Tok. Una historia de Magia

Prefacio

TOK

Una historia de Magia

 

 

©2015, Pablo R Mendoza

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

A Ana, mi fénix, mi esfinge, mi talismán.

 

 

 

 

 

Una cosa es leer sobre dragones, y otra cosa es encontrárselos.”

Ursula K. Le Guin

 

 

 

 

Y al sol está sometida la tropa de daimones, o más aún, las tropas: pues hay de ellos muchas y diversas tropas, colocadas bajo el mando de los planetas, siendo asignado a cada planeta un número igual de daimones. Así dispuestos en cuerpos de ejército separados, los daimones sirven bajo los diferentes planetas. Son a la vez buenos y malos en sus naturalezas, esto es, en su operar; pues el ser de un daimón consiste en su operar. A estos daimones les es dado dominio sobre todas las cosas que hay en la tierra. Son asimismo los autores de las perturbaciones que ocurren en la tierra, y operan múltiples problemas tanto para las ciudades y las naciones colectivamente como para los hombres individuales. Pues moldean nuestras almas en otra forma, y las captan para sí, estando asentados en nuestros nervios, médula, venas y arterias, penetrando incluso en nuestros órganos más internos. Pues en el momento en que cada uno de nosotros nace y es hecho vivo, los daimones que en ese instante están ocupados como ministros del nacimiento, se hacen cargo de nosotros, esto es, los daimones que están sometidos a uno de los planetas. Pues los planetas se reemplazar el uno al otro de un momento al otro; no siguen operando sin cambio, sino que se suceden el uno al otro en rotación. Estos daimones se abren, pues, camino a través del cuerpo, y entran en las dos partes irracionales del alma (a saber, la parte que siente deseo y la parte que siente repugnancia), y cada daimón pervierte el alma de un modo diferente, según su modo de acción especial. Pero la parte racional del alma permanece libre del dominio de los daimones y apta para recibir a Dios en sí misma. Si entonces la parte racional del alma de un hombre es iluminada por un rayo de luz procedente de Dios, para ese hombre el operar de los daimones es reducido a nada; pues ni ningún daimón ni ningún dios (esto es, ningún dios planetario) tiene poder en contra de un solo rayo de la luz de Dios. Pero tales hombres son en verdad escasos; y todos los demás son conducidos, en alma y cuerpo, por los daimones, estableciendo sus corazones y afectos sobre el operar de los daimones. Tal es ese amor que carece de razón, el amor que se descarría y descarría a los hombres. Los daimones gobiernan, por tanto, nuestra vida terrenal, usando nuestros cuerpos como su instrumento; y a este gobierno Hermes lo llama ‘destino’.”

Corpus Hermeticum – Libelo XVI

TOK. UNA HISTORIA DE MAGIA.

PREFACIO

I

¡Yo estoy más que harto de ver pueblos “elegidos” por doquier en este planeta! Tan elegidos son, que encuentran prueba de ello hasta en su capacidad de contemplar la belleza del mundo de una forma única, irrepetible e insuperable. También dan siempre por hecho –los pueblos “elegidos”– que todos los demás pueblos son carne de cañón, prescindibles o, a lo sumo, indignos. Tú también –confiésatelo a ti mismo– ves a tu alrededor a acérrimos defensores de la nada, que imaginan –sobre esa nada– derechos de posesión, de pernada o de administración. Lo peor es que ellos piensan lo mismo de los demás.

Se sacan a la luz contratos antiguos en todas las disputas comerciales. Los archivos de la burocracia mundial son complejísimos circuitos –de papel– que respaldan siglos de tradición, en un sinfín de entramados interconectados que dan vida a una criatura temible. Esta criatura –este sujeto de todos los derechos y obligaciones– es tan temible en cuánto que sobrevive al propio hombre, y va atravesando las edades a lomos de las generaciones. Este dragón de mil caras, esta hidra de fractales y multifacéticas cabezas, va documentando a su paso todo valor que cambia de manos, sopesando en todo momento la entropía de los equilibrios, y ejerciendo una pertinaz dictadura sobre los mercados del hombre.

Se dice que la existencia o inexistencia de la propiedad privada fue el detonante de la guerra fría. Hoy se discute sobre la propiedad de las ideas. Antes incluso de plantearse los efectos de tales ideas, éstas ya reciben valor y nomenclatura. Hay patentes exóticas por todos los registros del mundo, incluyendo la cura de enfermedades mortales, algunas no catalogadas. Frente a la avalancha de ideas explotables que se van patentando a cada segundo, hay un discurso de colectivización del conocimiento que no para de ganar adeptos y construir argumentos. ¿No es el mismo perro con distinto collar? ¿No es pensar que, por cambiarle el método contable, nuestro dragón se volverá manso? Ilusos somos si pensamos que es posible domar al dragón, si consideramos que no es más que una herramienta hecha por y para el hombre, si no reflexionamos poderosamente sobre la posibilidad real de que ese dragón tenga –al fin– vida propia, entendiendo por vida propia –de momento– nada más que su capacidad de haber generado, a lo largo de su existencia, intereses propios, más allá del interés de las generaciones, y totalmente desconocidos por estas.



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En el texto hay: ciencia ficcion, ocultismo, era victoriana

Editado: 21.02.2018

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