Todos quieren a la gordita

Capítulo 26

Los días siguientes se repitió la rutina en el trabajo, los pasantes trabajaban arduamente y cumplían con todo lo que les pedía. Tenían tanta energía y positivismo que comencé a pensar que era una pena que tuvieran que marcharse a otro departamento la semana siguiente, los extrañaría.

En un momento del día se acercó Ulises, a preguntarme algo, al estar cerca pude contemplar bien su rostro, tenía un color azul profundo en los ojos, es realmente bonito, me recuerda a los profundos ojos azules que vi en Héctor, el del gimnasio. Es extraño… Tengo entendido que es un color poco frecuente, sin embargo ya conozco 2 personas con esa característica.

Mientras hablábamos sonó un celular, parecía una llamada.

— Oh, olvide ponerlo en silencio, Lo siento. - Él llevo la mano al bolsillo buscando su celular.

— Descuida, Si es una llamada importante puedes tomarla…- le dije, sin embargo él vio la pantalla del mismo y frunció el ceño, apagó el aparato y volvió a guardarlo en su bolsillo.

— No, descuida, solo es mi padre.- Alcé las cejas sorprendida. Parece que no se lleva bien con él pero no estaba dispuesta a tocar ese tema.

Continuamos hablando como si nada y luego volvió a su asiento a continuar con su trabajo.

Cuando llego el horario de salida los pasantes ingresaron nuevamente a la oficina del señor Da silva a despedirse y luego se marcharon seguidos por las chicas del piso que se agolparon para entrar con ellos en el mismo ascensor. Mientras yo también me preparaba para irme salió Alejandro, apoyando la espalda contra la pared y cruzándose de brazos me pregunto.

— ¿Qué te parecen?

— Son unos chicos increíbles, tienen mucha energía y captan rápido lo que les explico.- respondí.

— Ya veo. – Dijo mirando el ascensor con el entrecejo fruncido, parecía aun desconfiar de Ulises. Volvió la vista a mí y añadió.– No bajes la guardia aun.

— No lo hare, tranquilo.- Viendo que no quedaba nada más en el escritorio puse mi cartera en el hombro .—Ya me marcho.

— Ve con cuidado, - se descruzó los brazos y encaminó nuevamente a la oficina.- Yo me quedare un poco más terminando unos asuntos…

— No se…- me corregí.- No te exijas demasiado, Alejandro.- Él me miro nuevamente y dedico una pequeña sonrisa antes de voltearse y meterse de nuevo en cueva en la que trabaja.

— Descuida, no será mucho.- Y moviendo su mano volvió a introducirse en su guarida. A veces me preocupa que tenga tanta dedicación al trabajo.

Cuando baje por el ascensor hasta la planta baja me encontré con un tumulto de gente en el recibidor, entre ellos dos de los pasantes que acababan de bajar: Samantha e Ian, sin perder tiempo me acerco y les pregunto.

— ¿Qué ocurre chicos?- se voltearon y me dijeron con rostro de preocupación.

— Ulises está discutiendo afuera con su padre, el señor Centurión…- En efecto podían oírse algunos gritos desde afuera. Me asome un poco y vi como él estaba frente a una Limusina hablando con un hombre de gran altura.

— Esto es malo, podría afectar la continuidad de sus pasantías...- dije.

— Si pero…- El chico de rizos comenzó a jugar nervioso con la correa de su mochila.- El señor Centurión es un hombre difícil de tratar. No me atrevo a intervenir.

— A mí ni me importa.- comentó la rubia,- el único que se perjudica es él.- Dijo cruzada de brazos, obviamente trataba de sonar indiferente pero notaba como tamborileaba los dedos en su antebrazo, claramente le preocupaba su amigo.

Ellos aún son jóvenes, no entienden las dimensiones y la repercusión que puede tener esto para la empresa si se difunde. Volví a ver en dirección afuera, en verdad parecía una peleíta entre adolescentes. Al ver que nadie intervenía y que incluso estaban sacando sus teléfonos para tomar fotos un sentido de responsabilidad se apoderó de mí y tomando coraje me atreví a dar un paso al frente.

— Iré a hablar con ellos.- les dije a los pasantes. Luego me detuve y añadí.– Si no funciona vayan por el Señor Da silva, aún está en su oficina.- Ellos asintieron.

Atravesé la puerta principal y una vez en la vereda pude oír mejor el motivo de la discusión:

— ¡Te he dicho mil veces que vengas a mi empresa!- Decía con tono firme el hombre alto. Llevaba un traje azul oscuro, camisa blanca y en su muñeca resaltaba un reloj brillante que lucía caro. Sus zapatos estaban tan perfectamente lustrados que brillaban y su cabello castaño y canoso estaba perfectamente peinado con una línea al costado.- Allí te podre dar la mejor instrucción que puedas recibir.

— ¡Y yo ya te dije mil veces que no me interesa!- Respondió Ulises con el rostro serio.

El padre, aún más ofuscado por la respuesta de su hijo, continuó regañándolo.

— ¡Lo que te pueden enseñar aquí no es ni la mitad de lo que podrías aprender en HC Company! ¡Estas usando una ínfima parte de tu talento!

Al estar lo suficientemente cerca confirmé que el padre de Ulises era imponente, también me dio miedo hablar, pero tenía que defender al pasante y a la empresa. Trague saliva y con paso decidido me acerque hasta donde estaban ellos. Carraspee a propósito y con voz clara dije.

— Disculpen.- La atención de ambos se dirigió a mí. El primero hacerlo fue Ulises, quien me dedico una mirada seria, luego Centurión giro levemente su rostro y me vio. Sólo en ese momento pude darme cuenta que aquel hombre imponente de traje frente a mí no era otro que el del gimnasio. Aunque parecía otra persona así trajeado, esos profundos ojos azules no eran otros que los suyos, estaba segura. Tardé un segundo en componerme y les dije. - Creo que no es momento ni lugar para que estén teniendo esta discusión. La gente los está observando y no es ninguna buena publicidad para nuestra empresa ni para la suya, Señor Centurión.

Ambos hombres permanecieron en silencio unos instantes. El primero en hablar fue Héctor.

— Tiene razón señorita. Lo lamento.- Dijo con voz más amable que la que venía utilizando. Luego miro a su hijo y con tono más severo agrego.- Continuaremos hablando de esto luego.




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