El recibidor era amplio pero oscuro, apenas iluminado por la menguante luz que cruzaba las viejas cortinas. El piso era de madera oscura y las paredes mostraban un antiguo papel tapiz de rosas rojas y blancas. Había retratos irreconocibles y todo mantenía el mismo aspecto añejo. No me gustaba para nada ese lugar.
Siguiendo las indicaciones de la anciana cerré la puerta detrás de mí y me encamine hacia la escalera que había al final de la sala. La subí intentando hacer el menor ruido posible y llegue hasta una puerta entreabierta.
Toque una vez.
—Entra —dijo ella desde dentro de la habitación.
Empuje el pomo y cruce con cautela.
Dentro de la habitación de la anciana todo mantenía el mismo aspecto antiguo y tétrico de la sala. El tapiz de esta habitación eran vides de oro en un fondo rojo sangre. A un lado de la habitación había estantes rebosantes de libros con lomos rotos y desgastados. Del otro había chécheres y cachivaches agrupado sobre una mesa. Había una cama con columnas y cortinas, una mesita de noche a un lado y nada más.
—No tengas miedo —al decirlo su voz no era reconfortante, más bien lo decía como un regaño.
Se encontraba sentada en una mecedora. Pero ya no estaba en el balcón. Ahora se hallaba cerca de cama con las puertas hacia el balcón cerradas.
—No tengo miedo —conteste a la defensiva.
Mentía. Ella sonrió con malicia.
—He visto lo que haces allá abajo, y déjame decirte que es un asunto serio, muy serio en verdad.
—Yo no he hecho nada…
—No es necesario que intentes engañarme, los he visto cada día.
Me sentí impactando ante su aseveración. ¿Cada día? ¿Acaso nos espiaba?
—¿Acaso usted...? —intente decir.
—Mi niña, nunca salgo de aquí. Sus encuentros han sido lo único interesante que he visto en varias semanas… bueno antes hubo aquel incidente.
Se me revolvieron las tripas al imaginarme a esta mujer mirándonos hablar cada día. Era perturbador. Pero una palabra se quedo en mi mente.
—¿Incidente? —pregunte.
—Eso no importa —contesto apartando la mirada—. La razón por la que he querido que vinieras es por lo que pasa entre ustedes.
—Entre él y yo no…
—Querida mía, tengo casi noventa años, reconozco fácilmente cuando alguien está enamorado, y tú lo estas de él, pero eso no podrá ser más.
—¿Y a usted porque le importa tanto? ¿Por qué dice esas cosas? —me sentía frustrada por el hecho de que, al parecer, ella no quería que aquel chico y yo nos siguiéramos viendo. ¿Qué derecho tenia para impedírmelo?
Y lo que dijo me dejo la sangre helada.
—Porque de hacerlo estarías en riesgo.
#2975 en Paranormal
#47911 en Novela romántica
romance juvenil, romance paranormal, fantasmas muertes resurreccion
Editado: 25.01.2019