–Esmeralda–
Al día siguiente me levanté y miré el teléfono y recordé la cita con Javier, pero después recordé al anónimo que me dijo que me daría más pruebas. Me vestí y me fui a esa dirección.
—Ya vas a llegar —le dije.
—No espera, todavía no —me respondió.
—Oye, tengo una cita y mi novio ha de ir para mi departamento ya —le respondí.
—Y que el mismo que están en las fotos —dijo alguien detrás de mí, en eso voltee a ver y una bolsa cubrió mi cara.
El hombre me llevó por un rato hasta que me sentó en una silla y me quitó la bolsa. Su cara estaba cubierta por una máscara, se me hacía conocido y tenía un aparato que hacía que su voz fuera modificada.
—¿Qué quieres de mí? —le grité.
—Oye, tranquila —me respondió.
—No tengo dinero —le dije...
—No quiero dinero—
—Eres el anónimo —le dije.
—si—
—Entonces, quieres el dinero de Javier, no te va a dar —le dije.
—Ay, Esmeralda de la Cruz, eres muy insegura —me dijo.
—Cómo lo sabes —le dije.
—Te estuve siguiendo y viendo cada paso que dabas, todas tus citas y cómo pensabas que te iban a abandonar después de solo tener sexo y tienes razón, todos querían esto, pero había alguien que no—
—Javier —le dije.
—Alguien más guapo —dijo.
—Quién—
El hombre sonrió y se quitó la máscara. —Yo Esmii—
—Pero tú—
—Te abandoné —me dijo.
—Me robaste, Bryan, y después me dejaste. Fuiste mi primera vez y última en el sexo, me quitaste la virginidad, jamás me amaste—
—Sí te quise —me dijo Bryan— solo que estaba obligado a robarte, pero ahora podemos estar juntos. Solo termínale a ese Javier y cásate conmigo—
—Pero, ya no te amo —le dije.
—Deja de mentir, sé que me amas y no te obligaré a quererme, solo a casarte conmigo—
—Bryan, no es forma de hablar; por favor, hablemos civilizadamente.
—Desbloquea tu teléfono —me dijo.
—Para qué —le dije.
—Para tu rescate...