Tok. Una historia de Magia

CAPÍTULO PRIMERO

DE LA MAFIA A LA MAGIA POR ORDEN ALFABÉTICO

I

Oscuridad total, silencio, sequedad, olor almizclado, tacto al rojo vivo, gusto de hierro, de repente… ¡Aire!

Agua en la cara, zumbido en los oídos, caleidoscopio en los ojos, el corazón se ha subido a la cabeza y palpita a todo gas.

El zumbido se va convirtiendo en un ululante bramido. Es la masa. Son gritos, bocinas. Una voz metálica y chillona, en inglés, se impone sobre el resto de sonidos:

“¡El nuevo campeón del mundo se alza con el trofeo, mientras vemos recuperarse al recién derrotado: “Garra” Garcíaaaaaa! ¡Llega la camilla para llevarlo a la enfermería!”

Sus oídos vuelven a darse la vuelta como un calcetín y deja de oír el bramido de la masa. Toma el mando su oído interno y le va arrullando al son de la melodía de “More”. Sinatra la había inmortalizado grabándola en estudio en 1964, un año antes de este combate.

El dolor es tan fuerte, que pasa totalmente desapercibido. Sabe que se acabó. Todo acabó: el combate y su vida de luchador profesional. Sabe que este viaje en camilla es el último que hará vestido de púgil. No consigue concentrarse en otra cosa que no sea la letra de la canción –en la voz de La Voz– que le invade la mente por completo:

Longer than always is a long long time, but far beyond forever, you're gonna be mine.”

(Más que siempre es mucho mucho tiempo, pero mucho más que para siempre, serás mía.)

Tres años, nada más y nada menos. Tres años defendiendo el título en los principales cuadriláteros del mundo. Tres años desde que Raquel –su novia de toda la vida– hizo la maleta y le dio el último beso con lágrimas en los ojos. Ella le había dado a elegir entre la lucha libre y su relación. No tuvo que pensárselo. Se había pasado los tres años repitiéndose la misma pregunta a medida que iba ganando combate tras combate: ¿Hubiera conseguido el título si Raquel se hubiera quedado? Ahora se ha cerrado el círculo.

Juan tiene veintiséis años, la firme convicción de no volver a luchar, y la seguridad de que Raquel nunca más volverá a dedicarle aquella ternura, de la que sólo ella era capaz. Es la mirada de Raquel la que sigue hasta hoy impregnando la memoria de Juan. Aquella mirada. Ella le miraba como te mira un gato al abrir una lata de sardinas. Siempre. Desde el día en que se conocieron, paseando en bicicleta por las calles de Lanzarote y él la invitó al cine.

Hoy Raquel se ha casado y tiene dos hijos. Nunca se han vuelto a ver ni a comunicarse, pero en Lanzarote todo el mundo se conoce y todo pasa por el filtro de la opinión pública. Casi todo. La única que sabe que el padre de su hijo mayor es Juan, es Raquel. El niño se llama Manuel.

II

Juan “Garra” García lleva tirado en una camilla de hospital tres días, yendo y viniendo entre el sueño de color nulo de los analgésicos y una especie de semiinconsciencia, capaz de ver lo que está pasando fuera. Fugazmente. Lluvia fina de ideas. Imágenes entremezcladas, intercaladas con períodos de, ya no negrura, sino la más absoluta nada.

Por fin, consigue articular palabra y dirigirse con torpeza a la enfermera, que viene a traer un caldo de gallina.

–¿Cuánto llevo aquí?

–Menos de la mitad de lo que va a estar, por la pinta– contesta ella, en inglés, a pesar de haberle entendido.

–¿Ha venido mi manager?– continúa Juan, en su inglés de batalla.

–Mire, señor, está usted muy mal. Intente no hablar y descansar. Es bastante increíble que no haya usted sufrido un coma, tal como llegó.

La enfermera es de mediana edad, rubia, mofletuda y rosada. Su acento es muy difícil para Juan.

–Está bien, señora. ¿Me puede por lo menos decir dónde estamos? Estoy bastante aturdido.

–Está usted en el hospital central de Manchester. Le voy a poner más analgésico. ¡A dormir!

Juan vuelve a caer en sus ensoñaciones químicas, sin siquiera prestar atención al caldo de la bandeja.

Cuando vuelve en sí comprueba, a través de la ventana, que es noche cerrada. Hace el inmenso esfuerzo de ir al baño, con el soporte del gotero. No se sabe muy bien si es el gotero el que lleva a Juan, o si es Juan el que lleva al gotero.

Después de luchar un buen rato con su maltrecho intestino, se lava los dientes –ha perdido un incisivo de la mandíbula– y se estudia en el espejo. Su cara está llena de magulladuras, e hinchada por la somanta de porrazos del combate. Hace lo que puede por asearse. Vuelve a la cama y enciende la radio en un canal de noticias.

“El gobierno de Estados Unidos anuncia formalmente su participación activa en la guerra de Vietnam, a punto de cumplirse un año desde el incidente del Golfo de Tonkin. El conflicto adquiere así, una dimensión cada vez más internacional. Su graciosa majestad británica transmite, a través de su Secretaría de Comunicación, que todos los datos llevan a la conclusión de que será una guerra de muy breve desenlace.”



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En el texto hay: ciencia ficcion, ocultismo, era victoriana

Editado: 21.02.2018

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