Las consecuencias de aquella charla táctica fueron más severas de lo que creía.
Cuando quise dormir esa noche no pude pegar un ojo. Daba vueltas y vueltas en la cama imaginando futuros posibles, como si fuera doctor Strange. Y aun así me era imposible encontrar una respuesta a la pregunta planteada por Vane: ¿A quién le entregara su corazón Guadalupe Godoy?
Se me ocurrió preguntarle a una Inteligencia artificial, la maquina me recomendaba uno u otro dependiendo de diversos criterios, pero no me terminaba de convencer. Luego pensé en buscar alguna bruja, de esas que leen la palma de las manos o que tira cartas para averiguar cuál es mi “alma gemela”, aquel hombre tendría como mi pareja, pero terminé desistiendo. Si no funcionase ¿iría hasta la casa de la bruja a quejarme? ¿Me devolvería el dinero con una disculpa por no haberle atinado? No. Es en vano. No puedo delegarle a nadie las decisiones importantes que definen mi destino.
Presa del cansancio termine cayendo dormida y al día siguiente, cuando sonó la alarma, me levante como una zombi.
Hice mi rutina, como siempre, y tratando de buscar alivio en mi cerebro aproveche un breve momento de tranquilidad en el ajetreo de la mañana para tomar un descanso y tomar mi celular. Pensaba dedicarle unos minutos al juego de pokemon pero para mi sorpresa, cundo desbloquee la pantalla, me encontré con una catarata de llamadas perdidas. Todas de mi madre.
Inmediatamente se encendieron en mí todas las alarmas, se me retorció el estómago y un mal presentimiento se apoderó de mi. Recordé la última vez que mi madre me llamo tan desesperada: fue en mi adolescencia, cuando me había quedado hasta tarde en la plaza vagueando con Vanesa sin avisar, tantas llamadas perdidas era sinónimo de peligro, pero esta vez era distinto.
Veo que también tengo un mensaje y temerosa lo abro. Las manos me empiezan a temblar al ver el contenido.
“Guada tu papa se cayó de las escaleras, estamos en el hospital, llámame en cuanto leas esto.”
Mi mente comenzó a pensar lo peor: ¿Qué escalera? ¿La del ático? ¿Acaso subió a buscar algo y cayó desde allí arriba? Hace unas semanas mama me dijo que había unas tejas flojas, ¿acaso habrá conseguido una escalera para subirse a arreglarlas? ¡Estúpido papa con la estúpida manía de arreglar cosas por sí mismo! ¿Se habrá roto una pierna? ¿El brazo? ¿Si se rompió las costillas? O peor, la cadera…
— ¡Guadalupe!- La voz fuerte de Oriana me trae al presente.- ¿Qué te paso? Estas pálida y temblando… ¿estás bien?
— Mi…mi papa, me avisaron que esta en el hospital…
— Oh…- Ori apoyo su mano en mi hombro y con tono preocupado hablo.- Deberías ir.
— Pe… pero el trabajo…
— Yo le aviso al jefe, - dijo con tono decidido, lo cual te sorprendió porque, de todas las personas es la que más miedo le tiene a Alejandro.- Es una situación excepcional, no creo que objete nada.- Apreté el teléfono contra mi pecho, sabía perfectamente que Alejandro no me recriminaría nada por irme, aun así no quería traerle problemas a todos ausentándome. Al verme dubitativa Oriana insistió.- Deja que yo hable con el jefe, tu toma tus cosas y ve de inmediato. Pocas cosas son más importantes que el trabajo y el salario como lo es la propia familia.
— Tienes razón. Gracias Oriana.
— No hay de que, amiga.
Sin perder tiempo fui a mi escritorio, tome mi abrigo, mi cartera y me marché. Mientras bajaba intenté contactarme con mama, le mande mensajes pero al ver que no los leía siquiera, le llamé. Fue directo al buzón. Había apagado su teléfono.
¡¿Por qué demonios dice que la llame y luego apaga su estúpido teléfono?!
Sin perder tiempo detuve un taxi y le indiqué mi destino, el hospital de mi ciudad natal.
Mientras ya estaba en viaje se me ocurrió que habría sido más económico usar una aplicación de transporte, pero en ese momento no tenía ni tiempo ni cabeza para que se me ocurra tal cosa.
El viaje duro toda una hora, el taxista me daba charla acerca de política, clima, motores de autos y hasta me hablo de su vida personal. Él solo quería hablar y yo que no me molestaran, le respondía con monosílabos y eso lo conformó para continuar con su monologo.
Cuando llegamos le pagué el costoso viaje y corrí a la recepción del hospital y mientras preguntaba en la recepción, desesperada, por el paradero de mi padre oí una voz a mis espaldas.
— ¿Guada?- volteo a ver y me encuentro con mi madre que estaba cargando un vaso de agua en el dispenser.-
— ¡Mama!- corro a abrazarla y le pregunto.- ¿Cómo esta papa? ¿qué le paso?- Ella alza las cejas totalmente sorprendida.
— Él está bien… como te puse en el mensaje.- La adrenalina que circulaba por las venas no me dejaba tranquilizarme, aun después de escuchar que estaba bien. Hice un suspiro corto.
— ¿Qué mensaje? ¡No me mandaste nada! Lo único que me dijiste es que estabas en el hospital, con papá, y que te llamara, pero no he dejado de marcarte y todo va al buzón.- Mamá guardó silencio y lentamente metió la mano en su bolsillo, sacó el teléfono y exclamó.
— Oh… por eso no sonaba… - me mira y con esa sonrisa de compromiso añadió.-Se quedó sin batería y se apagó.- Trato de mantener la compostura paro el parpado me tiembla. Ella explica.- Pensé que había llegado a mandarse el mensaje de que tu padre está fuera de peligro y que solo tiene que quedarse unas horas más en observación.- Llevo mi mano a la frente y la deslizo lentamente hasta abajo acudiendo a todo mi autocontrol para no insultar a mi progenitora.
— Por Dios mamá, tienes que hacer algo con esa manía de no cargar el teléfono…
Inquiriendo en más detalles entendí que mi preocupación era fútil ya que la “escalera” de la que cayó mi padre era un pequeño banco de solo 2 escalones que tenían en la cocina, le decían “escalerita “y cuando papá subió a ella para alcanzar el paquete de azúcar y luego cayó solo le ocasiono un golpe doloroso en el antebrazo. Estaba tan fuera de peligro que él mismo manejó hasta la clínica con mamá, pero con las prisas ella llevo el teléfono con un 5% de batería… escribió el mensaje que me haría angustiarme por horas y simplemente se olvidó de volver a tocar el aparato.