuvo. Abriendo la puerta del mismo me invitó a entrar, yo agradecí y luego de entrar cerró la puerta y se subió del otro lado. Dije mi dirección al taxista y mientras manejaba a la casa no hubo más diálogo entre nosotros. Yo estaba demasiado nerviosa como para sacar conversación, ni siquiera para alzar la vista a verlo. Aun me parecía increíble que a mi jefe le pudiese parecer una chica linda, más aun entre todas las mujeres hermosas del bar de Vanesa.

Afortunadamente el viaje fue corto y luego de ofrecerme a pagar el recorrido hasta allí y él negarse rotundamente le agradecí de nuevo.

Volví a verlo a los ojos y sonreí, me acerqué para darle un beso en la mejilla, el también lo hizo, pero extrañamente su boca se acercó más de lo usual a la mía. Podía sentir que incluso sus labios rozaron la comisura de los míos. Asustada por el contacto repentino me voltee rápidamente y abriendo la puerta del taxi me baje exclamando un “nos vemos el lunes” de lo más nervioso y tartamudeado que haya dicho en mi vida.

Cuando entré al departamento y cerré la puerta me dejé caer en el suelo cubriéndome la boca con las manos.

— Casi beso a mi jefe…




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