Como no tenía forma de ocultar la marca que me había hecho Nicolás con la ropa del gimnasio, opté por cambiar el horario para que cierto hombre mayor no me viera: esta vez iría a la salida del trabajo, alrededor de las 18 hs. Y aunque no pasó desapercibido por Héctor, con decirle que me quede dormida y no escuche la alarma bastó para calmar su curiosidad, aunque me dijo que se perdería de su “hermosa vista” de cada mañana.
Como ya sé usar las máquinas y las pesas me sentía más segura de ir sola en un turno desconocido. Además estoy más amigada con mi cuerpo y he aprendido a no sentirme juzgada todo el tiempo cuando me ven.
Al día siguiente, en el trabajo, Alejandro estaba más accesible, también me robo un beso en la mañana, nos echamos unas miraditas durante el almuerzo de manera disimulada para no levantar sospechas entre los demás de la oficina, y en la salida cuando me fui a despedir volvió a besarme. Esto se siente mal, no me gusta. Es como mantener una relación paralela con 3 personas… Aunque técnicamente no soy la novia de ninguno, este hueco de indecisión no se siente correcto. Me gustaría poder tomar una decisión pronto.
Como me había propuesto, fui al gimnasio directo del trabajo. Había llevado conmigo una pequeña bolsa con zapatillas y ropa deportiva porque sabía que si volvía a casa ya no querría salir.
Cuando llegué note que, hacer ejercicio a la salida del trabajo, es una idea recurrente. Había varias personas, tanto hombres como mujeres, que hacían más sociales que ejercicio. Por ejemplo, un grupito de chicas despampanantes con calzas de colores estridentes o estampados cual Barbies, se reían a carcajadas entre ellas, una rubia teñida con calza rosa chicle, parecía ser la líder. Los hombres, por su lado, se reunían a hablar o a retarse a ver cuánto peso podían levantar, echando miraditas de vez en cuando a las mujeres que pasaban cerca con ropa tan ajustada que dejaba poco espacio a la imaginación.
Por mi parte, me había llevado una calza y una camiseta larga que cubría mi trasero, cosa que empecé a usar cuando note que Héctor miraba puntualmente esa parte de mi cuerpo. No buscaba ser vista, sino simplemente hacer mi rutina: He comprobado cuan bien me hace el ejercicio y quiero mantenerme así, en buen estado, no importa si no logro el cuerpo escultural de las revistas y tv, solo el hecho de estar saludable es suficiente para mí. Ate mi cabello y salí a buscar alguna máquina para calentar, hubiera preferido una bicicleta fija, pero estaban todas ocupadas, para interactuar lo menos posible, fui directo a una caminadora que estaba libre. En el proceso pase cerca del grupito de las Barbies, oí que murmuraron algo pero elegí ignorarlas por completo, lo que menos me importa es oír sus críticas, porque sí… seguro se reían de mí.
Subí a la caminadora, marque la velocidad y comencé a caminar tranquilamente mientras me ataba el cabello, aquí no importa si se ve la marca que me hizo Nicolás, nadie me conoce y no debo dar explicaciones después de todo. Mientras caminaba comencé a pensar en todo lo que vino pasando estos días con Nicolás, con Héctor y Alejandro. También en lo que me diría David el próximo fin de semana: seguramente que le gusto, y que quiere salir conmigo…. ¿Qué le voy a decir en tal caso? “Espera, también tengo que decidir entre mi jefe, un millonario y mi amigo de la infancia” Es ridículo…. Soy ridícula… no puedo estar jugando así con las personas….
— Disculpa.
Siento un leve toque en el hombro. Me volteo a ver y me encuentro con la chica despampanante de rosa a la que apenas vi de refilón, pero ahora, al tenerla de cerca, pude reconocer sus rasgos de inmediato. Aunque ya no estábamos en la pubertad y el cabello hubiera cambiado de color seguía siendo aquel mismo rostro que me atemorizaba en la adolescencia:
— Rocío…
— ¡Lo sabía! ¡Eres la gor…, digo, Godoy!
Era ella, la bully culpable de todos mis traumas estaba frente a mí, riéndose y llamándome gorda, luego de tantos años.
Muchas veces imagine este encuentro en mi mente, preví cientos de respuestas que hacerle en caso de que me encuentre y comience a burlarse de mí. En mi cabeza todas sonaban genial: yo le gritaba sus verdades en la cara y daba media vuelta para irme, altiva y con dignidad… Pero en ese instante nada venía a mi cabeza, estaba totalmente en blanco por la sorpresa. Es más, se me estaba haciendo un nudo en el estómago.
— ¿Cómo estás? Hace tanto tiempo que no veo a nadie de la escuela.- Dijo apoyándose en la baranda de la caminadora con tanta naturalidad que me inquietó ¿Acaso estaba tratando de ser sarcástica o de ser “amigable”? No iba a bajar la guardia bajo ningún aspecto. Endurecí el rostro para no demostrar ni una pizca de debilidad y contesté.
— Si.- Mirándola a los ojos decorados con pestañas postizas.- Hace 10 años, cuando me humillaste delante del chico que me gustaba.- Rocío abre grande los ojos. Parece que no se esperaba que yo fuese la agresiva. Vuelvo la vista al frente en un intento de ignorarla. Luego de la sorpresa inicial ella dejo escapar una pequeña risa.
— Cierto… -miró nerviosa hacia atrás, donde sus amigas estaban, no muy lejos de nosotras.- Me he comportado un poco mal contigo en el pasado.
— ¿Un poco?- Le remarco, mientras sigo caminando en el aparato.
— Bueno, bastante.- Dejó escapar una risa y moviendo las manos comenzó a explicarse.- Fue hace mucho, era una adolescente hormonal y estaba perdidamente enamorada de Nico…- mientras hablaba movía las manos como restando importancia.- Quería fastidiarte porque siempre fuiste muy cercana a él, y por eso no se fijaba en mi.- Reconoció.
— Una actitud muy infantil… ¿no crees?- Comente con malicia mientras la miraba de costado. Ella se tensó y tratando de guardar la compostura dijo.
— Si tienes razón,- Inspiro profundamente, contuvo la respiración un segundo y luego lanzo unas palabras inesperadas.- Lo lamento.