Alzo aquel vestido color borgoña de la caja y me quedo pasmada contemplándolo, jamás había visto un vestido tan hermoso en mi vida. En seguida me quité lo que tenía encima para probármelo, calzaba perfecto. Me fui al baño a verme al espejo más grande de la casa, no podía creer lo que veía. Los rollos de mi abdomen perfectamente escondidos, el busto levantado, y aunque el tajo en la pierna dejaba ver más de lo que pensaba, debía reconocer que era simplemente hermoso.
No me alcanzaría el trabajo de toda la vida para pagarle el vestido a Héctor. Aunque no creo que lo que él busque sea precisamente dinero… Vanesa me dijo que muchos hombres esperan su pago en “especias”. Pero con él apenas salimos una vez, no creo que pretenda “acción” ya en la segunda cita ¿o sí? La última vez, en el auto, se le fueron las manos… no es como si me hubiese disgustado, pero…
Reconozco que una oportunidad así no se me volverá a dar ni en un millón de años, y que tener un hombre que te mantenga es el sueño de muchas, pero… definitivamente no quiero pasar a ese nivel tan rápido con alguien a quien acabo de conocer, aunque ese alguien sea super carismático, inteligente, maduro, que sabe bien lo que quiere y no se anda con rodeos y por sobretodo: que sea tan sumamente atractivo…
Cuando llego el día del teatro me prepare con esmero, maquillaje, cabello, zapatos, accesorios, todo estaba calculado.
Estaba terminando de retocar el brillo labial cuando oí la bocina, corrí la cortina de la ventana y pude contemplar una enorme limusina estacionada en el frente de mi departamento y el discreto Héctor bajando de la misma. Me apresuré a tomar el bolso, una chalina y salir.
Cuando lo hice pude ver más de cerca a mi acompañante esta noche: Héctor llevaba un sofisticado traje ajustado de color bordó, camisa blanca y corbata y pañuelo del mismo tono borgoña que mi vestido, íbamos a juego.
Tardó unos segundos en verme, pero cuando lo hizo se quedó pasmado unos segundos sonriendo de lado.
— Estás… preciosa.- dijo cuándo me acerqué.
— Gracias…. Tú también estás guapo.- tomo mi mano y me hizo girar para verme. Entonces suspiró y añadió.
— Definitivamente le pagar el doble a Giovanno.- Yo deje escapar una risa.
— ¿Vamos, señorita?- dijo extendiéndome su brazo para que lo tomara.
— Sí por favor, antes que los vecinos tengan nuevo chisme semanal…
Y abriéndome la puerta del auto entramos a la limusina, nos sentamos uno junto al otro. Una vez dentro él indicó por intercomunicador al chofer que comenzara su recorrido y éste obedeció, luego de observar detenidamente el interior del vehículo dije.
— ¿Siempre usas esto para ir al teatro?
— No, - contestó.- Solo cuando quiero impresionar mi cita.
— Pues, está funcionando de maravilla.
Me dijo que la obra que íbamos a ver era de un reconocido dramaturgo que realizo una reversión del mito griego de “La Odisea” y que estaba teniendo mucho éxito en todo el mundo. Nos entretuvimos hablando mitología griega, yo apenas recordaba los mitos clásicos que aprendí en la escuela secundaria, pero mi acompañante resulto ser un hábil conocedor de la misma, lo cual explicaría por qué sus hijos llevan nombres de héroes griegos. Entre charla y charla no paso mucho hasta que llegamos al centro de la ciudad.
— Estamos llegando, señor.- Anuncio por el intercomunicador el chofer. Mire por la ventana y pude observar la entrada a un gran teatro de la ciudad. Sin embargo, para mi horror, había camarógrafos y periodista hablando con la gente en la puerta. Automáticamente miré a Héctor, esta habló nuevamente con el chofer y ordenó.
— No estaciones aun, da una vuelta.
— Como ordene, señor.- y la limusina siguió de largo.
Con nerviosismo sujeté mi cartera y mirando a mi acompañante dije.
— Héctor, hay periodistas.
— Si, pude notarlo. Pero no es necesario que interactuemos con ellos.- dijo como algo obvio.
— No, claro que no, pero…- agacho la mirada.
En mi mente solo imagino los peores escenarios posibles, mi imagen en la televisión con chimenteros opinando sobre mi cuerpo, mis conocidos burlándose de mí por osar a ponerme un vestido mostrando carne, la decepción de la gente por el mal gusto de Héctor…
Entonces él desliza su mano bajo mi mentón y lo dirige frente a él. Esta frunciendo el ceño y parece molesto.
— Guadalupe, a mí me gustas tal y como eres, particularmente hoy me atraes más que nunca… Y eso es lo único que debería importarte. Lo que opinen los demás me tiene sin cuidado.
— Es fácil decirlo,- dije apartando su mano suavemente.- Tú tienes el autoestima por las nubes, tienes un cuerpo perfecto y lejos de recibir críticas todos te alaban. Reconócelo Héctor, somos la bella y la bestia: solo que tú eres bella y yo soy la.
— No,- dijo con tono firme, como si estuviera dando una orden.- ¡No te permitiré que digas eso de ti!-
— Pero si es la verdad, Solo soy una vaca vestida de gala…
— ¡Guadalupe!- Gritó en tono autoritario, y yo me sobresalté. – No permitiré que nadie te insulte, ni siquiera tú misma. Te lo prohíbo, ¿oíste?
— Pero es que…
— ¡Pero nada!- Metió la mano en su bolsillo y saco unos lentes oscuros.- Si no quieres que te vean ponte esto, cúbrete un poco el rostro con la chalina, mira hacia el frente todo el tiempo y deja que yo me encargue. Me aseguraré de que tu nombre no se conozca, de modo que nada afectará tu trabajo o tu vida personal.- Ante aquella orden solo pude asentir mientras apretaba los labios para evitar sollozar, me sentía como una niña pequeña regañada por su padre. Mientras acomodaba la chalina alrededor de mi cabello y boca como si fuese una bufanda Héctor se llevó la mano a la cabeza y comenzó a frotarse la frente, molesto.- Discúlpame, En realidad entiendo a lo que te refieres: Vivo constantemente en este ámbito, siempre tengo a mi alrededor lacras que se alimentan de chismes y rumores, pero, no puedo estar atado y pendiente al “qué dirán”. Si lo hiciese ¡no podría vivir! Nosotros tenemos derecho a hacer con nuestra vida lo que nos plazca. Comprende que, para que te respeten, primero tienes que respetarte tú misma. Si te pisoteas a ti misma ¿Qué puedes esperar de los demás?