Todos quieren a la gordita

Capítulo 27

Tarea imposible fue llegar a casa y evitar googlear todo sobre el multimillonario Centurión Héctor.

Entre los datos más relevantes estaba el hecho de que era de los empresarios más ricos del país, y de la región incluso. Apodado en el mundillo corporativo como “tiburón” por su estrategia empresarial agresiva. Tenía 44 años, divorciado, 2 hijos: Aquiles y Ulises. ¿Me pregunto si tiene fascinación por la cultura Griega? Y un dato no menor es que fue catalogado como el millonario más atractivo del país, y habiéndolo visto de cerca puedo asegurar que el ranking no se confundió, sin duda es un hombre guapo.

Aunque tenía pocas fotos en algún que otro evento o fiesta importante, unos paparazis captaron unas vacaciones suyas en unas playas del caribe en las que estaba en traje de baño y lucía todos los frutos del gimnasio. Es increíble que alguien como yo tenga trato con un tipo así.

Cuando por fin apague la pantalla del teléfono pensé en qué demonios haría para tratarlo con normalidad cuando lo viera. Claramente era una persona importante, nada más y nada menos que la competencia de mi empresa, si alguien se llega a enterar que lo conozco me podrían denunciar por espía empresarial y me echarían del trabajo… lo mejor sería mantenerme al margen e interactuar lo menos posible…

Sin embargo eso no sería posible.

Al día siguiente, cuando llegaba a la esquina del Gimnasio noté que las persianas del local estaban bajas, algo raro puesto que a esa hora ya suele estar abierto. Me acerqué más y pude ver a Héctor en la vereda, llevaba una campera deportiva y su típica gorra, estaba mirando su móvil serio cuando me vio llegar y cambio su semblante a uno más amable.

— Hola...- Saludé algo tímida desde lejos. Él en cambio se acercó y me hablo con confianza.

— Parece que no podremos entrenar aún.- Dijo sin más.

— ¿Qué paso?- Miré la cortina metálica y noté que la pequeña puerta estaba sin candados, había alguien dentro.- ¿Darío se quedó dormido y abrió tarde?- Héctor sonrió, negó con la cabeza y señalando con el pulgar dijo.

— Acércate y escucha.- No entendí a lo que se refería, pero le hice caso, di unos pasos y acercándome a la persiana metálica pude oír la misma música horrenda de siempre y de fondo los gemidos de una mujer. Pero esos sonidos no eran los de alguien que estaba entrenando precisamente… Abrí los ojos asombrada al darme cuenta de la situación, miré Héctor para confirmar que lo que me estaba imaginando era verdad.

— ¿Ellos están…- no sabía cómo terminar la frase.

— ¿Haciendo cardio? Sí. Pero no de la forma convencional.- Dejé escapar una risa que inmediatamente traté de tapar con mis manos para no ser oída por los de adentro.

— ¡No puedo creerlo! ¿De verdad están usando el gimnasio para “eso”?

— Así parece…- dijo sacando de nuevo el móvil y tomando una foto del frente.- Se la mandaré a Leonardo, el dueño, a ver qué le parece.- Abrí la boca con asombro mientras movía mis manos emocionada, el chisme estaba bueno.

— ¡Los van a regañar!- dije entre risas.

— Seguramente.- Dijo mientras tecleaba.- Pero se lo merece por su ineptitud.- Aunque traté de contenerme la risa se me escapaba, mi lado malvado estaba satisfecho con eso ya que siempre que le hablaba parecía molesto, como si yo fuese un fastidio.

Mientras escribía el mensaje se podían oír los gemidos de forma más intensa, señal de que en verdad lo estaban pasando bien, pero oírlos afuera era incómoda. Era claro que no había nada más que hacer allí, me despediría y me marcharía, pero entonces que Héctor soltó una propuesta.

— Aquí cerca hay una cafetería, creo que ya está abierto, ¿te gustaría ir a tomar algo?- Sonaron todas mis alarmas, claramente era una mala idea: rechazarlo era la mejor opción pero un poco de orgullo en mi pecho me pedía a gritos exponer sus intenciones. Entrecerré los ojos con desconfianza y lo cuestioné.

— ¿Estás aprovechando la situación para sacarme información, verdad, “señor centurión”?- ofreciéndome una sonrisa galante respondió.

— ¿No es lo que buscan todos los hombres cuando invitan a una chica a tomar un café?- Me dio gracia su actitud complaciente, tratar de simular una conquista con tal de conseguir información de su hijo en la empresa fue tan irrisorio que no pude más que dejar escapar una carcajada. Solo por la actuación y por haberme ayudado varias veces en el gimnasio le daría lo que vino a buscar, aunque no le daría información de la empresa bajo ningún aspecto.

— De acuerdo. Vamos.

Y poniéndome a la par suya Caminamos una calle y, en efecto, la cafetería estaba abierta, era una de esas cafeterías antiguas, tradicionales en donde había diarios del día en el mostrador para que los clientes lean las noticias. Héctor al entrar se quitó la gorra dejando ver su cabello castaño con algunos tropezones de canas, tenía unas incipientes entradas a los costados de la frente pero eso no desmerecía su atractivo, cuando se llevó la mano al cabello y lo peinó hacia atrás parecía aún más apuesto que cuando hace ejercicio.

— ¿Dónde quieres sentarte?- preguntó mirando a todos lados.- Tenemos toda la cafetería para elegir

— ¿Cerca de la ventana?

— Me parece bien.

Me acerque a la mesa para sentarme y él se puso detrás para correrme la silla y que pueda sentarme bien, como hacen los caballeros en las películas, no pude evitar sonreír ante tal acto. Él lo noto y comento

— Discúlpame, estoy hecho a la antigua…

— Descuida, es lindo ser tratada de esta forma, para variar.

Luego que él se sentó se acercó un mozo y pregunto qué íbamos a pedir. Yo ordene un café con leche y él un café negro.

Cuando el mozo se alejó Héctor apoyo su celular en la mesa y cruzando los brazos tomo la palabra.

— Supongo que no necesito presentarme, ya sabes quién soy y puedes conocer mi vida solo con entrar a un buscador de internet.- Dejé escapar una risita nerviosa ¿acaso me espió anoche cuando lo googleé?- Así que ¿por qué no me cuentas de ti? ¿Qué es de tu vida? ¿Hace mucho que trabajas en Mausser?




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