Todos quieren a la gordita

Capítulo 25

— Hola buenos días…- Dijo un joven de cabello rizado mientras se acomodaba la corbata nervioso, ese debe ser Ian. Venia seguido de una chica rubia que seguro era Samantha, y uno de ojos azules que era Ulises. - Somos los pasantes, hemos venido a presentarnos con el Gerente de Contabilidad.

— ¡Bienvenidos, los hemos estado esperando!- me puse de pie y los guie hasta la oficina del Jefe. Ellos entraron y yo continué trabajando en mi escritorio. Al cabo de unos minutos me llamo mi jefe por el intercomunicador. Me encontré a los 3 chicos de pie frente a Alejandro, como si fueran soldados, oyendo atentamente lo que él les decía. Luego dirigió la vista a mí y continuó diciendo.

— La señorita Guadalupe Godoy, los guiara a sus lugares y les explicara el trabajo que realizaran de aquí en adelante.

— ¿Cómo?- inquirió con mal tono Samantha.- ¿No trabajaremos directamente con usted?

— No. Ustedes harán trabajo de oficina, como todos los demás.- La chica quedó notablemente desilusionada. Alejandro lo notó y continuó diciendo.- No desestimen el trabajo de los oficinistas, si alguno de los empleados realizara un trabajo deficiente eso afectaría toda la empresa, como futuros líderes ustedes deben estar al corriente de todas las actividades que desarrollan los empleados y saber resolver cualquier tipo de situaciones.- Esto particularmente lo dijo mirando a Ulises, el que se supone que es hijo del CEO de la competencia, el muchacho tragó grueso. Luego agrego.- No me importa que tengan excelentes calificaciones en la universidad, los tratare de igual manera que a cualquier empleado, y si considero que su trabajo es mediocre y que afecta a la empresa den por terminada su pasantía ¿está claro?- Todos se tensaron y tragaron saliva.

— Si señor.- Contestaron todos.

— Bien ahora vayan con la señorita Godoy.

A veces el señor Da silva puede parecer muy severo y exigente con lo que dice, pero estoy segura que en el fondo es una persona amable y que lo hace por su bien.

Los 4 salimos de la oficina y como había dicho los guie a sus cubículos nuevos, les presente a los demás miembros de la oficina con los que congeniaron bastante bien. Luego les explique cómo ingresar al sistema, y como ya estaban familiarizados con los programas que utilizamos en la computadora comenzaron de inmediato con su trabajo.

Por supuesto los comentarios de las chicas no se hicieron esperar: “Que apuestos que son los chicos.”, “¿por qué no venían así de lindos en mi generación?” y Valentín con su picardía no tardo en acercarse a hablar con la única chica del grupo ofreciéndose a ayudarla, sin embargo ella lo trató secamente, no cayó a sus encantos.

Mientras estaba explicándoles todo las puertas del ascensor se abrieron y entro al piso una persona que creí que ya no volvería a ver. Se suponía que solo había venido a cubrir a su compañero que estaba enfermo, o algo así, pero ahí estaba Nicolás, llevando su casco en el brazo y en el otro el paquete de mensajería. Me identifico entre la gente, sonrió y vino directo a mí. Me erguí de inmediato y trate de ofrecer una sonrisa en la que no se me note lo nerviosa que estaba, sobretodo delante de los pasantes.

— Hey, Guada, ¿Cómo estás?- dijo sin tapujos, luego procedió a darme un beso en la mejilla. A mis compañeros que estaban cerca les llamo la atención su repentina muestra de confianza.

— Hola Nicolás, Bien ¿y tú?

— Muy bien.- dijo mientras dejaba ver sus blancos dientes, luego soltó sin disimulo.- Estuve esperando tu mensaje toda la semana… ¿Por qué no me escribiste?- Pude sentir las miradas de mis compañeras en la espalda.

— Ven, dejemos el paquete en mi escritorio.- dije para alejarlo un poco sin que todos estuvieran oyendo lo que hablábamos. Caminamos a mi lugar y mientras pensaba una excusa plausible Cuando dejó la caja en su sitio le contesté.

— Perdí el papel en que me escribiste el número. Lo siento.

— AH eso supuse. Descuida.- No parecía afectado en lo más mínimo. En su lugar metió la mano en su chaqueta y saco su teléfono.- Díctame el tuyo, yo te llamo y ya te queda registrado el mío.

Me sorprendió su tenacidad en este asunto de conseguir mi número. Pero no había problema, podía librarme de esto dictándole simplemente algunos números equivocados y fingir más adelante que me confundí. Seguiría siendo una excusa creíble, pero entonces me percate de algo en la funda transparente de su celular.

— Esa es… ¿la figurita de Chikorita?- el voltea el teléfono y sonríe.

— ¿La reconociste? Ya está algo desgastada, pensé que no la notarias.- ¿siempre la lleva consigo? De pronto un calor llena mi pecho y recuerdo todas aquellas tardes en las que nos juntábamos a comprar sobres y completar nuestra colección.

— ¡Cómo no lo voy a conocer! – Dije sin disimular mi alegría.- ¡Es mi Pokemon favorito! Esta es la única que me faltaba para completar la colección.

— Es cierto, Yo me quede con la tuya y tú con el mío… ¿Recuerdas cual era?

— Moltres, un legendario nada menos.

— ¡Exacto! Tienes buena memoria, ladrona.- dijo apuntándome con el índice dibujando una mueca divertida en el rostro.

— Espera, yo te quité el tuyo porque tú tomaste el mío primero.

Así comenzó una discusión acerca de quien había sido el primero en robarse la figura del otro. De repente nos habíamos vuelto dos niñitos que peleaban por todo, como si hubiese retrocedido el tiempo. Pero entonces una dosis de realidad me golpeo y recordé que estaba en mi trabajo, Nicolás también se suponía que estaba trabajando, no podíamos estarnos entreteniendo en esta conversación nostálgica.

— ¿Tienes para anotar?- Nicolás detiene su risa y sin perder tiempo abre su teléfono, comienzo a dictarle el número y cuando termino él me regala una sonrisa, de esas que tanto me gustaban ver en mi adolescencia, en la que se le marcaban los oyuelos en las mejillas.

— Gracias, ya no te molestare más, no quiero que tu jefe se enfade contigo por quitarte tu tiempo.




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