Todos quieren a la gordita

Capítulo 66

La rutina del trabajo que implica concentrarme en las tareas y prever los próximos pendientes me ayudaron a mantener la mente ocupada. El ejercicio también, puesto que me centro en contar las repeticiones únicamente. Para cuando llegaba a casa el cansancio físico y mental es tal que no podía pensar en nada. Pensar es recordar. Recordad es sufrir.

No quiero sufrir.

Han pasado un par de semanas y la mayor actividad laboral había menguado, ya no había tanto papeleo y podíamos retomar la rutina. El ambiente se relajó y todos en la oficina estaban de buen humor.

Cierto día, al llegar el momento del almuerzo, las chicas me invitaron a bajar con ellas para comer en la plaza, querían hacer una especie de picnic, llevaron sándwiches y croquetas. Yo acepte. Fuimos a unas mesas de piedra en la plaza y nos sentamos todas juntas. Entre bocadillos nos pusimos al día con los chismes de la oficina, siendo el principal de ellos la inminente partida del señor Da Silva y la pregunta ¿Quién sería su reemplazante?

— Hay dos opciones. –dictaminó Mercedes mientras acomodaba su cabello elegantemente tras la oreja mientras terminaba de comer un sándwich de manera tan elegante que parecía una dama de la alta sociedad.- O contratan alguien de afuera o ascienden a alguien.

— Contratar a alguien de afuera seria poco conveniente.- dijo Oriana,- tendría que pasar mucho tiempo hasta que entienda los números y la forma de manejarnos aquí, y la época de cierre de los libros se acerca.

— Eso es cierto.- acepto Laura que se limitaba a comer y asentir con la cabeza sin emitir opinión propia.

— Por lo que nos queda la opción de ascender a alguien, dijo Mercedes, y automáticamente todas voltearon a mirarme. No entendía porqué lo hacían.

— ¿Qué pasa? ¿Por qué me miran?- tanteé mi cara para ver si me había manchado con la comida, tarde unos segundos en darme cuenta que yo misma era la opción más viable, ya que soy la supervisora.

— Oh no, no, no podría…- dije negando con las manos.

— ¡Vamos Guadalupe!- dijo Oriana.- Eres, por lejos, la más inteligente de la oficina.

— Eso no es cierto, esta Ignacio.- dije.- Es diligente y sabe todo acerca de números.

— Ignacio es un sabelotodo antipático.- declaró Luna que hasta el momento había permanecido callada.- Puede ser muy inteligente pero no sabe tratar a los demás. - Inmediatamente todas asintieron.

— Es cierto, - añadió Oriana.- tú no lo sabes porque estabas haciendo Home office luego de tu accidente, pero Ignacio esos días se las dio de jefe exigente y nos daba órdenes a todos.

— Sí es verdad.- acotó Laura.

— Para mí que estaba tratando de imitar al jefe ¡Pero le sale fatal!- añadió Mercedes riendo y pronto todas también lo hicieron. Me di cuenta que solo yo tenía una buena imagen de él por lo trabajador que es.

— Así que Guadalupe hazte la idea que serás próximamente nuestra jefa.- dijo Oriana palmeando mi espalda y todas confirmaron.- así que acuérdate de tus amigas cuando estés en la cima eh!

— No es algo seguro chicas, no se ilusionen.

Todas comenzaron a hacer bromas sobre posibles reglas que podría implementar en la oficina cuando fuera “la jefa” y a hacer planes. Cuando nos dimos cuenta de la hora comenzamos a levantar todo para volver al trabajo.

Pero cuando nos estábamos yendo a lo lejos oí ese sonido. Voltee a ver en esa dirección.

La sirena delos bomberos.

Como si fuese un golpe de realidad el rostro sonriente de David vino a mi mente, seguido de la imagen de los escombros humeantes de aquella maldita casa. Volví a recordar al jefe de bomberos ordenando detener la búsqueda, a su madre llorando desconsolada, a sus amigos y compañeros destrozados…

— ¡Guada! ¡Guada!- dijo Oriana.- ¿Qué te paso?

— N… no nada.- dije tratando de forzar mis músculos faciales a sonreír.

— Pero, estas llorando…

Lleve mi mano al rostro y pude sentir la humedad en él. Las lágrimas salieron solas. Todo el esfuerzo consiente que había estado haciendo para evitar recordarlo se fue al caño porque en cuanto oí la sirena David volvió a mi mente.

Restregué mi manga por los ojos y sorbí mi nariz.

— No pasa nada, es que… recordé algo triste… es todo.

— ¿Segura que estas bien?- dijo apoyando su mano en mi hombro.- Sabes que puedes contar conmigo para lo que sea.

— Gracias Ori, lo sé.

Continuamos caminando al edificio con la sirena de fondo.

El resto del día continué apesadumbrada, de a momentos volvía a mi momentos vividos con David y me daban ganas de llorar. Pero me concentraba en el trabajo y me contenía de no montar una escena vergonzosa.

Cuando llego el horario de salida Alejandro me mando a llamar. Me invito a sentarme frente a su escritorio y me preguntó.

— ¿Cómo estás?

— Bien ¿y tú?

— Agotado, - se reclinó en la silla mientras se quitaba los lentes.- La gran mayoría del papeleo está listo, lo único que quiero es despejarme y dejar de ver este maldito computador.

— Eso sería bueno para ti, siempre te metes de lleno en el trabajo y te descuidas.

— Lo mismo podría decirte.- se inclinó hacia adelanta apoyando los codos en el escritorio mientras fijaba la vista en mí con ese rostro inescrutable que tiene.- He visto que has estado de mejor humor estas semanas, pero aún se nota la tristeza en tu rostro.- Desvié la vista sin decir nada.- Es entendible después de lo que pasó, pero pensaba en hacerte una propuesta para ayudar a tu mente a despejarse.

— ¿Una propuesta?- pregunte mientras volvía la vista al frente.

— La próxima semana me iré a la sucursal de Tierra del fuego.- Soltó de repente y me sorprendí, pensé que aún faltaba para ello.- No de forma definitiva aun, - aclaró,- no te asustes, tengo que comprobar el estado del edificio, coordinar las entrevistas del nuevo personal y cosas así…

— Ya veo… - dije.- ¿y que necesitas de mí? ¿Quieres que coordine todo por aquí?- Me vino a la mente la charla con las chicas.




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